martes, 28 de julio de 2020

Llegamos al mañana por la puerta de atrás



Cuando el 11 y 12 de noviembre, recién convaleciente de una delicada operación, seguí en televisión y medios virtuales la renuncia y huida del doble defraudador Evo Morales Ayma y el posterior acuerdo de transición constitucional —ejemplo de consensos mínimos— y pensé que podíamos llegar a vivir un mejor mañana. Hoy, tras la grave epidemia, la iniciada crisis económica y el permanente enfrentamiento político, entiendo que “llegaremos por la puerta de atrás”.

Estos días, leí dos publicaciones sobre el carácter de transición del gobierno actual. Uno era del último zoon politikón boliviano: el expresidente Jaime Paz Zamora —conste que no le tengo ninguna adherencia— y el otro de la exdiputada, exprecandidata presidencial años ha y politóloga Jimena Costa Benavides. Aunque tengo varias discrepancias con ambas publicaciones, coincido plenamente en que el actual gobierno de Jeanine Añez Chávez es de plena sucesión constitucional pero no lo conceptuaría de transición: Para justificarlo y señalar diferencias con ambos, expondré mis razones.

En stricto sensu, el gobierno de la presidente Añez Chávez asumió el ejercicio del Ejecutivo con el propósito de realizar elecciones transparentes en Bolivia y el fraude se sustituyera por el ejercicio de la voluntad popular: desde el inicio y hasta el 22 de marzo —inicio del frenazo de las actividades no imprescindibles por la propagación interna del COVID-19— trabajó prioritariamente para la transición a un nuevo gobierno elegido democráticamente. Las urgencias de la epidemia y las electorales de algunas tendencias impidieron que produjera la efectiva transición para dar al próximo gobernante —quien fuera, ajeno al MAS— la oportunidad de continuar la imprescindible reingeniería del Estado y su legalidad; por el contrario, el gobierno de Añez Chávez ha tenido que abocarse a contener la epidemia —desde las graves carencias en salud dejadas por el cuatroceno masista y con la falta de recursos que se dilapidaron desde el anterior período—, paliar la carestía en la microeconómica de la población —incidiendo en ese empeño nuevamente la falta de recursos dejados—, prevenir la conflictividad social azuzada por el masismo —terrorismo muchas veces—y, a la vez como era su mandato, lograr un nuevo gobierno elegido mayoritariamente y con todas las garantías de ejercicio de derechos y transparencia.

El gobierno de la presidente Añez Chávez sin dudas ha tenido errores continuados achacables a la inexperiencia en el ejercicio de gobernar y consecuente improvisación; también casos de nepotismo y corrupción —el principal: de los respiradores, consecuencia de no haber actuado desde el inicio en desmantelar de masistas los niveles de decisión de la función pública—, y no ha logrado una adecuada comunicación desde el Estado. Todo agudizado por el continuo enfrentamiento —partidario y legislativo— instruido desde Buenos Aires, la falta de acuerdo del arco de fuerzas democráticas —desunidas en fase electoralista y trascendido a la sociedad—, además de descoordinaciones internas. No obstante a todo ello, las luces resultantes son más que las sombras.

Tres candidatos han ejercido o ejercen la presidencia: Añez Chávez, Carlos de Mesa Gisbert y Jorge Quiroga Ramírez, los dos primeros hasta ahora con posibilidades y ya descartadas para el tercero. Los tres han gobernado por sucesión constitucional pero sólo el de Quiroga Ramírez fue de paso entre el inicio de la crisis institucional del país con Bánzer Suárez y su explosión con Sánchez de Lozada; por el contrario, De Mesa Gisbert intentó —fracasadamente— gestionar la crisis y Añez Chávez aún lo intenta.

Deseo que todos nuestros políticos se munan de lo que Salomón pidió: «espíritu atento para gobernar […] y para decidir entre lo bueno y lo malo». Nos urge.

Información consultada

miércoles, 22 de julio de 2020

Entrevista sobre proceso electoral, derechos políticos y pandemia


Con el constitucionalista José Luis Santistevan en El Deber Radio https://www.facebook.com/eldeberradio/videos/861354401358000/.

martes, 14 de julio de 2020

El elegir en los tiempos del COVID



«La epidemia […] había causado en once semanas la más grande mortandad de nuestra historia». [Gabriel García Márquez]

Parafrasié El amor en los tiempos del cólera (1985) porque hoy —como el mismo impacto que tuvo el cólera en Colombia entre 1849 y 1850 y motivó la novela— el COVID-19 causa la mayor mortandad documentada en tiempo real que hayamos conocido. No sé si alguna Fermina Daza verá a algún Florentino Ariza, pero sí que el tema electoral —a pesar de la endemia creciente— se nos instala, a veces concebido como panacea y otras como azote en su —hasta ahora— inmediatez.

Concluía mi anterior columna (Rumbo a la nueva ‘(a)normalidad’) asegurando que la siguiente sería con menos pandemia y más elecciones. La realidad da dosis de ambas.
Un amigo querido me facilitó la Guía para organizar elecciones en tiempos de pandemia de la OEA. Interesante documento, casi un vademécum de todo lo posible electoralmente en estos tiempos de COVID pero que, en su lectura, me detuvo en su Capítulo “Celebrar o postergar. El dilema de las elecciones”: «Mantener una fecha preestablecida puede tener implicancias sanitarias y poner en peligro la salud de las personas. Posponer la celebración acarrea consideraciones constitucionales y legales»; y propone cuatro factores de análisis: CONDICIONES DE SALUD, MARCO JURÍDICO, ACUERDOS POLÍTICOS y FECHA. Me centraré en salud y fecha.

Muchos países han postergado sus diversas elecciones por el coronavirus. En Latinoamérica lo han hecho Bolivia y República Dominicana (generales), Chile (plebiscito), Uruguay y Paraguay (municipales), México (algunas estatales), entre otros. Las de República Dominicana se postergaron del 17 de mayo al 5 de julio, en medio de mucha tirantez política y poco más del 55% de participación, con morbilidad (casos detectados x 100 mil habitantes) de 433,8, recuperados el 47,1% del total de casos y mortalidad sobre morbilidad del 2,0%, todos datos hasta el domingo pasado (Bolivia ese día tenía 405,7 de morbilidad, 30,4% de recuperados y 3,7% de mortalidad sobre morbilidad). Otro ejemplo de lo que pueden representar elecciones fue el de las municipales francesas: La primera vuelta el 15 de marzo (dos días antes de declarar cuarentena) tuvo el 44,0% de participación; la segunda vuelta el 28 de junio (postergada del 22 de marzo) tuvo el 40% de participación, con más de 208 mil afectados, más de 30 mil fallecidos y 36,4% de recuperados.

Eso nos lleva al factor fecha. Según el estudio del 7 de julio del Institute for Health Metrics and Evaluation de la Universidad de Washington en Seattle (reconocido por la OMS), Francia el 28 de junio estaba ya en el menor nivel de sus contagios y República Dominicana el día de la elección estaba en una etapa baja de su curva de contagios (aunque el IHME augura que alrededor del 20/7 le crezcan geométricamente los casos). Bolivia, en ese mismo estudio proyectivo y con las condiciones de flexibilización actuales, se proyecta con 58 mil casos promedio al 6 de septiembre.

Pero hay opciones, la diferencia es la posibilidad. En Galicia hubo elecciones este domingo, con rígidas condiciones de bioseguridad y votó casi el 59%; pero España está en fase de salida de la epidemia y la población gallega es casi la sexta parte de la boliviana repartida por un 2,7% de la superficie boliviana, además que muchos votaron por correo y el voto no es obligatorio. Islandia (su población es el 3,1% de la nuestra) votó durante varios días. En otros hay voto electrónico, con menos contacto. ¿Podríamos implementar alguna —o algunas— de éstas para el 6 de septiembre?

Y aún quedaría otra posibilidad: acuerdos políticos serios. Valdría la pena que la mayoría democrática los considerara, aunque signifique desarmar consignas y limitar ansiedades.

Información consultada

miércoles, 1 de julio de 2020

Tres escenarios marcan el ritmo de la pandemia hasta el día de las elecciones



El 31 de diciembre de 2019 todos nos enteramos que en China había surgido una nueva enfermedad provocada por un coronavirus, aunque nuevas informaciones cada vez retrasan más el inicio de los contagios. Poco después, el 13 de enero, se produce el primer caso de coronavirus detectado fuera de China, el de un ciudadano chino que había viajado a Tailandia procedente de Wuhan y el 2 de febrero en Filipinas sucede la primera muerte por coronavirus fuera de China. El resto es la historia del virus más informado —verdadera infodemia de verdades y bulos— y expandido desde que la Peste Antonina pusiera a temblar al mundo antiguo entre 165 y 180 d.J.C.

En este siglo 21, el COVID-19 es la cuarta pandemia de origen zoonótico (virus transmitidos entre animales y humanos), todos iniciados como un severo brote regional y expandidos rápidamente al resto del mundo. Los tres provocados por coronavirus fueron: entre 2002 y 2004 el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS), una enfermedad respiratoria aguda originada en China y causada por el coronavirus SARS (SARS-CoV) mucho más grave que otras infecciones por coronavirus, con baja morbilidad (contagio x cien mil habitantes) pero con una tasa de mortalidad (porcentaje de fallecidos respecto a contagiados) alta de alrededor del 10%, en los 30 países que se diseminó; el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS), también una enfermedad respiratoria aguda grave causada por otro coronavirus, el MERS (MERS-CoV),  informada por primera vez en 2012 en Arabia Saudita y Jordania, con muy baja morbilidad y relativamente alta mortalidad, expandido hasta 2019 a 27 países en todo el mundo, y ahora el COVID-19, una enfermedad respiratoria aguda, a veces muy grave, causada por el nuevo coronavirus SARS-CoV2, con muy alta morbilidad pero, usualmente, baja tasa de mortalidad (alrededor del 5% promedio en 188 países). El cuarto (antes del MERS: 2009-2010) fue la gripe A (H1N1: Virus H1N1/09 Pandémico), variante del Influenzavirus A, conocida como gripe porcina y originada en los EEUU con alta morbilidad y muy baja mortalidad. Todas se diseminan de persona a persona a través del contacto con secreciones infectadas, principalmente por contacto directo con gotitas respiratorias o a través del contacto con una superficie contaminada por éstas.

Volvamos a nuestra Región. Bolivia fue de los últimos países latinoamericanos en tener los primeros casos de coronavirus.

¿Con qué contábamos? Un sistema de salud muy deficiente, productos de décadas de falta de inversión adecuada en infraestructura, equipos técnicos y personal de salud, escandaloso en el último período 2006-2019 cuando hubo los mayores ingresos y se denegó potenciar la salud. Vale la frase del entonces presidente Evo Morales que prefería construir canchitas de fútbol a hospitales.

Ante el ingreso de la epidemia —no fue oficialmente pandemia hasta el 11 de marzo, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) la declaró así—, como todos los países progresivamente afectados Bolivia tuvo que reordenar sus prioridades hacia el control de la propagación de la enfermedad, ya sea por contagios exógenos —provenientes de los dos focos principales de coronavirus entonces: China y Europa— o endógenos, mediante los contactos locales. Tras el cierre de todas las fronteras y la suspensión de vuelos —política generalizada mundial—, empezó una serie de determinaciones, tanto a nivel del sistema de salud pública, el comportamiento social (cuarentena rígida) y las medidas económicas (bonos, reducción de tarifas, postergación de créditos, entre otros), que fueron —con las particularidades, posibilidades y creatividad gubernamental que Bolivia tuvo— similares a nivel internacional pero agravadas por dos aspectos fundamentales e intrínsecos: el mandato transicional del Gobierno nacional y la obligación de realizar elecciones para sustituir las fraudulentas de octubre de 2019; súmeles el déficit fiscal y la deuda externa heredados del cuatroceno anterior, la cada vez más férrea oposición de los seguidores del anterior régimen —desde la Asamblea Legislativa Plurinacional, con mayoría absoluta, y desde los focos de poder en algunas regiones, sobre todo el Chapare y altiplano— y la permanente crítica de sectores de la denominada “oposición democrática” —contaminadas por el tema electoral.

No voy a entrar en qué hizo o no hizo factualmente el Gobierno de Janine Áñez Chávez —no es mi objetivo de análisis— sino voy a exponer el desarrollo y estado de la pandemia —cada vez más convertida en endemia para nosotros y el resto del mundo.

Desde el inicio de la pandemia hasta la mañana del martes 30 de junio, a nivel mundial se habían detectado casi 10 millones 500 mil casos, de los cuales habían fallecido casi 510 mil y recuperado 5,2 millones (51,3% del total de afectados). En la nomenclatura de la OMS, la cantidad de casos se mide por contagios por cada 100 mil habitantes y se le denomina morbilidad de la enfermedad, mientras que los fallecidos de esa enfermedad es la tasa de fallecidos (o de letalidad), que es el porcentaje respecto a la cantidad de cantidad de casos pero otra forma de medir los fallecimientos es la mortalidad por 100 mil habitantes; a su vez, la tasa de recuperación es la cantidad de recuperados respecto de los contagiados. En ese caso, la morbilidad a nivel mundial actualmente alcanza 135,3, la tasa de mortalidad 5,0, la tasa de fallecidos fue de 0,0066% (por cien mil habitantes) y la tasa de recuperación es de 50,2%. Para Bolivia la morbilidad el lunes pasado era de 276,1 (32.125 casos) —entre el máximo regional en Chile de 1.423,5 y los mínimos en Cuba de 20,6 y de 6,3 en Belice—, la tasa de mortalidad fue de 3,3 (1.071 fallecidos) —intermedia entre el máximo regional de 12,3 en México y el 0,5 de Costa Rica—, la mortalidad por 100 mil habitantes es de 0,009% —entre el 0,029 de Chile y Perú y el 0,0002 de Paraguay; la tasa de recuperación era el lunes del 27,8% (8.928 recuperados; 44,3%; el departamento de Santa Cruz tuvo 8.059) —las recuperaciones en Latinoamérica están entre el 94,1% en Cuba y 10,0% en Honduras. Comparativamente, los EEUU, con un nivel muy privilegiado en desarrollo de la salud pública, su morbilidad el lunes fue de 788,3, tasa de mortalidad de 4,9, mortalidad por 100 mil habitantes de 0,038 y su índice de recuperación era del 26,7.

Tenemos dos nuevos elementos de análisis importantes: por un lado, las cantidades de casos detectados, recuperados, fallecidos y casos activos (éstos resultado de restar los recuperados y los fallecidos), las cuales aparecen en el gráfico anterior que demuestra la diferencia creciente entre el total de detectados y el de activos gracias a un incremento sostenido de pacientes recuperados —sobre todo en el departamento de Santa Cruz— y a una baja tasa de mortalidad; por otro, el comportamiento de las curvas respectivas, sobre todo la de contagios.

Y éste es un éxito importante. Siguiendo los pronósticos de Edgar Villegas —el ingeniero que demostró primero el megafraude en los resultados de las elecciones pasadas— de que se alcanzarían 10 mil casos a fines de mayo —el 31 se alcanzaron 9.982— y cifra de seis dígitos a fines de junio, siguiendo el comportamiento de duplicación de los casos de contagiados cada 10 días, encontramos que la cifra de afectados el lunes 29 fue de 32.125 casos totales, lo que significa un “aplane” de la curva de contagios —reducción de crecimiento— por 18 días, beneficiando los centros hospitalarios con una menor saturación crítica —además del aumento de recuperados y, en consecuencia, disminución de casos activos— pero, en contraparte, alargando el proceso de la endemia.

Elecciones y endemia

Como mencioné antes, el otro gran actor del período son las elecciones, fijadas para el 6 de septiembre próximo por la Ley 691 "De modificación de la Ley 1297 de Postergación de las Elecciones Generales 2020", promulgada semanas atrás por acuerdo del Tribunal Supremo Electoral con varios frentes políticos.

Como base de mi análisis me referiré a las proyecciones actualizadas periódicamente del Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME) de la Universidad de Washington en Seattle, entidad reconocida por la OMS y financiada principalmente por la Fundación Bill y Melinda Gates. A fines de mayo, el pronóstico del IHME para Bolivia era que el pico de la pandemia estaría el 27 de julio con 93 mil casos detectados promedio. Sin embargo, las medidas para flexibilizar la cuarentena en muchos municipios del país dieron 3 escenarios el 29 de junio —corrigiendo el que dio el 20 pasado que utilicé en otros análisis—: el primero, con las medidas de la cuarentena rígida, tendría su pico el 7 de agosto con más de 29 mil casos promedio; el segundo, haciéndolas más rígidas (uso obligatorio de barbijo para todos, distancia social indefectible, desinfección continuada, entre otros) daría su máximo el 3 de agosto con más de 23 mil casos detectados promedio, y el tercero, flexibilizando la cuarentena —proceso progresivo actual en el país— tendría su pico el 6 de septiembre (fecha electoral) con más de 93 mil casos detectados, iniciando su descenso (sinusoidal) hasta entrado noviembre cuando alcanzaría valores cercanos a R0 (R es el índice de reproducción o contagio; por ende R0 es cuando tienden a cesar prácticamente los contagios y se da por concluido este ciclo de la endemia).

Información consultada


Rumbo a la nueva “(a)normalidad”



Empezamos la “nueva normalidad” con cuarentena dinámica hasta el 31 de julio y nos recentraremos en dos temas: elecciones y economía. Es ahora bueno analizar dónde estamos y dónde podremos estar. También es adecuado saber realmente, sin bulos ni berrinches (ya agoreros y masistas me han insultado), cuál es la situación de la endemia en nuestro país.
En el octavo reporte del Índice de Riesgo Municipal COVID-19 del MINSALUD, en el país 11 municipios pasaron de riesgo medio y moderado a riesgo alto; los departamentos de Cochabamba (a pesar de su boom de nuevos casos) y el de Potosí son los dos únicos donde se han reducido los municipios en riesgo alto: de 15 a 12 y de 3 a 2, respectivamente. Al 26 de junio, el 24% (82) de los 339 municipios del país estaban con riesgo alto, 50% (170) con riesgo medio y 26% (86) con riesgo moderado, un panorama que nos avisa que las flexibilizaciones de las medidas de cuarentena tienen que ir acompañadas por una adecuada concienciación.

Pero en contraparte, no todas las noticias son malas: El porcentaje de casos activos versus el total de afectados confirmados a nivel nacional el domingo 28 pasado fue del 69,8%: la décimo sexta disminución consecutiva porcentual de casos activos, mientras que el índice nacional de recuperados versus el total de afectados confirmados el mismo día fue de 27,0, el cuarto aumento consecutivo que para el departamento de Santa Cruz fue del 42,9% y su décimo sexto aumento consecutivo porcentual. El promedio de recuperación en 23 países latinoamericanos es del 43.0%, fluctuando entre el 94.1% en Cuba y el 10,0% en Honduras (el promedio mundial del lunes fue del 10,7%).

Otro elemento positivo es el promedio diario de pruebas PCR (aún insuficientes pero muchísimas más que en semanas anteriores gracias a que de un único laboratorio de referencia al comienzo de la pandemia, el CENETROP, pasamos a 22): se avanzó en las últimas cuatro semanas de 807 pruebas diarias promedio en la semana 11 a 2.138 en la recién pasada semana 15.

Pero el dato más relevante es que, siguiendo el pronóstico del ingeniero Edgar Villegas de que la cantidad de afectados se duplicaba cada 10 días, el domingo debimos bordear los 80 mil casos detectados y tuvimos 31.524, lo que constituye un “aplane de la curva” de contagios de 18 días, beneficiando a una menor saturación crítica de los centros hospitalarios pero, en contraparte, alargando el proceso de la endemia.

Y esto me lleva a las proyecciones del Institute for Health Metrics and Evaluation de la University of Washington en Seattle, que se actualizan periódicamente. Alrededor de fines de mayo, el pronóstico del IHME para Bolivia era que el pico de la pandemia sería el 27 de julio con un promedio de 93 mil casos detectados. Sin embargo, las medidas para flexibilizar la cuarentena en muchos municipios del país le ha llevado el 24 de junio a 3 escenarios: el primero, con las medidas de rigidez usadas tendría su pico el 5 de agosto con más de 51 mil casos promedio; el segundo, haciéndolas más rígidas (uso obligatorio de barbijo para todos, distancia social, desinfección continuada, entre otros) daría su máximo el 31 de julio con unos 38 mil casos detectados promedio, y el tercero, flexibilizando la cuarentena, el proceso progresivo actual en todo el país, tendría su pico entre el 5 y el 6 de septiembre (fecha electoral) con casi 93 mil casos detectados, iniciando su descenso (sinusoidal) hasta entrado noviembre cuando alcanzaría valores cercanos a R1 o R0 (R es el índice de reproducción o contagio; por ende R1 es que cada contagiado activo potencialmente contagie a otro, y R0 es cuando cesan prácticamente los contagios y se da por concluido este ciclo de la endemia).

La próxima columna, con mucha seguridad, será menos pandemia y más elecciones. 

Esperemos hasta entonces.

Información consultada