El pasado domingo fue el ballotage de las presidenciales
colombianas y las encuestas dividían pronósticos entre los dos candidatos:
Óscar Iván Zuluaga Escobar y Juan Manuel Santos Calderón, quien ganó con 50,95%
de los votos válidos.
Para su reelección, al presidente no le fue nada fácil:
durante la campaña, recibió ataques frontales de los demás candidatos por su
gestión y por el manejo de las conversaciones de paz con las FARC —sobre todo de
Zuluaga Escobar y su mentor, el expresidente Álvaro Uribe Vélez, quien también
lo fue de Santos Calderón— y en vísperas por las denuncias de complicidad con
narcotraficantes contra su estratega JJ Rendón —renunció— que salpicaban al
presidente aunque sin pruebas. Su resultado en primera vuelta fue segundo lugar
con 25,69% de votos válidos —10,01% del padrón electoral— para medirse en
segundas con su rival Zuluaga Escobar —en realidad con Uribe Vélez.
Para segunda vuelta, Santos Calderón se alió con los adversarios
de izquierda de la primera: Clara López Obregón de Polo Democrático Alternativo,
firme crítica del manejo liberal de la economía —le aseguró triplicar sus votos
en la decisiva Bogotá—, dirigentes de Alianza Verde —partido que había llevado
de candidato a Enrique Peñalosa Londoño— y Unión Patriótica, además del alcalde
bogotano Gustavo Petro Urrego y la exsenadora Piedad Córdoba Ruíz, mientras Zuluaga
Escobar pactaba con sectores del conservadurismo y su candidata Marta Lucía
Ramírez de Rincón.
Dos aspectos serán decisivos de tener en cuenta por el
próximo gobierno: El primero, que los sectores de izquierda que lo apoyaron,
con posiciones diametrales en política económica y también social a las del
presidente, reclamaran por su apoyo, y segundo pero tan importante, que por él
sólo votó 23,71% de los electores colombianos, lo que significa que a más de 25
millones de ellos —76,29% del padrón— su mensaje no les convenció.
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