martes, 27 de agosto de 2019

Desastres inhumanos



El domingo encontré en un periódico nacional un necrológico demoledor: «Con el dolor e impotencia de todo un país, lamentamos anunciar el fallecimiento de que en vida fue un lugar mágico, lleno de fauna y flora, que supo brindar desprendidamente oxígeno no sólo a los bolivianos sino al mundo: PARTE DE LA AMAZONÍA BOLIVIANA Q.E.P.D.» Una agonía que no acaba por la imprevisión, el cálculo político-electoral, el egoísmo, la ceguera de gestión y con declaraciones inescrupulosas que avientan temeraria y falazmente a ajenos sus responsabilidades. Y aunque ese necrológico y mi descripción de causas se referían a Bolivia, a pie juntillas son válidas también para Brasil.

¿Por qué lo digo? Imprevisión, porque ni Brasil ni Bolivia tomaron los recaudos adecuados para solucionar la crisis en sus inicios ni, menos, prevenir; la diferencia está que Brasil puede movilizar 44 mil soldados (como lo ha hecho) de una vez, con muchos recursos (y no niega la ayuda argentina); nosotros, cada día de demora (de nuestro “dejen hacer, dejen pasar que todo se arregla”) nos cuesta miles de hectáreas y animales incinerados, muchos damnificados y muchos menos recursos imprescindibles, ahora que el gas deja de ser aceleradamente nuestro comodín de un desarrollo que no llegó.

Cálculo político-electoral, porque en Brasil “liberar” su Amazônia (nuestra Amazonía) era una promesa electoral para empresarios y campesinos (y con ello no libero de culpa alguna a las administraciones petistas, que también dejaron avanzar sobre la selva, aunque sin anuncio declarado) y aquende la entrega de tierras (inclusive en reservas como Tucabaca y Paquío, ahora quemadas) a “colonos” trasplantados de Occidente con el objetivo de reconfigurar el panorama de votos a favor del MAS.

Egoísmo, porque en ambos países la destrucción irresponsable de bosques y selvas con el argumento de “ampliación de la frontera agropecuaria” no consideró para nada el desarrollo sostenible ni las afecciones que provocaría, voracidad con mucho de avaricia de algunos empresarios y colonos de ambos países con complicidad (no indolencia) de sus gobiernos.

Ceguera de gestión cuando a la imprevisión y a la lentitud de reacción gubernamental (parsimonia indolente), en Bolivia la declaratoria de Desastre (y la reciente aceptación de ayuda internacional “para el miércoles” como si al Ejecutivo costara angustias aceptarla) se sigue alargando porque significará las graves equivocaciones de la Ley N° 741/2015 que autoriza los desmontes hasta 20 hectáreas y del Decreto Supremo N° 3973/2019 (por mencionar los más directos) que autorizó, un mes antes del inicio de los incendios, chaqueos "controlados" y modificó el Decreto Supremo N° 26075/2001 que protegía más de 41 millones de hectáreas como Tierras de Producción Forestal Permanente, justificándolo con «el crecimiento poblacional, incremento de la demanda interna y externa de alimentos […] hacen necesario asumir medidas estratégicas tendientes a ampliar las superficies para cultivo y producción agrícola y ganadera, a través de la apertura de la frontera agropecuaria».  

Por último, declaraciones oficiales temerarias que en Brasil atribuyeron los incendios a ONGs ambientalistas e indígenas (aseveraciones luego reculadas) y en Bolivia a la oposición “para pedir ayuda internacional”.

Los fuegos en ambos países (y ahora en Paraguay) y el humo, que cubre gran parte de Bolivia y Brasil (puso a São Paulo a oscuras), Paraguay, Argentina y llega a Uruguay y Perú, han “incendiado” al G7 y suscitado fuertes críticas y denuncias de muchos (ONU e Iglesia incluidos) a ambos gobiernos. Ojalá no sea demasiado tarde.

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martes, 13 de agosto de 2019

Argentina: ¿pasito pa'lante o pasito pa'trás?



El termómetro electoral argentino, las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), terminaron este domingo con un marcado resultado que beneficiaba al binomio Fernández-Fernández: cuando escribía estas líneas (a las casi 23 horas del domingo 11), con el 85,05% de los votos escrutados de una participación cercana al 75% —más alta que en 2015: 72%—, el Frente de Todos (Alberto Fernández-Cristina Fernández) obtuvo el 47,22% y se impuso por casi 15 puntos sobre Juntos por el Cambio (Mauricio Macri-Miguel Ángel Pichetto) que alcanzó el 32,66%. «Hemos tenido una mala elección», reconoció el presidente Macri al conocerse la tendencia irreversible. 

Las PASO argentinas, además de su utilidad práctica para seleccionar candidatos (este año en la línea presidencial, todos las diez organizaciones y alianzas participantes iban con candidato único, lo que casi conllevó el cancelarlas), son el termómetro del rechazo o aceptación de las candidaturas, sobre todo ahora demostrado el nivel de importancia que tiene el kirchnerismo aún, bastante magullado en las de medio término de 2017 pero ahora “aparentemente” reacomodado.

Antes de analizar cómo esto influencia en el panorama electoral para octubre, el límite de 1,5% de los votos emitidos para seguir en campaña electoral y participar en primera vuelta el 27 de octubre fue superado, además  de por el Frente de Todos (kirchnerista) y Juntos por el Cambio (centroderecha), por Consenso Federal (centroderecha-centro, peronismo no kirchnerista: Roberto Lavagna y Juan Manuel Urtubey con el 8,39% de los votos), el Frente de Izquierda Unidad (libertario-marxista trotskista: Nicolás del Caño y Romina del Pla con el 2,88%), el Frente Nos (derecha: Juan Goméz Centurión y Cynthia Hotton con el 2,64%) y Despertar (liberal: José Luis Espert y Luis Rosales con el 2,23%). Por su parte, fueron descartados de participar el Movimiento al Socialismo (izquierda marxista: Manuela Castañeira y Eduardo Mulhall con el 0,68%), el Frente Patriota (derecha-ultraderecha: Alejandro Biondini y Enrique Venturino con el 0,23%), el Movimiento de Acción Vecinal (centroderecha: Raúl Albarracín y Sergio Pastore con el 0,17%) y el Partido Autonomista Nacional (liberal autonomista: José Antonio Romero Feris y Guillermo Sueldo con el 0,12%).

La influencia de estos resultados en octubre es que de darse una segunda vuelta, la unión hipotética de todos los votos antikirchneristas y no marxistas sólo alcanzaría el 45,81%, lo que implica que el oficialismo tiene una difícil situación, más compleja que en 2015, cuando Cambiemos en primarias obtuvo 30,12% como segundo tras el 38.67% del kirchnerista Frente para la Victoria —aunque en porcentaje obtuvo menos que ahora, la diferencia fue significativamente menor: el 8,55%—, para remontar en primera vuelta al 34,15% —el FpV obtuvo el 37,08%— y ganar en segunda vuelta con el 51,34% 51.34 —FpV: 48.66%.
Contra el macrismo pesa que el gradualismo de Cambiemos no logró los éxitos económicos prometidos porque buscó evitar un terremoto político, sumado además el contexto económico internacional desfavorable y la guerra permanente del kirchnerismo y sectores inmovilistas del justicialismo.

Como balance, la asociación de Sergio Massa con ambos Fernández no trasvasó al kirchnerismo todo el 20,57% que Massa obtuvo en las primarias del 2015 porque, del 59,24% sumados del kirchnerismo y el massismo en 2015, ahora unidos pierden el 12,02%, posiblemente cansados los electores del massismo de los culipandeos de su líder y sus transfugios políticos.

Falta para las elecciones.  Veremos qué pasa, sobre todo con la clase media argentina, el bastión del macrismo.

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domingo, 11 de agosto de 2019

¿Qué se juega Argentina en las PASO?



Las PASO argentinas de este domingo, más que una utilidad práctica para seleccionar candidatos (en la línea presidencial, todos las principales organizaciones y alianzas van con candidato único, lo que casi conllevó el cancelarlas), es porque será el termómetro del rechazo o aceptación al oficialismo y el nivel de importancia que tiene el kirchnerismo aún, bastante magullado en las de medio término de 2017 pero ahora “aparentemente” reacomodado.

Primero, es muy cierto que la gestión de Cambiemos (el macrismo) no logró los éxitos económicos que prometió en 2015. El gradualismo (la política de avance de medidas sin sobresaltos ni políticas de choque que implementó Macri) no logró los éxitos esperados por varias razones, entre ellas porque no supo medir realmente lo que le dejaba el kirchnerismo (algo entendible, después de años de falsos datos y estadísticas mendaces) y no quiso crear un terremoto político. También el contexto internacional (el fin del boom de las materias primas y, más cerca, la guerra comercial entre EEUU y China) les fue desfavorable pero, sin dudas, un factor importante fue la guerra interna del kirchnerismo (herido pero no muerto) y de algunos sectores inmovilistas del justicialismo. Segundo, el kirchnerismo se benefició de ese boom y de la correlación de fuerzas regional financiada por el chavismo; prebendalismo, corrupción, nepotismo y aislamiento fueron sus recetas pero para la amplia masa de sectores de niveles D y E era, como en la época de El General y su Evita, una “bendición” que fomentaba los ni ni que aprendieron, una vez más, a vivir de la teta munificente del Estado.

Ahora, un macrismo con nuevas incorporaciones y con una economía deficiente pero en presunta recuperación se mide con un kirchnerismo que se autosupone maquillado sin estarlo pero que sobrevive de los dineros robados y de la añoranza del clientelismo.
Este domingo, todos sabremos quién es el más aceptado de los dos binomios: el de los corruptos y los prebendalistas, el de la marcha atrás, o el de la clase media (la más afectada siempre) y el del reto de recuperar la Argentina, el del aún tímido avance. Esperemos.