¿«La paz sea contigo?»? Me cuesta mucho —mejor diría no puedo— entender la violencia
yihadista y si eso me sucede cuando se refiere a la violencia con gentiles —como
para sus antecesores hebreos, todos los no musulmanes somos goy— que asuela
Europa y también EEUU, definitivamente niego el pensamiento salafista que elimina
a todos los “infieles” —incluidas todas las otras denominaciones musulmanas, además
de otras sunníes—, incluso en Ramadán, el mes “de la misericordia y el perdón divino,
el mes en el que se queman los pecados” como predicó Mahoma.
Este Ramadán —26 de mayo al 25 de
junio— ha sido particularmente cruel y violento. A los recientes atentados
europeos —Manchester, Londres, Estocolmo, San Petersburgo, París, Bruselas—, el
Ramadán ha sido muy cruento en un año con más de 3.800 víctimas mortales: Se
inició el 30 de mayo en Bagdad con más de 20 fallecidos; el 31 en Kabul, más de
150 muertos; el 2 de junio en Manila con cerca de 40; el 3, 11 muertos en
Londres; el 6 fue abatido un terrorista en Paris; el 7, 17 víctimas en Teherán;
el 15 nuevamente Kabul, 8 fallecidos; el 23, en Pakistán: Parachinar, Quetta,
Karachi y Baluchistán, cerca de medio centenar de víctimas.
Pero ¿por qué tal extremismo yihadista? El origen hay que
buscarlo en el wahabismo, corriente extremista del Islam suní que es promovida
por las monarquías saudí y qatarí y que se expandió con los petrodólares de
ambas y con la complacencia interesada de gobiernos occidentales, al que aún
hoy sigue —Trump lo obvió en su viaje a Ryad.
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