El veredicto de ayer de la CIJ sobre el reclamo para
la obligación de la República de Chile de negociar un acceso soberano para
Bolivia al Océano Pacífico fue demoledor para las amplias expectativas generadas
en la población (algunas irreales como la de un inmediato regreso al mar) y
generó sentimientos de decepción en todos por el fracaso de la demanda y
vergüenza en muchos por haber sido falsamente ilusionados durante un lustro.
Más allá que el descarte de todos los argumentos bolivianos
por amplia mayoría crea graves dudas razonables sobre la calidad y pertinencia de
la demanda presentada y la capacidad publicitada de los asesores legales para
llevar el contencioso (para Antonio Remiro Brotóns, más allá de su
histrionismo, es su cuarto fracaso en la CIJ: “moderados” en 1986 con El
Salvador frente a Honduras y en 2001 con Nicaragua versus Colombia y totales en
2006 con Argentina contra Uruguay y ahora con Bolivia respecto de Chile) y
después de aceptar que los ingentes recursos gastados se tendrían que justificar
por el coyuntural simbolismo unificador, imprescindiblemente el resultado
conllevará otras opciones creativas para obtener una cualidad marítima cuya
opción de soberanía queda descartada ahora y, posiblemente, por un plazo hoy
indefinido.
Más allá de lo discursivo, el período que se proyecta
empezará con una reflexión profunda e imprescindible para luego negociar sin
exitismos ni preconceptos. También acaba con la última Historia de Éxito hoy posible
de la gestión Morales y reduce más sus opciones electorales, incluyendo incluso
su resistida re4postulación.
Quizás eso pudiera ser lo único positivo en tan abrumador
fallo.
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