Para estas elecciones, Brasil se ha polarizado entre dos
visiones populistas: de derecha “dura” representado por Jair Bolsonaro y de
izquierda “Foro de São Paulo” con Fernando Haddad, los dos candidatos con mayor
rechazo (42% y 37%, respectivamente).
Ambos representarían la nostalgia de una
ciudadanía golpeada por la crisis (después de un decrecimiento acumulado en dos
años de 7,1%, en 2017 sólo creció 1,0% y éste será 1,6%), la inestabilidad
política con descrédito de la politocracia (impeachment a Rousseff, Lava Jato,
Lula en la cárcel) y la saudade por dos períodos históricos: Bolsonaro (entre
López Obrador y Le Pen) aglutina el del desarrollismo de las dictaduras militares
con amplios crecimientos económicos («Brasil potência»: del 9,8%
en 1968 al 14% en 1973) mientras Haddad lo es de la «herencia Lula»: «Brasil o melhor pais do mundo!» con crecimiento
económico (7,5% en 2010 gracias a los recursos extraordinarios del súper ciclo
de los commodities) y reducción significativa de la pobreza (por el uso no
sostenible de esos mismos recursos), obviando que el primero fue el de los anos
de chumbo de la peor represión y el segundo el de la institucionalización de la
corrupción.
Con el centro (Gomes, Alckmin y Silva) sin posibilidades para
el ballotage, la batalla está entre Bolsonaro (38% de votos válidos, IBOPE
03/10) y Haddad (28%).
¿Peligra la democracia con Bolsonaro o Haddad? No lo creo: ni
el seguro populismo de la derecha “dura” de uno o de la izquierda corrupta del
otro podrían ser más fuertes que las instituciones democráticas del país ni las
condiciones socioeconómicas y políticas del país y la región serían proclives a
ello.
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