domingo, 6 de julio de 2014

Errores de un pretendido califa

Basado en una interpretación ultrarradical del Islamismo, al-Dawla al-Islāmīya fī al-ʻIrāq wa-al-Shām —Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL, o ISIL o ISIS en inglés)— no es reciente: surgió en 2003 tras el derrocamiento de la dictadura laica de Ṣaddām Hussein como milicia conservadora suní —Yama'at al-Tawhid wal-Yihad— contra la invasión, apoyada por Al Qaeda y proclamada Estado Islámico de Irak. Responsable de miles de muertos civiles, en los últimos años fuerzas de EEUU y gubernamentales los redujeron significativamente pero la guerra civil siria les brindó un nuevo campo de acción pero cuando el ejército oficial sirio los fue castigando duramente, estratégicamente regresaron a Irak, lo que coincidió con varios factures que le favorecieron: un ejército iraquí debilísimo tras la retirada estadounidense; la disgregación del poder estatal —con el sectarismo etnorreligioso chií del premier Nuri al-Maliki—; la autodeterminación kurda y la pugna entre las dos monarquías petrofeudales más ricas de la región: Arabia Saudita y Qatar, ambas suníes. La ocupación de amplios territorios de Irak y la proclamación de un “califato” con su líder Ibrahim —conocido como Abu Bakr al-Baghdadi— a la cabeza fueron la consecuencia.

Aparte de la falsedad de “resucitar” un Califato que nunca existió —al menos en la extensión territorial que pregonan—, Ibrahim y el EIIL cometen errores fatales —sólo con leve apoyo turco—: romper con Al Qaeda —que los considera “demasiado violentos”—; enfrentarse con las monarquías del Golfo y la otra potencia regional —Irán, chií—; su radicalismo y crueldad —genera temor pero no adhesión— y sus pretensiones territoriales que incluyen muchos otros países, la mayoría musulmanes, puede lograr el “milagro” de conciliar a Moscú y EEUU y acercar éste más con Irán y hasta la Siria de al-Assad. Y aún acercarlos a Israel, a fin de cuentas a todos afecta.



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