martes, 29 de abril de 2014

Cuatro papas, tres momentos

«Que ambos nos enseñen […] la misericordia divina que siempre espera, siempre perdona, porque siempre ama.» [Papa Francisco en la homilía de canonización.]

El domingo pasado, el papa Francisco canonizaba a dos antecesores: Juan XXIII (“el papa bueno”) y Juan Pablo II (“el papa de la familia”, “el peregrino”). Primera vez que dos papas lo eran y los primeros desde San Pío X en 1954; con ellos, 80 Obispos de Roma han alcanzado la santidad (a diferencia de algunos otros, como Alejandro VI Borgia, que con seguridad fueron al infierno por sus pecados). También fue primera vez que dos papas intervenían en el oficio: Francisco y el emérito Ratzinger.

Últimamente se ha tratado de contraponer maniqueamente a ambos papas santificados. De Juan XXIII se ha mencionado la importancia renovadora del Concilio Vaticano II que él convocó y que concluyera su sucesor Paulo VI, a diferencia de Juan Pablo II, mucho más político y estadista, uno de los principales artífices del colapso del comunismo soviético.

Sanctus Ioannes PP. XXIII rigió la Iglesia católica entre 1958 y 1963, en medio de la guerra fría. De origen campesino, Angelo Giuseppe Roncalli (muy internacionalizado por sus cargos) llegó en el momento necesario de renovar la Iglesia y adaptarla a los nuevos tiempos, como en el siglo 19 hizo León XIII; este concilio promovió la apertura dialogante con el mundo moderno, actualizando la vida de la Iglesia, con conciliando frente a problemas actuales y antiguos.

Por su parte, Sanctus Ioannes Paulus PP. II venía de ejercer su ministerio en su Polonia natal, enfrentado primero al nazismo y luego al comunismo. Karol Józef Wojtyła fue el primer papa no italiano en 455 años (luego del holandés Adriano VI), el más joven del siglo (58) y el tercero más prolongado (27), uno de los líderes más influyentes del siglo XX; su lucha contra la expansión del marxismo lo enfrentó con la teología de la liberación y con sectores de izquierda. Juan Pablo II fue uno de los líderes mundiales más mediático y viajero (129 países durante su papado), cercano a las multitudes; promovió una Nueva evangelización y la mejora significativa de las relaciones con judíos, islámicos, ortodoxos orientales, luteranos y anglicanos; también luchó por la paz (medió en muchos conflictos) y defendió el rigor doctrinal, enfrentado tanto a renovadores como Hans Küng y Leonardo Boff como ultraconservadores como el obispo Marcel Lefebvre; en esta línea doctrinal le han criticado su oposición al matrimonio de los sacerdotes y la ordenación de mujeres, y también la poca actuación frente las denuncias de pederastia por religiosos.

Diferentes en formas y métodos, ambos fueron hombres de su tiempo y actuaron según sus convicciones en pro de una Iglesia más universal y contemporánea, como hoy también es y lo hace Francisco, “el papa humilde” Jorge Mario Bergoglio Sívori, quien también dijo de ambos en la homilía: «colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisonomía originaria.»

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miércoles, 23 de abril de 2014

¿Golpe de timón o meros paliativos?

El martes, el presidente venezolano Nicolás Maduro Moros presentó la "nueva ofensiva económica" que buscará incrementar la producción de rubros prioritarios —"producir más, producir mejor, destrabar todos los mecanismos […] que impidan la producción en el país"—, mejorar el abastecimiento y profundizar el sistema de "precios justos" —rebajas forzosas, fiscalización de "sobreprecios", cierre o toma de comercios y fijación de ganancias en 30%— iniciado en noviembre, que entonces alivió a los sectores de escasos recursos y coadyuvó al éxito oficialista en las elecciones de diciembre pero que, poco después, aumentaron el desabastecimiento —28% en productos básicos, sin divisas para importar— y la inflación —57,3% anual— que el gobierno atribuye a una “guerra económica”.

País muy rico en petróleo —ingresos entre USD 800 y 1.000MM (1998-2013)—, la destrucción del aparato productivo llevó a crecer 206% las importaciones desde 2005 (USD 45MM en 2013). 

Esto, junto con decisiones rentistas, produjo las actuales protestas con 41 muertos —opositores y oficialistas. La NOE también incluye una "revolución fiscal" no detallada para "ensanchar la base de recaudación a los que más tienen".

En las próximas semanas se verá si la NOE es otra más de las del estatista ministro
de Planificación Jorge Giordani Cordero o un cambio real de conducción.




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martes, 15 de abril de 2014

Las dos Venezuelas hablan

«En el centro de cada diálogo sincero está, ante todo, el reconocimiento y el respeto por el otro. […] es el único [camino] que puede conducir a la paz y a la justicia.» [Papa Francisco al Diálogo.]

El pasado jueves, primera vez tras una larga década de incomunicación directa, sectores de la oposición agrupados en la Mesa de la Unidad Democrática y el gobierno se sentaron frente a frente y frente al país para discutir el futuro de Venezuela y encontrar soluciones a la grave crisis social y económica actual.

Cuarenta y un muertos y cientos de heridos de ambos bandos desde febrero, más miles de detenidos, crearon un “equilibrio catastrófico” que sólo el entendimiento o el desastre podrían solucionar. El inicio del diálogo fue la constatación —por gobierno y sectores opositores asistentes— que ambos se necesitaban y se debían entender si querían evitar el desastre, aceptando discutir —sin «negociaciones, ni pactos, lo único que estamos buscando es un modelo de coexistencia pacífica, de tolerancia mutua» remarcó el presidente Nicolás Maduro Moros, moderador del encuentro— los problemas que la oposición culpa al gobierno —crisis económica, escasez de productos básicos y violencia, entre otros— mientras el gobierno acusa a la oposición de caos y promover un golpe de Estado.

La paradoja para la oposición agrupada en la MUD era que si no asistía al encuentro —todos o parte de ella— negaba sus permanentes pedidos de debate —y su argumento de que éste era negado por el gobierno— pero si asistía desnudaba sus fracturas, crecientes después de las derrotas electorales regionales y municipales, y suicidaba su liderazgo; optó por intentar la conciliación democrática. Mientras que para el gobierno, la paradoja era o reconocer que el país estaba enfrentado o acelerar el desgaste; optó por la tesis de las dos Venezuelas. En ambos bandos, el desgaste se visibilizó sobre lo monolítico, más en la oposición.

Tres cancilleres de la UNASUR —Luiz Alberto Figueiredo Machado de Brasil, Ricardo Patiño Aroca de Ecuador y María Ángela Holguín Cuéllar de Colombia, países amigos— como facilitadores y el Vaticano —con el Nuncio Apostólico, Aldo Giordano— como testigo de buena fe acompañaron el encuentro —al que faltaron sectores opositores y ONGs pero, sobre todo, los estudiantes, centrales en las protestas. Pero los facilitadores fueron mudos testigos tras lograr reunir a los discordes y quien facilitó fue Giordano, leyendo sendas cartas de S.S. Francisco y el Secretario de Estado Pietro Parolin promoviendo su éxito.

No todo fue respetuoso ni cordial en la reunión pero dejó avizorar que, a pesar de muchas divergencias, podrían lograrse avances si hay voluntad. “No vamos a hacer milagros con esta reunión […] pero estamos construyendo”, dijo el opositor gobernador Liborio Guarulla Garrido.

Vale recordar al reciente fallecido Adolfo Suárez González: «en [el diálogo] hay una regla de oro que no se puede conculcar: no se debe pedir ni se puede ofrecer lo que no se puede entregar».

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jueves, 10 de abril de 2014

Pasión por el diálogo

«La concordia fue posible.» [Epitafio sobre la tumba de Adolfo Suárez González.]

Tras la reciente muerte de Adolfo Suárez González, mucho se ha escrito de su importancia como Presidente del Gobierno en la Transición española a la democracia; también se han destacado su pobreza al morir —sin haberse enriquecido como muchos otros actores políticos de entonces y ahora y por negarse a recibir remuneración alguna por el alto cargo que desempeñó— y su calidad de demócrata y hombre político desapegado del Poder.

Pero sobre todo se han destacado dos virtudes fundamentales para desmontar exitosamente en poco más de dos años de gobierno la estructura totalitaria y corporativa del franquismo: diálogo y consenso. Sin ellos no hubieran sido posibles, en un país dividido por una cruenta guerra civil y una férrea dictadura, ni los inéditos Pactos de la Moncloa de 1977 —libertad de expresión, modificación del código penal y reformas de la seguridad social, económica y fiscal, entre otros— aprobados en menos de veinte días con consenso de la totalidad de los partidos políticos españoles —recién legalizados— ni la fundamental Ley para la Reforma Política —la primera que luego sería aprobada en España en un referéndum, con amplísima mayoría—, que llevó a las primeras elecciones libres en 1977 y, sobre todo, a la Constitución democrática de 1978 para acabar con todo el andamiaje constitucional totalitario. La construcción de ese nuevo Estado democrático, social y de derecho sólo fue posible mediante el diálogo y el consenso, como afirmó el mismo Suárez González: «El diálogo es, sin duda, el instrumento válido para todo acuerdo.»

Diálogos que fueron exitosos porque cumplieron requisitos inviolables: primero, sinceridad y transparencia de los dialogantes —«en [el diálogo] hay una regla de oro que no se puede conculcar: no se debe pedir ni se puede ofrecer lo que no se puede entregar porque, en esa entrega, se juega la propia existencia de los interlocutores»—; segundo, presunción por cada dialogante de que el otro puede tener —parcial o, incluso, total— argumentos válidos e, incluso, mejor que los nuestros; tercero, no convertir el diálogo en un elemento distractor o dilatorio —“para ganar tiempo”— y, último y definitorio: ir con voluntad de lograr acuerdos, saber ceder,  no para imponer su opinión o voluntad, como tantas veces sucede en “diálogos de sordos”.

Diálogo y consenso, junto con el ejercicio transparente del poder —«quienes alcanzan el poder con demagogia terminan haciéndole pagar al país un precio muy caro»— y el rechazo frontal de la acusación sin pruebas como argumento de confrontación —«el ataque irracionalmente sistemático, la permanente descalificación de las personas y de cualquier tipo de solución […] no son un arma legítima porque, precisamente, pueden desorientar a la opinión pública en que se apoya el propio sistema democrático de convivencia»— fueron, y son, importantes enseñanzas de ASG pendientes para muchos de nuestros países.


Referencias 

http://www.poesi.as/amach101.htm