martes, 30 de agosto de 2016

Réquiem por el Mercosur hoy


El 19 de julio, en mi artículo “Mercosur vs. Alianza del Pacífico” analizaba las diferencias, resultados y posibilidades actuales entre ambos bloques de integración. Mi conclusión era que, por muchas razones (entre otras, simetría en los PIB de los miembros de  la Alianza y manifiesta asimetría en los del Mercosur; crecimiento promedio positivo de las economías en el primero y variable en el segundo —con tasas positivas en Bolivia, la mayor, Uruguay y Paraguay; pero negativas en Argentina, Brasil y Venezuela—; avance del Mercosur en la formalización estructural, pero incumpliendo a la hora de levantar las barreras arancelarias, e incluso la creación de nuevas paraarancelarias; mientras la Alianza eliminó la mayoría de éstas, no creó estructuras formales y avanzó en abrir embajadas conjuntas o unir misiones comerciales) el modelo exógeno y aperturista de la Alianza era efectivo, mientras el endógeno y proteccionista del Mercosur era eminentemente autofágico. También concluía que la causa principal actual (porque antes primaban las diferencias y “celos” entre los socios mayores) era que en el Mercosur primaba lo político, basado en el socialismo del siglo 21 (incluido en 2012 el ingreso de Venezuela ex oficio de sus entonces socios ideológicos Brasil, Argentina y Uruguay) mientras que la Alianza no actuaba como organismo político, y que esa ideologización del Mercosur le traía dificultades para su progreso.

Mucho más pronto que tarde, todos estos factores eclosionaron, cuando el 30 de julio pasado, Uruguay finalizó su presidencia rotatoria semestral del bloque comercial y, aunque el Gobierno uruguayo desestimó razones legales para no traspasar la presidencia pro témpore a Venezuela, no lo hizo ante la oposición de sus otros socios fundadores (Argentina, Brasil y Paraguay), que rechazan las acciones de la administración Maduro, tanto en el ejercicio de la democracia como en su ordenamiento normativo, por ir en contra del espíritu fundador del bloque de integración, tanto en el aspecto de respeto democrático como en el cumplimiento de los requisitos establecidos en sus estatutos. Esta decisión ambigua del gobierno de Tabaré Vázquez Rosas (aunque menos afín a la Alianza Bolivariana, Alba, que el de su predecesor, José Mujica Cordano, se muestra pusilánime al no enfrentarse ni con su socio ideológico, Venezuela, ni con sus principales socios comerciales, Brasil y Argentina) ha traído graves turbulencias no solo al Mercosur, sino también en el gobierno charrúa.  
A partir de entonces, Venezuela asumió de facto la presidencia y empezó a actuar como tal; mientras Brasil, Argentina y Paraguay (denominados por la canciller venezolana, Delcy Rodríguez Gómez, como la “Triple Alianza proimperialista”, olvidando, o desconociendo, que Paraguay, uno de sus “acusados”, fue dos veces víctima de triples alianzas de vecinos) la han desconocido.

La pasada semana, reuniones antagónicas en Montevideo han desnudado la profunda grieta que separa a sus miembros y constatan que el Mercosur ha devenido en dos bloques: en uno Argentina, Brasil y Paraguay y en el otro Venezuela y Bolivia (aún no es miembro), a la vez que, de seguir la ambigüedad uruguaya pro Venezuela, le perjudicará.

Quizás en esta situación, a Uruguay hoy le cuadre bien cantarle a Nicolás Maduro Moros el clamor del vallenato “Primavera Azul”: “no sé si tú me quieras tanto tanto / lo que sí es cierto es / que me estás matando / ay ten piedad de mí…”

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domingo, 28 de agosto de 2016

Una verdadera paz para Colombia


El acuerdo entre las FARC y el gobierno colombiano de este 24 no finalizó el conflicto sino fue la primera escaramuza de una larga y difícil batalla: lograr una verdadera paz para Colombia.

Aunque demorado por “diferencias de fondo” del deadline del 23 de marzo, el acuerdo llega cargado tanto de esperanzas como de dudas que estarán presentes en el plebiscito del 2 de octubre. El resultado que ese día se obtenga no será tan taxativo como el mantra que repite el expresidente Gaviria —responsable por el Sí— de que el No significará la guerra: ya las FARC han anunciado que, de ser mayoritario el rechazo, seguirán negociando la paz. Paz muy necesaria para todos los colombianos —no sólo las víctimas de la violencia y sus familias, los desplazados y los afectados por el narcotráfico— pero que la guerrilla necesita con especial denuedo porque estratégicamente está muy golpeada y en práctico retroceso; tácticamente también la necesita para ocupar un espacio civil que de otra forma ya nunca alcanzaría —y, a la vez, conservar lo conseguido del narcotráfico y la extorsión, en la antípoda del idealismo marxista que en 1964, como brazo armado del Partido Comunista, heredara de las Ligas Campesinas existentes desde 1949. También lo es para el presidente Santos —que sólo remontó recién su popularidad a 32% luego del 21% en mayo—, para quien la paz es su gran meta y su legado histórico.

Cerrar 54 años del principal conflicto guerrillero —en un país en «guerra civil» casi permanentemente desde 1812— es un ansia común en Colombia pero la principal demanda es hacerlo definitivamente.

En poco más de un mes, adherentes y detractores deberán convencer a los ciudadanos que lo incluido en las 294 páginas —297 con firmas— del acuerdo satisface o no todas sus expectativas.

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martes, 16 de agosto de 2016

Pokémon Go, futuro presente


Hasta hace pocas semanas sólo sabía de los pokémones que fue una serie de TV japonesa que veían los hijos de unos queridos amigos cuando llegaba a visitarlos y que —perdón de los fans— jamás se me ocurrió mirar. Por eso no me enteré hasta ahora que su origen era un juego role-playing game —en buen castellano de la RAE «juego de interpretación de papeles»— japonés ideado en 1991 por un coleccionista aficionado de insectos — luego razón de muchos de sus personajes— y que apareció en 1996 con Nintendo, la multinacional japonesa de los videojuegos. Para cerrar este “ciclo historiador”, Pokémon es una contracción del nipón Poketto Monsutā —"monstruos de bolsillo", en inglés Pocket Monsters— y fue tan exitoso que al año siguiente (1997) ya había vendido un millón de copias en Japón y casi un cuarto en EEUU durante la primera semana de venta. Así empezó la leyenda: serie de televisión, naipes, ropa...

Debo declarar que mi experiencia con computadoras se inició en 1974 con una “sofisticadísima" —entonces— Olivetti del CENIC sin pantalla ni programas, para la que había que preelaborar lo que correría en ésta y perforarlo en tarjetas —previa una laboriosa evaluación psicológica “para saber si era apto para trabajar con computadora”, lo que hoy “suena” a prehistoria o irreal—, PacMan no fue de mi agrado y mi experiencia lúdica con juegos de computadora se redujo a curiosear Tetris —¿recuerda aquél videojuego de puzzle soviético (¡wow, ¿era soviético?), “dinosaurio lúdico” de los 80?

Volviendo al meollo, el 6 de julio pasado fue lanzado por regiones este videojuego de aventura pionero en realidad aumentada free-to-play desarrollado para smartphones y el 3 de agosto se desbloqueó para Latinoamérica —¡sólo hace 13 días que nos llegó!
En The New York Times leí que Pokémon Go había llevado a muchos chicos a entrar en museos y bibliotecas —territorios desconocidos— para capturar bichos y algunos los habían descubierto con asombro. Por eso discrepo con un baby boomer como yo que, en un principal medio boliviano, comparaba su “poca utilidad” con la de un nostálgico crucigrama cultural de su infancia —aunque “en mis lejanos” 8 años aprender cada día varios significados en un Larousse era de mis pasatiempos favoritos.

El pasado sábado, alrededor de la una de la madrugada, encontrar un centenar de personas de diversas edades y condiciones socioculturales “cazando” pokémones en una esquina del segundo anillo cruceño me permitió valorarlo. Porque se practica ejercicio al caminar —lo celebran publicaciones médicas internacionales— que reduce la ansiedad —gasta energía—, la depresión —se socializa— y otros desórdenes mentales; se hace turismo para buscarlos los pokémones —761, aún no todos para smartphones— y se conoce la ciudad —con las poképaradas—, se practica realidad aumentada —el juego es usted— y, como mencionó Amy Butcher en NYT, “se ve el mundo en su esplendor”. Además, se lee —buscando información—, se entiende biología, se mejora la relación con los animales y se aprende evolución —¡no sonría!

Y nos trae el futuro al presente: mapas fidedignos y recorridos casi impecables, mezcla de Google Earth y Maps con participación de usuarios anteriores —como Wikipedia—, a modo de Gran Ojo que a Orwell asustaría. También nos constata que muchísimos acceden a la ciudadanía virtual a través de la pantalla de su Smartphone. Una revolución cultural que ya llegó.






 




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viernes, 5 de agosto de 2016

Inclusión de fragmentos de entrevista en el artículo "La política de choque de Choquehuanca" de CH Morales en Qué Pasa?

Analistas y políticos bolivianos cuestionan la estrategia confrontacional y el lenguaje belicista del gobierno de Evo Morales y especialmente del canciller David Choquehuanca, a quien acusan de buscar un posicionamiento interno con miras a una sucesión presidencial.

Por Carlos Morales Peña, desde Santa Cruz, Bolivia Agosto 5, 2016

Por momentos pareciera que la sangre amenaza con llegar al río. No al río Lauca ni a los “manantiales” del Silala en la frontera que comparten Bolivia y Chile, sino a las turbulentas relaciones entre los gobiernos de los socialistas Evo Morales Ayma y Michelle Bachelet Jeria. De fondo: la demanda marítima boliviana por un acceso soberano al océano Pacífico. Dos juicios internacionales están en marcha en la Corte Internacional de La Haya. Uno presentado el 24 de abril de 2013 por La Paz para obligar a Chile a negociar una salida soberana para Bolivia; y, el otro, elevado por Santiago contra Bolivia para que el Tribunal Internacional defina si el Silala es o no un río de cauce internacional.

“Si bien puede ser beneficioso políticamente hacia adentro y coadyuvar al posicionamiento de David Choquehuanca como presunto candidato en reemplazo electoral del actual presidente, en el exterior es potencialmente contraproducente y le resta credibilidad a la posición boliviana”, dice José Rafael Vilar.

Lo anterior, condimentado por la decisión del canciller David Choquehuanca de encabezar una comisión nacional para inspeccionar los puertos de Arica y Antofagasta para denunciar el presunto incumplimiento del Tratado de Paz de 1904. Esto fue considerado en La Paz como un hito en esta política “más allá de los tribunales”. Todo, en el contexto de una realidad política compleja en ambos países. Especialmente para el gobierno de Evo Morales, cuya popularidad se ha puesto en riesgo después de sonados escándalos que estallaron a comienzos de este año y que golpearon en los resultados del referéndum constitucional del 21 de febrero, que le cerró la puerta —por ahora— a una nueva reelección en 2019. La cuestión marítima tiene un efecto inmediato, enciende los fervores nacionalistas y los sondeos se modifican al compás de las afrentas, y la retórica belicista ya entró en escena.
“Cuando un boliviano ve el Lauca le hierve la sangre. Y uno dice: estoy dispuesto a derramar sangre, a pelear para recuperar lo que es nuestro, para reclamar nuestro derecho”, dijo Choquehuanca al diario Página Siete. El vicepresidente Álvaro García Linera tampoco se contuvo y arengó ante efectivos militares que las FF.AA. de Bolivia estaban preparadas para defender su integridad territorial y acusó al gobierno chileno de convertir a Chile en un “Estado pirata” que “utiliza la diplomacia del matonaje de los siglos XVII, XVIII y XIX”. García Linera dijo ante jóvenes soldados premilitares que él mismo estaba dispuesto a derramar su sangre para defender los intereses bolivianos frente a Chile.

Evo Morales cerró la olla de acusaciones de ida y vuelta esta semana asegurando que “Chile actúa con rencor” por el restablecimiento de visas para funcionarios públicos bolivianos en represalia por la comisión que estuvo en Arica y Antofagasta.

CON LA SANGRE EN LAS VENAS
“Hay una constante en el accionar externo del gobierno de Evo Morales en los últimos diez años: su política exterior está destinada más a conseguir réditos internos que a obtener propósitos que coadyuven los altos intereses del país más allá de nuestras fronteras”, dice Fernando Salazar Paredes, ex ministro de Estado y ex representante de Bolivia ante la OEA a principio de los 80. De hecho, le correspondió negociar la resolución de ese organismo en 1983, una de las pruebas usadas por Bolivia para demandar a Chile en La Haya.

Según el ex ministro, las declaraciones realizadas por personeros del gobierno de Bolivia son más para consumo interno, pues hay una necesidad apremiante de convencer a las grandes mayorías del patriotismo del que están imbuidos sus actuales dirigentes: “En lo externo, a más de aumentar el distanciamiento con un país con el que supuestamente queremos dialogar, no tiene ninguna significación real ni trascendencia en términos de conseguir algo que nos reporte un beneficio a nuestros intereses”.

Las críticas también son compartidas por otro ex representante boliviano ante la OEA. Se trata de Marcelo Ostria-Trigo, ex viceministro de Relaciones Exteriores y ex secretario general de la Presidencia de Hugo Banzer. De hecho, estuvo en la comitiva boliviana en el Acuerdo de Charaña celebrado entre los gobiernos de Banzer y Pinochet. “Es un lenguaje lastimero, alejado del que es usual entre dignatarios de Estado. Tiene, además, una elevada dosis de confrontación. Estas autoridades sugieren la posibilidad de un conflicto armado boliviano-chileno con víctimas, seguramente convencidos de que, por lo menos en esta etapa de la historia de América, no se va a producir una guerra”, dice Ostria-Trigo, quien agrega: “Es parte de una pose que no convence a nadie. Hay otras formas —civilizadas, por cierto— de reclamar derechos de un país a otro; son formas respetuosas, claras en la demanda y con objetivos precisos apoyados en afirmaciones creíbles. Esto está consagrado en el trato diplomático cuando se negocia, reclama o denuncia. Los golpes de efecto, si no son en este contexto, resultan contrarios a lo que se pretende conseguir”.

El político sostiene que la demanda presentada por el país ante La Haya apunta a establecer la obligatoriedad de Chile a negociar una salida al mar con Bolivia. En ese contexto y, ante un eventual fallo positivo para su país, las declaraciones confrontacionales y los agravios no contribuyen en nada a crear un clima proclive a la negociación.

Los analistas políticos de La Paz tampoco ven con buenos ojos la arremetida del Palacio Quemado. José Rafael Vilar, analista político, experto en política internacional y procesos globales apunta, incluso, a que la estrategia esté enfocada en una eventual candidatura presidencial de Choquehuanca. “Si bien puede ser beneficioso políticamente hacia adentro y coadyuvar al posicionamiento de David Choquehuanca como presunto candidato en reemplazo electoral del actual presidente, a lo exterior —más en un contexto regional cada vez menos proclive a la política del país— potencialmente es contraproducente y le resta credibilidad a la posición boliviana”, explica a Qué Pasa.

Quien pone otro foco es Iván Finot, analista internacional, ex asesor de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) y miembro de las Maestrías para el Desarrollo de la Universidad Católica Boliviana (UCB), quien sostiene que el lenguaje belicista es aceptado porque, de alguna forma u otra, interpreta el sentir de la mayoría de los bolivianos. Apunta, eso sí, a que el problema estuvo en la comitiva que encabezó David Choquehuanca a los puertos del norte de Chile.

“Las palabras del canciller no me parecen confrontacionales, sino que nacen de un sentimiento que compartimos todos los bolivianos”, argumenta, pero de ahí se lanza con la crítica: “En cambio, la visita no concertada de una delegación de altísimo nivel ocasionada porque nuestros choferes se habían quedado sin garajes y alojamiento en Arica sí me parece inadecuada: la humanidad fue desarrollando protocolos diplomáticos universales para entendernos entre culturas diferentes, en relaciones internacionales para dialogar hay que seguir obligatoriamente esos caminos para evitar la confrontación”.

José Vilar apunta a que la visita de Choquehuanca a Chile fue, a la postre, negativa para los intereses marítimos bolivianos. “Circunstancialmente, en lo que refiere a dificultades para el transporte boliviano en los puertos asignados, cumplió el cometido de constatar falencias y dificultades y denunciarlas. En lo diplomático y de relaciones internacionales, fue muy mal diseñada y realizada, aprovechando Chile para denunciarla con ribetes de ‘intromisión extranjera’”.

PASIÓN AUTODESTRUCTIVA
Fernando Salazar Paredes ensaya, incluso, una crítica más profunda y generalizada a la política exterior del gobierno de Evo Morales. “En una evaluación serena y objetiva de la política exterior del actual gobierno desde sus inicios, necesariamente tendremos que concluir que hay una pasión autodestructiva que emerge de la belicosidad con la que se maneja la relación con ciertos países y la dócil sumisión para con otros”, sostiene el ex ministro.

En este sentido, explica que su país muestra una preocupante tendencia “impulsivamente pendenciera”: “En política internacional, hay reglas de juego objetivadas en tratados, convenciones y convenios. No podemos pretender estar por encima de ellos, debemos respetarlos. No somos todopoderosos, ergo toda acción que se toma, basados en esa ilusoria noción de que somos el ombligo del mundo, tendrá una reacción, a la corta o a la larga”.

“Si algo se puede recomendar a los que manejan —chapuceramente, por decir lo menos— nuestra política exterior, es que tengan más prudencia”, indica.

SIN DIÁLOGO
Pese a todo, el gobierno boliviano demandó abrir una instancia de diálogo entre Evo Morales y Michelle Bachelet. ¿Es razonable el pedido en este contexto? ¿Es viable un diálogo en estas condiciones? La visión de los expertos consultados es bastante pesimista.

“Quienes manejan la política exterior boliviana ¿recién ahora se dan cuenta que Muñoz es un obstáculo para el diálogo? Siempre lo fue, y si lo cambian o no es irrelevante puesto que vendrá otro con la misma posición”, dice el ex ministro Fernando Salazar.

“La guerra verbal que se ha desencadenando con Chile ha llegado a extremos que no se pueden solucionar con un postrer pedido de buscar el diáslogo a nivel presidencial”, dice Fernando Salazar.

El punto es que, según los expertos, el gobierno boliviano necesita tomar conciencia de que el retorno al diálogo será, en adelante, cuesta arriba y cuando, inevitablemente se llegue a él, habrá que iniciar un largo camino para recuperar la confianza, requisito indispensable para sentarse en una mesa de negociación. En política internacional, dicen, no hay borrón y cuenta nueva. Todo queda registrado e incide en futuras negociaciones.

Marcelo Ostria-Trigo advierte: “Parece que ya está resuelto. Chile no acepta un diálogo en este contexto. Habrá que esperar que cambie el ambiente, con una baja de tensiones que produjeron la torpeza compartida. Habrá que explicar que estos excesos se producen porque se trata de un tema muy sensible en la opinión pública, y los personeros oficiales de los dos países se embarcan en una absurda competencia de quién es el más patriota”.

Una opinión similar la tiene José Vilar, quien apunta a que las declaraciones confrontacionales a ambos lados de la mesa hacen del diálogo un elemento inviable. “En el actual momento en que hay una escalada de declaraciones confrontacionales de ida y vuelta y sin la necesaria distensión, para la opinión pública chilena el diálogo en medio de ello puede percibirse como una claudicación, y para la boliviana como una victoria estratégica. Debe primar una distensión que anteceda al diálogo, posiblemente mediada por un organismo creíble; descarto Unasur”, explica.

EL FACTOR MUÑOZ
En Bolivia también llaman la atención las respuestas de parlamentarios chilenos, especialmente de quienes han sido más activos en esta miniguerrilla de declaraciones, como el senador Jorge Tarud, quien disparó hace pocos días en el diario El Deber de Santa Cruz de la Sierra. “Es mejor que Evo Morales guarde el celular y no llame a la presidenta Bachelet”, advirtió a raíz del llamado de Morales para abrir un canal de diálogo directo con Bachelet.

El analista Marcelo Ostria-Trigo responde: “Lamentablemente eso es parte de la escalada de agravios. Me parece que esos senadores y diputados han caído en lo que debían evitar: la confrontación estridente que muestra a funcionarios de ambos países como protagonistas de una discusión de muy bajo nivel”.

Pero el político chileno más cuestionado en Bolivia es, quizás, el canciller Heraldo Muñoz, quien, según Evo Morales, es el mayor obstáculo para un diálogo con Michelle Bachelet.

Al respecto, Fernando Salazar Paredes califica la historia de la relación entre Morales y Muñoz como incoherente. “La incoherencia es una característica de la política exterior de este gobierno. Recuerdo cómo el presidente Evo Morales recibió a este personaje (Muñoz) en el 2012 en palacio con bombos y platillos. Era un funcionario de tercer nivel del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), pero se dio el lujo de ser recibido por el presidente, el canciller y otras autoridades y creo que hasta jugó fútbol con el primer mandatario. Nadie revisó su pasado, nadie deparó en sus antecedentes”, sostiene y agrega: “Muñoz es uno de los pocos cancilleres chilenos que han conocido la Bolivia profunda, pues en los años 80 recorrió gran parte del territorio nacional, especialmente el área fronteriza con Chile y Perú”.
El ex ministro Salazar señala que la supuesta posición “antiboliviana” de Heraldo Muñoz era conocida por las autoridades bolivianas: “Fue crítico de la negociación de Charaña y también fue fustigador del acompañamiento chileno a la resolución de la OEA de 1983 y, apenas posisionado como canciller admonitoriamente dijo: ‘La puerta está cerrada para siempre, hoy y por mucho tiempo’. Quienes manejan la política exterior boliviana ¿acaso recién ahora se dan cuenta que Muñoz es un obstáculo para el diálogo? Siempre lo fue y si lo cambian o no es irrelevante puesto que vendrá otro, tal vez con otro estilo, pero con la misma posición”.
José Rafael Vilar tiene una opinión algo diferente. “Aunque Muñoz haya sido el más activo en las confrontaciones hasta el momento desde el lado gubernamental —del lado político sin dudas el protagonismo lo ha tenido el diputado Tarud—, no lo considero como obstáculo para el diálogo”. Lo que teme, dice, es que de ser reemplazado sea sucedido por alguien más confontacional, como José Miguel Insulza o el mismo Jorge Tarud. Y así, en su opinión, el remedio podría ser peor que la enfermedad.


martes, 2 de agosto de 2016

Perú y Bolivia en la era PPK


La asunción de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) como sexagésimo presidente del Perú ha traído nuevos retos para el país y la región. Perú deberá continuar impulsando el crecimiento de su economía, que desde 2002 ha estado sobre el 4% (excepto en 2009, 2014 y 2015), e incluso mayores al 8% —2007 (8,5%); 2008 (9,1%), 2010 (8,5%)—, y del cual PPK fue artífice como ministro de Economía y presidente del Consejo de Ministros, desarrollo ligado a la amplia apertura comercial del país por su integración a la Alianza del Pacífico y al Acuerdo Transpacífico, los 49 tratados de libre comercio firmados y con la Comunidad Andina y con Mercosur. Además, recuperar la confianza de la ciudadanía en sus gobernantes (bastante menguada en los últimos años) y, primordial, mantener el equilibrio con un Congreso donde tiene poco menos del 14% de presencia y que es dominado (56%) por la derecha populista del fujimorismo (Frente Popular), y que en la izquierda (Frente Amplio) tiene su segunda fuerza (15%); por lo que está obligado a realizar hábiles negociaciones, y para ello ha conformado un gabinete tecnocrático y no político, dejando esas funciones a sus dos vicepresidentes. Este panorama condice las líneas de gobierno que ha planteado, de una economía liberal: formalización, infraestructura, promoción de inversión, transparencia y honestidad, Estado de derecho; con compromiso social: agua y saneamiento, salud pública de calidad, lucha contra la discriminación e inseguridad.
Estos datos son interesantes para entender el futuro de las relaciones exteriores peruanas. En lo global, Perú tenderá a reforzar su apertura económica e integración hacia el Pacífico; mientras que lo ideológico, en un contexto regional cada vez menos de izquierda, será poco o nada prioritario. Respecto a los países vecinos, PPK manifestó que se van a priorizar las relaciones diplomáticas con los que Perú ha tenido problemas (Ecuador y Chile); las relaciones comerciales con los que forman parte de la Alianza del Pacífico (Colombia y Chile), así como con Bolivia (centrales en sus decisiones exteriores). En cuanto a las cifras, en 2014 el intercambio con Ecuador superó los $us 2.380 millones (desfavorable a Perú en más de $us 580 millones), con Chile fue más de $us 2.757 millones (favorable a Perú en más de $us 293 millones), y con Bolivia fue de $us 1.183 millones (favorable a Perú en $us 115 millones); lo que muestra la existencia de asimetrías en los intercambios comerciales con estos tres países vecinos, lo que sin duda afectará futuras decisiones.
Respecto a la actual situación crítica entre Bolivia-Chile, Perú es muy relevante, tanto por su capacidad decisoria (establecida en el Tratado de Lima de 1929 en caso de que se alcance un acuerdo entre Bolivia y Chile para ceder territorios que pertenecieron a Perú antes de la guerra de 1879-1883), y por la relevancia que está dando Bolivia a la implementación de los beneficios incluidos en el Protocolo Ilo II, del que aún el Congreso peruano no ha ratificado el dictamen aprobado por su Comisión de Relaciones Exteriores en 2013 (bastante menguado respecto a lo suscrito en 2010 y modificado en 2012), además de que las condiciones en los puertos de Matarani y de Ilo aún sean muy insuficientes (además de aumentar la distancia para la transportación desde Bolivia) y requieren grandes inversiones y trabajos durante al menos una década, según expertos, antes de su puesta en total funcionamiento.
Aun así, la realidad ha demostrado que los tecnócratas liberales (más pragmáticos y menos ideologizados) pueden ser menos complicados negociadores.

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