Mañana Brasil elegirá su gobernante en segundas vueltas y —sin
cataclismos que se avizoren—, Jair Messias Bolsonaro será el 38vo. Presidente
da República Federativa do Brasil porque la diferencia entre él y su
contrincante le beneficia con 13-14 puntos más, aunque teleSur —en su habitual
mistificación sobre candidatos de la izquierda del Foro de São Paulo (en 2015
anunció ganador al kirchnerismo en segunda vueltas)— relieva el “avance” de
Haddad en los últimos días —sólo creció 2%, dentro del error de la encuesta— y
después de haber gastado su última opción, la de sacar al encarcelado Lula da
Silva a demonizar al contrincante.
Sería un craso error obviar cómo nos implica. Compartimos
3.423 km de frontera, permeable en muchos lugares al paso de la droga
(boliviana o peruana) hacia Brasil, narcotráfico acusado como causa de la
violencia en Brasil y cuyo combate —con el de la corrupción— ha sido tema
electoral principal para Bolsonaro. Adiciónenle que concluye la «joya de la
Corona» exportadora boliviana: finaliza el contrato de gas con Brasil —que
durará dos años más posiblemente, como afirma a medias el ministro Sánchez
ocultando que se enviará gas sin cobrar porque ya Brasil lo pagó al inicio sin
recibirlo— y habrá que renegociar cómo continuará, ahora con el cupo de Petrobras
diluido entre muchos posibles clientes,
con su PréSal empezando y haciéndolo menos imprescindible —a la vez que al
contrato con el otro vecino, Vaca Muerta lo está enterrando.
Súmenle dos factores más: Bolsonaro —férreo derechista— es
enemigo acérrimo del socialismo 21 y próximo a algunas plataformas cívicas
bolivianas antirreeleccionistas.
Mal «socio» para el oficialismo prorroguista.
Información consultada
http://www.e-lecciones.net/sec/opinion/id/1304
https://es.wikipedia.org/wiki/Fronteras_de_Bolivia
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