Con Fidel Castro Ruz se va el último actor de la Guerra Fría, sobreviviente de muchos ismos.
Incendió los ánimos de más de una generación con el mensaje de construir
sociedades más justas —aunque la praxis propia no lo lograra. Dirigió una
revolución triunfante contra un gobierno dictatorial, colocó a Cuba en el
primer plano permanente —con afinidades y desafectos— y fue consecuente con su
discurso, una coherencia sin oposiciones ni críticas. Construyó y mantuvo
inalterable por décadas una democracia vertical de partido único que no
aceptaba disensos; fracasó en exportar su revolución y en construir una
economía centralizada bajo decisiones ideológicas —a pesar de los ingentes
apoyos del campo socialista primero y de Venezuela después— pero siempre supo
utilizar a su favor las políticas de 10 presidentes estadounidenses y vivió 11
administraciones.
domingo, 27 de noviembre de 2016
martes, 22 de noviembre de 2016
Una nueva Era para Estados Unidos
Contra la inmensa mayoría de los pronósticos, Donald John
Trump podrá ser investido el 22 de enero como el 45vo. presidente de los
Estados Unidos de América. Elegido no por votos populares sino por el sistema
de elección indirecta que ha existido en EEUU desde los Padres Fundadores —los
compromisarios miembros del Colegio Electoral, electors, quienes son los que eligen al Presidente y Vicepresidente—
y por el que también Albert Gore, Jr., perdió en 2000 frente a George Walker
Bush a pesar de sus 543.895 votos populares más, Trump se alzó con la mayoría
del Colegio Electoral porque Hillary Rodham Clinton, a pesar de tener 1.334.672
votos populares más —un 1,01%— hasta el viernes pasado, porque sigue el conteo
en diversos distritos, no pudo alcanzar los 270 votos electorales que
necesitaba de los 538 en disputa.
En estas dos semanas después de la votación he leído y oído
múltiples análisis pero me gustaría precisar algunos puntos. En primer lugar,
no necesariamente las últimas encuestas electorales se equivocaron: la de
IBD/TIPP difundida la noche del 7, víspera de la elección, y que aún aparece en
The Huffington Post Poller, le daba 1% de ventaja. En segundo, la elección
demostró que no todos los ciudadanos de EEUU se han beneficiado con la
recuperación; que las dos costas —en general— votan distinto del interior del
país y su sur —frontera permeable—; que las ciudades no piensan igual que las
zonas rurales —Trump no triunfó en ninguna ciudad de más de un millón de
habitantes—; que los discursos misóginos y machistas no deciden todo el voto
femenino —como tampoco, a la postre, afectó el affaire sexual con la
Lewinsky al presidente Clinton— ni los xenófobos a muchos inmigrantes
naturalizados. Tercero, en este período electoral —desde su inicio en 2015
hasta hoy— las redes sociales han tenido importantísima participación y los mass media —sobre todo la gran prensa— posicionaron
a Trump en la mente de todos, al comienzo satirizándolo y luego oponiéndose frontalmente.
Y cuarto: ganar una campaña con discursos incendiarios siempre es mucho más
simple que gobernar.
Aunque desde que Trump anunció su precandidatura utilizó
como lema «We are going to make our country great again» (Vamos a hacer a
nuestro país grande de nuevo) que definitivamente se convirtió en «Make America Great Again» (Haz América grande de nuevo) recordando el
lema del presidente Ronald Reagan [1981-1989] «Let's Make America Great Again» (Vamos a hace América grande de
nuevo) y lo ayudaba a posicionarse como heredero de la Era Reagan, la de mayor
liderazgo internacional del país en décadas, en realidad Trump y sus posiciones
heredan el aislacionismo del fracasado America First Committee de inicios de
los 40 —aunque las posiciones del AFC no incluían las más agresivas de Trump.
Los muchos que ahora hablan de la dicotomía wasp —acrónimo
de blanco, anglosajón y protestante— versus
no-blancos basándose en los crecientes incidentes contra emigrantes y
afroamericanos, en las declaraciones xenófobas de Trump y en quiénes selecciona,
olvidan —como él quizás— que EEUU se forjó como una gran nación gracias sus
muchos inmigrantes —como sus abuelos paternos Friedrich Drumpf y Elisabeth
Christ y su madre Mary Anne MacLeod.
Cuando el primer lunes después del segundo miércoles
de diciembre, los elegidos al Colegio Electoral emitan sus
votos, entonces —sólo entonces— EEUU tendrá su nueva Era.
Información consultada
http://www.hispantv.com/noticias/opinion/314291/clinton-gana-voto-popular-victoria-trump-colegios-electorales
http://www.infobae.com/america/eeuu/2016/11/13/la-revancha-del-hombre-blanco-el-actor-clave-que-volco-la-eleccion-en-estados-unidos/
http://www.latercera.com/noticia/henry-kissinger-ex-secretario-estado-asesor-seguridad-nacional-fenomeno-trump-una-reaccion-la-clase-media-estados-unidos-al-ataque-valores/
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Columna publicada en La Razón el 22/11/2016
jueves, 10 de noviembre de 2016
Trump y el inesperado día después
De madrugada, Hillary
Clinton llamó a Donald Trump para felicitarlo, tragando sapos tras lo que desde
horas antes se preveía inevitable: el inesperado triunfo del populismo.
Después, el discurso del ganador dio esperanzas con sus claras muestras que el
monstruo que conjuró —un EEUU intolerante, dividido y
excluyente— no podía avanzar más.
Pero, ¿cómo ganó si
todas las encuestas —incluidas las dos últimas de la noche anterior—
le daban perdedor y las apuestas —ese termómetro anglosajón—
daban 2 o 3 a 1 a favor de Clinton? Las respuestas son inequívocas: Las
encuestas, los pronósticos y las opiniones —me incluyo—
no leyeron cabalmente al votante Trump —ese nicho de mercado
electoral que el showman supo aprovechar tan bien: obreros blancos con baja preparación sobre los
40 y sus familias, desplazados de la globalización y de las nuevas tecnologías—
y se obvió su voto oculto; se sobrevaloró el impacto de las diatribas
xenófobas, racistas y machistas; se sobredimensionó el voto latino, de los
inmigrantes, las minorías y las mujeres; tampoco se justipreció el rechazo de
la candidata demócrata —creciente luego de los nuevos correos—
pero, sobre todo, se confundió el éxito macroeconómico de la Era Obama con la
recuperación para todos los norteamericanos, obviando a una clase media baja y
trabajadora que tras la crisis de 2008 y la globalización dejaron de ser la imagen
americana.
Trump tendrá muchas
heridas para sanar: en su partido, su país y el mundo. Confío en el poder de
las instituciones democráticas de EEUU.
martes, 8 de noviembre de 2016
La encuesta final
Mientras Ud. lee esta columna —que desde ahora es suya
aunque no coincidamos— el pueblo de EEUU estará votando —aunque muchos ya lo
han hecho por las distintas opciones adelantadas— en las que quizás sean las
elecciones más atípicas en la historia estadounidense. Aunque en mi anterior
columna (“Trump, victimario victimado”, 25.10) las mencioné, vale recapitular
algunas atipicidades a la fecha: la virulencia de los ataques de Donald Trump a
contrincantes —primero a sus correligionarios precandidatos, luego a su
contrincante demócrata, siempre xenófobos, chauvinistas y machistas, entre
otros— y la manifiesta “sequía” de ideas y propuestas; la participación
mediática, principalmente el boom de
redes sociales; la admiración de Trump por Vladímir Putin — “el tercer
candidato”— a quien pidió se inmiscuyera —hackeando— en las elecciones; las
desmesuradas propuestas populistas, tanto de Bernard Sanders como de Trump; el
cuestionamiento de Trump al sistema democrático norteamericano: la separación
de poderes y la solvencia y transparencia de sus elecciones; también el daño
hecho a los valores de su partido y enfrentado a su dirigencia.
Pero, como para
Cuāuhtēmoc, el último tlahtoāni
mexica, este período para los demócratas tampoco ha sido “un lecho de rosas”:
lo que al inicio para Hillary Diane Rodham Clinton parecía una segura elección como
candidata presidencial —pocos contrincantes (6), apoyo del establishment y la
maquinaria del partido— se convirtió en una angustiosa batalla voto a voto en
las primarias contra Sanders, de quien tuvo que incluir muchas de sus
propuestas en su plataforma; la impopularidad de Clinton —una encuesta nacional
(ABC/WPost) publicada este 2 le daba 60% de opinión desfavorable— y el
escándalo de los emails —su gran imprudencia cuando era Secretaria de Estado—,
agravado por el tardío anuncio de nuevos
correos por James Comey, director del FBI y exrepublicano, aunque a dos días de las elecciones nuevamente la exoneró.
Hoy, además del Presidente y Vicepresidente —por el sistema
de votos de los compromisarios electos—, los estadounidenses seleccionarán 34
de los 100 senadores, los 434 representantes y 13 gobernadores, además de
muchas elecciones locales. Además de Clinton y Trump y sin ningún chance hay
otros candidatos: Gary Johnson (Libertarian Party), Jill Stein (Green Party),
David McMullin (Better for America, parte de Stop Trump Movement), Gloria La
Riva (Party for Socialism and Liberation y Peace and Freedom Party), Laurence
Kotlikoff (independiente con apoyo de Americans Elect), Roque De La Fuente (Reform
Party y American Delta Party) y Darrel Castle (Constitution Party).
Entre 1831 y 1833, Alexis-Henri-Charles de
Clérel, vizconde de Tocqueville, analizó la democracia estadounidense
—Francia recién empezaba su experiencia de monarquía constitucional con Luis
Felipe I— en su libro De la démocratie en
Amérique donde señaló: «Las
sociedades políticas son, no lo que les hacen las leyes, sino lo que les
preparan a ser de antemano los sentimientos, las creencias, las ideas, los
hábitos de corazón y de mente de los hombres que las componen, lo que el
temperamento y la educación han hecho de ellos.»
Hoy se enfrentan la representante del establishment político
estadounidense —las encuestas del fin de semana le ampliaban su margen
favorable— con el del mundo del entretenimiento. Yo no votaría por el showbiz.
In God I Trust!
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Columna publicada en La Razón el 08/11/2016
miércoles, 2 de noviembre de 2016
Democracia en prueba
Pocas veces la
democracia que dejaron los padres fundadores de la Unión Americana ha estado
tan en entredicho como en estas elecciones. La verborrea más agresiva, la falta
casi general de propuestas, los populismos de la más diversa orientación —Trump
y Sanders—, la proliferación de precandidatos —iniciaron
19 republicanos y 7 demócratas—, los candidatos más rechazados —a
fines de agosto (Washington
Post/ABC News), Clinton tenía 59% de rechazo en votantes registrados y Trump 60%—, un candidato del que su propio
partido se aparta —Trump— a la vez que admira un
gobernante poco amigo —Putin— y amenaza desconocer
resultados, además del aparente intento del director del FBI —James
Comey, republicano— para favorecer a Trump son parte de un álgido escenario que mantendrá en vilo a
todo el mundo hasta los resultados del próximo martes.
Hoy las encuestas daban
a Clinton ventaja entre 2 y 3% sobre Trump, una caída tras el anuncio del FBI
sobre nuevos correos investigados. Y aunque los días que faltan pueden traernos
cualquier escándalo —ya debíamos estar acostumbrados—,
la batalla se reduce a unos cuántos estados indecisos, sobre todo Florida que
con sus 29 votos para el Colegio Electoral puede mover la decisión —o enturbiarla como en 2000.
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