Al próximo Sínodo se le ha llamado histórico y revolucionario olvidando que el mensaje de Jesucristo revolucionó la historia —con
muchas virtudes y también con pecados, incluso graves, porque la Iglesia es
Asamblea de humanos y el hombre es imperfecto y necesita superarse siempre. El
cristianismo ha sido actor fundamental del desarrollo humano, de creyentes y no
creyentes y aunque percibida muchas veces como lenta —con tiempos que no son
siempre los nuestros—, la Iglesia ha buscado siempre ser voz y concilio.
Por eso, el Papa Francisco convocó al Sínodo de Obispos —antigua
institución eclesial consultiva revitalizada en el Concilio Vaticano II y que,
a diferencia de los concilios, no define dogmas ni legisla— para discutir y
definir "Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la
evangelización". Retomando el espíritu renovador de Vaticano II, las dos Asambleas
Generales del Sínodo —la Extraordinaria en octubre de este año, para recoger
testimonios y propuestas episcopales y la Ordinaria del próximo año para fijar
su operatividad— buscarán anunciar y vivir de manera creíble el Evangelio de la
familia. Para ello, las diócesis —obispos y muchos feligreses— respondieron 38
preguntas sobre los grandes cambios contemporáneos del concepto de familia —parejas
“de hecho” y del mismo sexo, adopción de hijos, matrimonios interreligiosos,
familias monoparentales, etc.— para estructurar recomendaciones que el Sínodo
hará al Vaticano, continuando la renovación de Juan XXIII y Paulo VI en lo que
algunos denominan la Revolución Francisco pero es la esencia de su historia.
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