martes, 27 de febrero de 2018

2018, 2019, 2020: La nación plagiada


“El paro cívico fue un secuestro colectivo.” [El Deber, 22/02/2018]

Lo dicho por la señora presidente de la Cámara de Diputados de la Asamblea Legislativa Plurinacional de Bolivia tras el exitoso —para quien participó o haya visto las imágenes en cualquier medio— y no partidario paro cívico del 21F me permitió una visión muy esclarecedora de los próximos años aunque por razones diametralmente opuestas a las de ella.

La frase —que explícitamente reconoce el resultado del paro (no importa cuán consciente fue ese reconocimiento) y que, además, ya en julio anterior, cual libreto ideológico, la dijo en Venezuela un funcionario madurista refiriéndose a las masivas protestas que pararon ese país— es muy válida para entender cómo será Bolivia hasta el 22 de enero de 2020 y después inclusive: un país plagiado por la disputa del prorroguismo, matizado cada vez más por la economía en contracción —con varios condicionantes damoclianos: la renovación de contratos de exportación de gas (urgidos de descubrimientos exitosos y explotaciones efectivas) y el largo período sin ingresos para compensar el take or pay con Brasil; el alto y creciente endeudamiento público y privado, y el perverso equilibrio entre la burbuja inmobiliaria y el pago de los créditos bancarios (según la Asfi, 48% de los prestatarios son buenos pagadores, lo que hace que 52%, más de 785 mil, no lo son), entre otros y más allá de discursos y columnas exitistas—, el aislamiento regional, el colapso del bloque del socialismo 21 —debacles económicas populistas, corrupción incluida— y, de colofón, la esperada definición de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, todo ello junto con una oposición partidaria dispersa y asaz enfrentada entre sí en beneficio oficialista —como recién en la Asamblea—; un país secuestrado en la dicotomía del SÍ y el NO y con un futuro próximo de oposición partidaria reactiva y disgregada, sólo enarbolando la bandera del fin del evismo, de un lado, y del otro, oficialista, con el discurso de glorias apropiadas (la bonanza de crecimiento y distribución fue una coyuntura externa) y expectaciones con un proyecto de desarrollo (la Agenda del Bicentenario) basado en presupuestos que fueron y ya no son.

En final de cuentas y más allá de sus objetivos políticos, partidos de oposición y oficialismo se debaten en encrucijadas comunes: En ambos, ningún líder —excepto aún Evo Morales Ayma para el oficialismo y descartando a Carlos de Mesa Gisbert por autoexclusión— tiene confianza ciudadana suficiente; ambos urgen de un Proyecto País, del que adolece el arco atomizado y reactivo de partidos opositores mientras el oficialismo urge de recrearlo, sumando a lo explicado para la Agenda del Bicentenario el que muchas de sus banderas originales —Madre Tierra, indigenismo, socialismo comunitario— quedaron en discurso o excluidas, reduciéndose las bazas a resultados favorables en la CIJ, hipotéticas alzas de los commodities —irreales por buen tiempo— e ilusorio regreso al poder de nuevos gobiernos socialistas 21.  

En conclusión, doy tres hipótesis de segura confirmación: ila oposición partidaria, para sobrevivir, necesita de una profunda refundación sin sectarismos y de un Proyecto País; iicon las vigentes reglas electorales, el oficialismo camina a un suicidio —moral y político— con Morales Ayma de candidato por su creciente rechazo y otro mayor —electoral— sin él por el “efecto Caudillo”, y iiilas plataformas ciudadanas continuarán en su avance propositivo, impelidas de cohesionarse como única forma de proponer nuevos liderazgos efectivos.
 

Información consultada


domingo, 25 de febrero de 2018

Un año clave para definir rumbos en Latinoamérica


2018 es un año pleno de elecciones latinoamericanas presidenciales y legislativas que ayudarán a solidificar tendencias o —esto más hipotético— recomponer ejes. 

Costa Rica, Cuba, Colombia, Paraguay, Venezuela, México y Brasil elegirán presidentes —Costa Rica ya votó en primera y va a ballotage— y sus resultados clarificarán el panorama regional —junto las ambas de Chile y las legislativas de medio término argentinas del pasado año—; algo que la consulta popular hecha en Ecuador y las legislativas próximas de El Salvador —con tendencia al descalabro del izquierdista FMLN gobernante— reafirmarían.

Para Cuba, su elección presidencial indirecta en abril vía sus asambleístas nacionales elegidos en marzo mantendrá hasta entonces la incertidumbre si termina la dinastía Castro con la salida del Ejecutivo de Castro Ruz el Menor (pero sin dejar el Poder porque sigue dirigiendo el Partido) junto con la generación insurrecta que ganó en 1959 para la ascensión de un civil (Miguel Díaz-Canel Bermúdez) al estilo soviético o se prorroga al estilo coreano en Alejandro Castro Espín, uno de los hijos del actual presidente. Sea cual  escenario se dé, éstas y las presidenciales y legislativas de Paraguay sólo reafirmarán sus status quo.

De ellas, por proximidad y trascendencias, Colombia, Venezuela y México darán pautas, mientras las de Brasil —en octubre— aún tienen muchas incertidumbres, incluida la participación de Lula da Silva —por su condena— y Temer —si la recuperación económica ayuda a su apuesta—, con el derechista Jair Bolsonaro y el socialdemócrata Geraldo Alckmin gravitando.

En Colombia se mide el Legado Santos a través del éxito de la participación de los antiguos guerrilleros de las FARC pero —por el rechazo masivo que ésta ha suscitado, atribuido a “la derecha” (¿acaso podía ser a otro?)— podría ser su segunda derrota después del fracaso del referéndum de 2016, a lo que podría sumar las victorias de los candidatos del uribismo. Por su parte, México se debate entre el populismo de MORENA, el fracasado continuismo del PRI o la propuesta —desde la centroizquierda a la derecha— de la alianza PAN-PRD, ésta la que, a fin de cuentas, probablemente podría vencer el 01/07.

Las presidenciales de Venezuela —presuntamente ampliadas ahora con las legislativas más para barrer los espacios opositores— es el último esfuerzo de la narcodictadura de Maduro por forzar prorrogarse a como dé lugar, concitando la no-complicidad de los opositores, el rechazo y aislamiento mayoritario internacional y el deslave de los últimos vestigios democráticos.


Información consultada

https://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_Mario_Díaz-Canel_Bermúdez

domingo, 18 de febrero de 2018

Entrevista publicada en "El Mercurio" de Santiago de Chile


http://www.emol.com/noticias/Internacional/2018/02/17/895438/Entrevista-a-Jose-Rafael-Vilar-autor-del-libro-Auge-y-caida-del-socialismo-del-siglo-XXI.html

martes, 13 de febrero de 2018

Latinoamérica vota y decide en 2018


Costa Rica, Ecuador, Cuba, El Salvador, Colombia, Guatemala, Paraguay, Venezuela, México, Brasil y Perú votarán este año en sucesión cronológica —Costa Rica y Ecuador ya lo hicieron y en algunos será más de una vez— y podrán reconformar el panorama político regional, hacia una tendencia u otra.

Ya el año anterior, Chile —con sus presidenciales y legislativas— y Argentina —con sus legislativas de medio término que posicionaron líder electoral a la coalición gobernante CAMBIEMOS— afirmaron su opción con la centroderecha. Del lado de la ALBA, hubo tres elecciones: la primera en Ecuador — legislativas y dos vueltas presidenciales— dio victoria por la mínima al prorroguismo del socialismo 21 sin Rafael Correa: dejaba un presunto delfín que, al poco tiempo, desconcertaría al correísmo, a la oposición y a todo el país y la Región con la ruptura entre el nuevo mandatario y su antecesor y la fractura del partido de gobierno, moviendo al país desde el socialismo 21 a un equilibrio de centro-centroizquierda abierto al dialogo. La segunda fue en Venezuela para elegir la Asamblea Nacional Constituyente, proceso denunciado fraudulento hasta por la empresa encargada siempre del voto electrónico; la tercera fueron las segundas elecciones judiciales en Bolivia, donde los votos nulos y en blanco aumentaron de la primera de 2011 —en las que también ganaron—: el promedio nacional de blancos y nulos sumados —el voto rechazo— fue de 66,75%.  

De los comicios de este año: presidenciales y legislativos (Costa Rica, Colombia, Paraguay, México y Brasil), presidenciales (Venezuela), legislativos (Cuba, presidenciales indirectas), municipales y legislativos (El Salvador), municipales y regionales (Perú) y referendos (Ecuador y Guatemala), los de Ecuador, Cuba, Colombia, Venezuela, México y Brasil son los más esperados.

La Consulta Popular —referendo constitucional— ecuatoriana fortaleció al actual presidente y dos de sus siete preguntas aprobadas mayoritariamente desmontan la herencia correísta: la anulación de la relección indefinida —regreso a la Constitución de 2008 y la renovación inmediata del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, herramienta fundamental del correísmo para la cooptación de Poderes.

Cuba y Colombia despiertan interés: la primera, porque la generación de la Revolución sale del Ejecutivo —no del Poder— y la incertidumbre de quién al final será el Elegido; la segunda, por los resultados de los antiguos guerrilleros, medida del proceso de paz. Los de Venezuela serán otra maniobra del madurismo para aparentar legitimidad en medio del rechazo de la mayoría de la Región y otros.

En Brasil y México, las mayores economías, dos líderes de izquierda populista intentan tomar el poder y cambiar el signo actual: López Obrador en México —su tercer intento, “surfeando” la ola antiTrump—, puntea pero, como en las anteriores, al final fracasará; Lula en Brasil, cargado de juicios por corrupción y condenado, la tiene más difícil. Ambos aprovechan nostalgias político-económicas y el descrédito de la clase política —a la que ambos pertenecen.

Las derrotas de López Obrador y Lula y la segura continuidad a la derecha en Colombia ajustarían un eje centroderecha-derecha entre los grandes: México-Colombia-Perú-Chile-Brasil-Argentina, con la afinidad de muchos otros y la debilidad creciente del eje socialista 21: Cuba-Nicaragua-Bolivia-Venezuela. Lo contrario, menos posible, alargaría un poco el fin de la corriente y les provocaría menos gobernabilidad.



Información consultada


lunes, 12 de febrero de 2018

Venezuela: hacia el fin de la impunidad


La declaración de la Fiscal de la Corte Penal Internacional sobre la “apertura de exámenes preliminares sobre la situación en Venezuela [que] analizará crímenes presuntamente cometidos [...] al menos desde abril de 2017”, principalmente de fuerzas de seguridad del Estado pero también de algunos grupos de manifestantes violentos, junto con el recrudecimiento de las sanciones de la Unión Europea y el rechazo del Congreso peruano a la presencia de Maduro en la Cumbre de Las Américas conforman el cada vez más restringido panorama para el madurismo, urgido de una nueva aparente legitimación con las convocadas elecciones presidenciales —como fue con la Asamblea Nacional Constituyente  que lo “oxigene” a través de un seguro megafraude electoral.

La solidaridad internacional y las casi dos mil pruebas que la destituida Fiscal General Ortega Díaz presentó a la CPI posibilitaron este primer paso, que podría continuar con la investigación y procesamiento de la cúpula gobernante por crímenes de lesa humanidad. El gobierno de Venezuela está obligado a este proceso como Estado signatario del Estatuto de Roma que sustenta a la CPI y que la faculta a “ejercer sus funciones y atribuciones [...] en el territorio de cualquier Estado Parte”.

Información consultada

http://www.elmundo.es/internacional/2017/06/18/594578c546163fb8408b4592.html