Acabo de leer en Aporrea
—publicación emblemática de la izquierda cada vez más distanciada del
postchavismo— “El colapso del Estado Madurista” de Heinz Dieterich Steffan,
padre del socialismo del siglo 21 y actualmente profundamente crítico del
madurismo. Al margen de discrepancias que tengo
con el artículo—como lo de un “sistemático terror blanco” opositor—, coincido
plenamente con su afirmación del fracaso de la cúpula gubernamental y de la
situación irreversible —para el madurismo— que ha llevado al país a “la hora de
los balazos” porque se “sustituyen los mitos fallidos del sistema mediante el
miedo y el terror”.
Venezuela llegó a una espiral de
implosión tras el fracaso, de una parte, del modelo socioeconómico estatista
centralizado impuesto por el difunto Comandante-Presidente —basado
exclusivamente en el rentismo petrolero— que, si bien ayudó a la justicia
social en su primer momento, la irresponsabilidad de repartir, por una parte,
esa riqueza sin invertirla en desarrollo sostenible —se fue destruyendo
aceleradamente su industria y agricultura gracias a las importaciones y la
política de confiscaciones y “nacionalizaciones”— y, por otro, utilizarla prebendalmente
para expandir su proyecto político —vía Petrocaribe, Unasur, Alba— bajo el
falso discurso de “solidaridad”, despilfarro arbitrario que, tras la caída de
los precios del petróleo —el petróleo venezolano en junio 2008 alcanzó a
cotizarse 144 dólares/barril pero en marzo de 2015 cayó a 47; el viernes pasado
estaba a 46,15— hundió la economía y reprodujo con creces los índices de
pobreza del país —la Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela 2016
realizada por las principales universidades del país reveló que 81,8 % de los
venezolanos viven en pobreza y el país es el "más pobre de América
Latina"—, generando un creciente e indetenible descontento, a lo que se
unen la corrupción galopante y ostentosa desde el Estado, el narcotráfico
institucionalizado y una violencia de 91,8 muertes violentas por cada cien mil
habitantes en 2016, según el Observatorio Venezolano de Violencia, lo que ha
llevado a que los mitos y la narrativa oficialista queden totalmente
desacreditados y descreídos.
Los dos últimos meses
aceleradamente se han socavado las bases del madurismo con casi un centenar de
días de protestas masivas en todo el país que la dura represión policial, de la
Guardia Nacional, los colectivos —el lumpenproletariado que mencionó Karl Marx—
y reciente las FFAA —90 muertos— no doblegan, junto con escasez generalizada —74%
de desabastecimiento en alimentos y 76 en medicinas—, inflación galopante —127,8%
acumulada a mayo y 720 pronosticada para el año— y violación flagrante de la
legalidad —la Constitución chavista de 1999—, conllevando el repudio internacional
—frenado en la OEA por sus escasos aliados y la abstención de pocos países que
medran de Petrocaribe— y que importantes sectores chavistas —la fiscal general
Luisa Ortega Díaz, su cara más visible, ha jurado defender con su vida la
Constitución— se enfrenten al gobierno y el malestar cunda en las instituciones
armadas —aunque la reciente agresión con granadas al Tribunal Supremo madurista
desde un helicóptero aparenta más un montaje para justificar un autogolpe por
las dos horas que sobrevoló la zona gubernamental en Caracas para después irse
y desaparecer el piloto; de no serlo, desnudaría una inmensa ineficiencia militar.
La revista colombiana Semana tituló
que Ortega Díaz estaba “acorralada por el gobierno de Maduro”. En
realidad, el único acorralado —y con cada vez
menos opciones— es el madurismo y sus
promotores.
Información consultada
http://elsiglo.com.ve/2017/06/30/fotos-vinculan-a-esta-miss-venezuela-con-el-hombre-del-helicoptero/
http://www.semana.com/nacion/articulo/extradicion-de-piloto-de-la-mafia-capturado-en-colombia/530734
https://www.el-carabobeno.com/a-oscar-perez-le-mataron-un-hermano-e-intentaron-secuestrarle-un-hijo/
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