sábado, 24 de junio de 2017

Un Ramadán particularmente cruel y violento

[Originalmente lo titulé As-salāmu ʿalaykum? pero el editor entendió que era un título difícil para muchos y propuso sustituirlo. Pongo los dos.]

¿«La paz sea contigo?»? Me cuesta mucho —mejor diría no puedo— entender la violencia yihadista y si eso me sucede cuando se refiere a la violencia con gentiles —como para sus antecesores hebreos, todos los no musulmanes somos goy— que asuela Europa y también EEUU, definitivamente niego el pensamiento salafista que elimina a todos los “infieles” —incluidas todas las otras denominaciones musulmanas, además de otras sunníes—, incluso en Ramadán, el mes “de la misericordia y el perdón divino, el mes en el que se queman los pecados” como predicó Mahoma.

Este Ramadán —26 de mayo al 25 de junio— ha sido particularmente cruel y violento. A los recientes atentados europeos —Manchester, Londres, Estocolmo, San Petersburgo, París, Bruselas—, el Ramadán ha sido muy cruento en un año con más de 3.800 víctimas mortales: Se inició el 30 de mayo en Bagdad con más de 20 fallecidos; el 31 en Kabul, más de 150 muertos; el 2 de junio en Manila con cerca de 40; el 3, 11 muertos en Londres; el 6 fue abatido un terrorista en Paris; el 7, 17 víctimas en Teherán; el 15 nuevamente Kabul, 8 fallecidos; el 23, en Pakistán: Parachinar, Quetta, Karachi y Baluchistán, cerca de medio centenar de víctimas.

Pero ¿por qué tal extremismo yihadista? El origen hay que buscarlo en el wahabismo, corriente extremista del Islam suní que es promovida por las monarquías saudí y qatarí y que se expandió con los petrodólares de ambas y con la complacencia interesada de gobiernos occidentales, al que aún hoy sigue —Trump lo obvió en su viaje a Ryad.


Información consultada



martes, 20 de junio de 2017

Un pasito pa'delante… un pasito pa'atras


La semana pasada el presidente Donald Trump fue a Miami a cumplir, más que con Cuba, con los electores cubanoamericanos del sector más crítico con el castrismo del exilio cubano, hombres y mujeres que le permitieron triunfar en la Florida, uno de los estados decisivos en noviembre pasado —el Estado del Sol es, junto con Nueva York, el tercer estado en cantidad de compromisarios aportados: 29.

Como en la letra de la cumbia María de Ricky Martin, en el teatro “Manuel Artime” —líder político de la Brigada 2506, ya fallecido— en plena Little Havana —la Pequeña Habana, símbolo de la emigración cubana que han hecho de Miami “la segunda ciudad de Cuba”—, Trump firmó la orden ejecutiva que derogaba las anteriores del presidente Obama referidas a Cuba con las que en 2015 se inició un acelerado deshielo de las relaciones entre ambos países, truncas desde 1960 y que, con más o menos pasión, había recorrido 11 presidencias: desde Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush padre, Clinton, Bush hijo hasta Obama. Con esta decisión, Trump —pletórico del entusiasmo y apoyo de los presentes en el acto, algo de lo que el presidente estaba muy necesitado— proclamó el regreso a la ya antes fracasada política de aislamiento, aunque manteniendo las relaciones diplomáticas mutuas y las medidas relacionadas con los emigrados residentes en EEUU (remesas, viajes) y sin reponer la política de «wet feet, dry feet» —«pies mojados, pies secos» derogada por Obama en vísperas su retiro y que desde la Administración Clinton permitía que ingresaran a EEUU todos los cubanos sin visa que pusieran pie en su territorio.

En un comentario mío tras la decisión (“Antes no sirvieron… ¿y ahora sí?”) mencionaba elementos importantes a considerar: sus efectos, inciertos tanto sobre los people to people tours de estadounidenses —su restricción será nuevamente implantada— y las inversiones para Cuba ya realizadas de empresas norteamericanas en los últimos 18 meses —hoteleras, aéreas, cruceros— así como los puestos de trabajo que representan dentro de EEUU —el foco de Trump—, además del posible impacto que tengan sobre las exportaciones de alimentos que, desde Clinton, han sido un negocio creciente e importante para los estados agroindustriales del Midwest — bastante afectados aún por la crisis e importantes para la victoria  de Trump, hoy principales proveedores de alimentos a Cuba—, razones todas que dejan dudas de su real aplicabilidad, más allá de lo mediático y político local. Otro aspecto es el beneficio que darían para una apertura política en Cuba porque, cuando sus antecesores aplicaron medidas similares, sólo perjudicaban más a la oposición interna y justificaban el endurecimiento del régimen y su represión a la disidencia.

En su discurso, el presidente Trump basó su decisión en promover dentro de Cuba los emprendimientos privados y el respeto a los derechos humanos y políticos y la libertad de expresión. Del primero, el efecto podría ser muy contrario a lo que postuló Trump porque podría afectar a los cubanos dentro de su país que privadamente se han beneficiado del turismo norteamericano y porque ningún emprendimiento privado pasa de un nivel mínimo autorizado de desarrollo. Del loable empeño de promover los derechos del pueblo cubano y su libertad de expresión, en su reciente visita al reino saudí el presidente obvió sus violaciones.

El tiempo dirá. Como María.

Información consultada

http://reliefweb.int/sites/reliefweb.int/files/resources/2016_ITF_Human_Rights_Index_2016-01.pdf

Mann, Thomas: La Montaña mágica. Ex Libris, 2017.

domingo, 18 de junio de 2017

Antes no sirvieron… ¿y ahora sí?


El viernes el presidente Trump se arropó del entusiasmo y apoyo —muy necesitado estaba de ello— del sector más crítico del castrismo, hombres y mujeres que le dieron el triunfo de uno de los estados decisivos en noviembre pasado. Allí, en la Pequeña Habana —símbolo de “la segunda ciudad de Cuba”, como la denominó National Geographic a mediados de los 70—, firmó la orden ejecutiva que derogaba las del presidente Obama referidas a Cuba, exceptuando las relaciones diplomáticas (y que no regresa «wet feet, dry feet») y las relacionadas con la emigración residente en su país (remesas, viajes, vuelos) y proclamó el regreso a la antes fracasada política de aislamiento.

En realidad —y aunque hay dudas del real alcance de esta derogación—, aparte de lo mediático —que fue muy relevante y simbólico— y de la retribución al voto cubanoamericano, un retorno a antes de diciembre de 2015 trae aparejado tres previsiones: la primera de sus efectos, porque afectará las inversiones de norteamericanos ya hechas —sobre todo turismo, en hotelería y viajeros, porque restringirá los people to people tours de norteamericanos—, además de los negocios —crecientes y ya principales proveedores de alimentos exportados a Cuba— que desde Bill Clinton —bajo la Trade Sanctions Reform and Export Enhancement Act— daban un respiro a la economía agroindustrial del Midwest —también proveedores de votos electorales para Trump— y, contrario a lo que postula, a los cubanos que privadamente se beneficiaban de su turismo —y de rebote a los negocios de los militares—; segundo, da dudas de la aplicabilidad, por la misma oposición empresarial propia y, tercero, el beneficio que darían, luego que Cuba reforzara su relación con Rusia —con el madurismo al caer, Putin necesitaba otro aliado y lo logró, petróleo por medio hasta ahora— y que, históricamente, medidas similares sólo han perjudicado a la oposición y justificado el endurecimiento del régimen.

Trump —y los que lo antecedieron (Díaz Balart, Rubio, Pence) en palabras similares— auguró resultados en seis semanas o en seis meses. ¿O serán necesarios —otra vez más— sesenta años… cual el introito manniano de La Montaña mágica: «Lo mejor será que no se pregunte de antemano cuanto tiempo transcurrirá […] ¡tal vez no llegará a ser siete años!»? Pero también, quizás, el entusiasmo y los aplausos del viernes sean imágenes especulares de La Habana luego del descongelamiento de 2015: mucho ruido, demasiadas expectativas, magros resultados.


Información consultada


Mann, Thomas: La Montaña mágica. Ex Libris, 2017.

martes, 13 de junio de 2017

En Marcha! y sin freno


El 7 de mayo, las cábalas sobre la real fuerza de Emmanuel Macron —recién elegido presidente— eran muy inciertas de cara a las legislativas del domingo pasado y auguraban, las optimistas, un triunfo moderado. Cinco semanas después, su partido —aliado con los centristas— obtenía la mayoría de los votos y la posibilidad de mayoría absoluta, superándose en 8,24% a mayo y superando nuevamente a la derecha tradicional —10,69% más— y la extrema derecha de Le Pen —18,81% más. La caída del Froint Nationale es más significativa porque tuvo 7,86% menos que en mayo —y 0,2% menos de votos que en 2012 cuando logró 2 diputados— y queda en mala posición para la segunda vuelta el próximo sábado, sin mucha posibilidad de lograr 15 diputados —de 577— para formar grupo parlamentario.

¿Cómo lo logró, con menos de un año el partido y su líder un casi perfecto desconocido hasta entonces? Porque ha logrado reposicionar a Francia con sus actitudes de igual frente a Putin —en Versalles, escenario del esplendor monárquico, recibiéndolo con alfombra roja y criticando injerencias rusas—, con la Merkel —como colíderes de la Unión Europea— y frente a Trump —en Bruselas con la pulseta y, después, con su "Make the planet great again". Hacia adentro, ubicándose en un centro abierto hacia izquierda y derecha moderadas.

Como dijo su primer ministro, «La France est de retour!» con un imparable y efectista Macron.

Información consultada

https://www.filo.news/actualidad/Legislativas-en-Francia-Emmanuel-Macron-arraso-en-la-primera-vuelta-20170612-0005.html

jueves, 8 de junio de 2017

La integración de los musulmanes, la única opción


El recrudecimiento de los atentados desde 2015, primero en Francia y ahora en el Reino Unido, nos enfrenta a una nueva realidad: el uso de explosivos pero, sobre todo, de atropellamientos y cuchillos (estos últimos, terrorismo low cost). La mayoría de los terroristas más cruentos son jóvenes, naturales o residentes de años en donde atentan, muchos islamizados recientemente. En varios de los casos cruentos, las autoridades locales tuvieron información de sus tendencias terroristas, pero (como con los hermanos Tsarnaev en Boston) no las profundizaron. El espacio Schegen une pueblos y economías pero facilita moverse los terroristas. Lo último: Francia y Reino Unido son altamente tolerantes con las mezquitas e instituciones salafistas, la tendencia actual más conservadora del islam y promovida por Arabia Saudita y Qatar (ahora enfrentados).

Los atentados pudieron evitarse si Europa se hubiera preparado con mayor control antiterrorista (la primer Ministra May hizo grandes recortes a la policía cuando dirigía Interior y su crítico Colbyn no recuerda que propuso mayores en su plan), controlado adecuadamente la migración (impulsada egoístamente para conseguir mano de obra, aún hoy la mayoría de la ola migratoria), frenado el extremismo salafista (interesadamente aceptado de sus principales proveedores de hidrocarburos) y promovido la inserción cultural y socioeconómica y no el “políticamente correcto” multiculturalismo que ha provocado aislamiento e inseguridad. 

martes, 6 de junio de 2017

¿Por qué yihadismo en el Reino Unido?


El sábado pasado, Londres se remeció nuevamente con un doble ataque registrado en el centro de Londres cuando varios hombres atropellaron con una furgoneta a una veintena de personas en el Puente de Londres para continuar en el vecino mercado de Borough atacando a los presentes a cuchilladas y disparos, el tercero en dos meses en el Reino Unido y el séptimo con víctimas desde 2005.

Una cronología de los atentados yihadistas en Europa y sus 576 víctimas mortales puede dar una idea del avance y geografía del terrorismo islámico: 2004, explosiones en cuatro trenes en Madrid (España): 191 muertos, más de 1.600 heridos (Al Qaeda). 2005, tres explosiones en el metro y un autobús en Londres (Reino Unido): 56 muertos, 700 heridos (Al Qaeda); quince atentados con explosivos abortados (Reino Unido). 2007, atentados con explosivos abortados en el aeropuerto de Glasgow y en Londres. 2012, atentado en el aeropuerto de Burgas (Bulgaria): 9 muertos. 2013, un soldado es atropellado y acuchillado en Londres. 2015, asalto al semanario Charlie Hebdo en París (Francia): 12 fallecidos; muere un policía en un tiroteo en París; mueren 4 rehenes en mercado kosher en París; ataque en un centro cultural y una sinagoga de Copenhague (Dinamarca): 2 muertos, 5 heridos; seis atentados en París: 130 muertos y más de 300 heridos; dos acuchillados en el metro en Londres. 2016, atentados en el aeropuerto y el metro de Bruselas (Bélgica): 32 muertos, 300 heridos; dos policías asesinados en Magnanville (Francia); 84 muertos, más de 100 heridos arrollados con un camión en Niza (Francia); ataque con hacha en un tren en Baviera (Alemania): cuatro heridos; un sacerdote de 86 años fue degollado en Saint-Etienne-du-Rouvray (Francia); 12 muertos arrollados en Berlín (Alemania). 2017: 5 muertos atropellados y un policía acuchillado en Londres; un camión atropella transeúntes en Estocolmo (Suecia): 4 muertos, 12 heridos; un suicida explota bombas en Manchester (Reino Unido): 22 muertos, 119 heridos.

El recrudecimiento de los atentados desde 2015, primero en Francia y últimamente en el Reino Unido da varias líneas: el uso de explosivos pero, sobre todo, de atropellamientos y cuchillos (éstos “terrorismo low cost”); la mayoría de los terroristas más cruentos son naturales o residentes de años en donde atentan, muchos islamizados recientemente; en varios de los casos cruentos, las autoridades locales tuvieron información de sus tendencias terroristas pero —como con los hermanos Tsarnaev en Boston— no la profundizaron. Lo último: tanto Francia como Reino Unido han sido altamente tolerantes con las mezquitas e instituciones salafistas, la tendencia actual más conservadora del Islam y promovida por Arabia Saudita y Qatar —ahora enfrentados—, “casualmente” sus proveedores principales de hidrocarburos.

No me quedan dudas que muchos de los atentados pudieron prevenirse, ya fuera por mayor control antiterrorista —recién el domingo la primera ministra Theresa May las anunció, falta ver si serán tan inviables como muchas de las de Tony Blair en 2005—, controlar adecuadamente la migración —impulsada egoístamente en las economías desarrolladas para conseguir mano de obra, aún hoy la mayoría de la ola migrante—, frenar el extremismo salafista —interesadamente aceptado— y promover la inserción cultural y socioeconómica y no el falaz “políticamente correcto multiculturalismo” que ha promovido la instalación de guetos.


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jueves, 1 de junio de 2017

Europa se realinea para sobrevivir


Pareciera como si los tiempos de los políticamente correctos (PC) se hubieran desvanecido en la política mundial. A un presidente Trump dando varapalos a sus socios de la OTAN —"los tiempos en que podíamos confiar [los europeos] en otros han quedado atrás" definió la canciller Merkel sus resultados, tras los reclamos de Trump a sus socios para que pagaran más su defensa pero sin comprometerse oficialmente con ella— y haciendo que la reciente reunión del G7 —los más ricos: Alemania, los EEUU, Japón, Canadá, Francia, Italia y el Reino Unido más la Unión Europea pero que excluye a China y al que Rusia sólo perteneció entre 1998 y 2014— pareciera que ahora será realmente el G7 versus 1 luego de una reunión a la que la canciller Merkel definió como “difícil e insatisfactorio” —comercio, cambio climático (en ambos el presidente Trump con posiciones muy divergentes) y Rusia (con el Rusiagate escociéndole) marcaron las enormes distancias, entre otras diferencias visibles en el comunicado final, ése sí tan PC que vale mucho más por lo que calla que por lo que dice—, ahora mediáticamente se une el presidente Macron criticando a su par Putin públicamente con éste delante y el ruso, sin amoscarse, celebrando a su amiga —y enemiga de Macron— Mme. Le Pen.

Esta reunión cerró una semana difícil para muchos —pero que le permitió al estrenado presidente francés hacer su debut frente sus colegas, incluido la casi pulseta con Trump— dentro de una escenografía que podría significar la nueva Europa que Macron y Merkel se han comprometido a reconstruir: el Grand Trianon de Versalles, conmemorando 300 años de la primera visita de un zar —Pedro el Grande— a un rey francés, Luis XV. 


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http://internacional.elpais.com/internacional/2017/05/25/universo_trump/1495740430_632319.html?id_externo_rsoc=TW_AM_CM