martes, 18 de julio de 2017

Las curiosas paradojas entre Moro y Lula


«Não importa o quão alto você esteja, a lei ainda está acima de você» [«No importa cuán alto este usted, la ley está por encima de usted.» Juez Sérgio Moro]

La condena del juez federal Sérgio Moro al expresidente  Luiz Inácio "Lula" da Silva —“el político más popular del planeta” para su Partido dos Trabalhadores— para nueve años y medio de prisión por corrupción pasiva y lavado de dinero —por aceptar sobornos por USD 1,1 millones de la constructora OAS, implicada en el escándalo de Petrobras, incluido un apartamento de tres pisos de lujo en la localidad costera de Guarujá, inmueble registrado como propiedad de OAS y del que Lula niega ser propietario pero aparece en fotos recibiendo las llaves de su amigo y delator Leo Pinheiro, ex presidente de la constructora. Pinheiro, también condenado por la trama de corrupción Lava Jato, en delación premiada testificó que Lula en 2009 le pidió destruir las pruebas del pago de coimas de OAS para las campañas electorales del PT, lo que además puede arrastrar a la depuesta presidente Dilma Rousseff.

Inmediatamente tras la condena, sectores de izquierda en Brasil y la región empezaron a defender la presunta “inocencia” de Lula y a atacar lo que sus abogados llamaron “uma investigação politicamente motivada”. Pero esa defensa tiene varias complicadas paradojas.
La primera es que, si el Juez Moro fuera manipulable, todo el proceso Lava Jato —que remece todas las estructuras de poder en Brasil— tendría la sospecha de ser falso porque él ha sido su abanderado y ejecutor. Segunda paradoja es que quien lo acusa es un amigo personal, Pinheiro, que presidía, no políticos. Tercera, que la presunta persecución sería extensible a todo el espectro político y empresarial porque a ellos persigue y condena.

Sin embargo, éste no es el único proceso que Lula enfrenta. Tiene otro con su Instituto Lula dentro de Lava Jato por corrupción pasiva y lavado de dinero por recibir de la Organização Odebrecht un terreno valuado en US$ 3,7 millones para su Institutoy un departamento junto al del ex presidente, que utilizó su familia sin pagar alquiler. Un tercero es por obstrucción de la Justicia, denunciado por un ex senador del PT de que Lula le instruyó comprar el silencio de uno de los delatores de Petrobras. El cuarto es por tráfico de influencia, asociación ilícita, lavado de dinero y corrupción pasiva, acusándosele de usar su influencia para asegurar préstamos y contratos de obra para Odebrecht en Angola, principalmente, recibiendo USD US$ 9,4 millones a través del pago de conferencias de Lula y contratos sin prestación de servicios con una empresa de su familia. La quinta es dentro de la Operação Zelotes —red de empresas que sobornaban a Hacienda para no pagar impuestos y que amenaza sobrepasar a Lava Jato— por tráfico de influencia, lavado de dinero y asociación ilícita con su hijo Luís Cláudio da Silva, que ofrecía los servicios de lobby de su padre ante el gobierno de Rousseff para conseguir incentivos fiscales; la consultora de Luís Cláudio cobró USD 800 mil. (Si la “carrera” de Luís Cláudio fue vertiginosa de auxiliar de preparador físico de fútbol en 2006 hasta empresario deportivo en 2011, la de su hermano Fábio Luís también: de cuidador del Zoo de São Paulo pasó a vivir en un departamento de USD 1,5 millón —que no pagaba— y recibir más de medio millón proveniente de Lava Jato.)

Hasta ahora, Lula se libraba de culpas —recordemos el mensalão— y pretende postular a la Presidencia en 2018, pero si pierde la apelación estará inhabilitado por 19 años.

"Prueben que soy corrupto e iré caminando a la cárcel", había dicho.


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