martes, 20 de junio de 2017

Un pasito pa'delante… un pasito pa'atras


La semana pasada el presidente Donald Trump fue a Miami a cumplir, más que con Cuba, con los electores cubanoamericanos del sector más crítico con el castrismo del exilio cubano, hombres y mujeres que le permitieron triunfar en la Florida, uno de los estados decisivos en noviembre pasado —el Estado del Sol es, junto con Nueva York, el tercer estado en cantidad de compromisarios aportados: 29.

Como en la letra de la cumbia María de Ricky Martin, en el teatro “Manuel Artime” —líder político de la Brigada 2506, ya fallecido— en plena Little Havana —la Pequeña Habana, símbolo de la emigración cubana que han hecho de Miami “la segunda ciudad de Cuba”—, Trump firmó la orden ejecutiva que derogaba las anteriores del presidente Obama referidas a Cuba con las que en 2015 se inició un acelerado deshielo de las relaciones entre ambos países, truncas desde 1960 y que, con más o menos pasión, había recorrido 11 presidencias: desde Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush padre, Clinton, Bush hijo hasta Obama. Con esta decisión, Trump —pletórico del entusiasmo y apoyo de los presentes en el acto, algo de lo que el presidente estaba muy necesitado— proclamó el regreso a la ya antes fracasada política de aislamiento, aunque manteniendo las relaciones diplomáticas mutuas y las medidas relacionadas con los emigrados residentes en EEUU (remesas, viajes) y sin reponer la política de «wet feet, dry feet» —«pies mojados, pies secos» derogada por Obama en vísperas su retiro y que desde la Administración Clinton permitía que ingresaran a EEUU todos los cubanos sin visa que pusieran pie en su territorio.

En un comentario mío tras la decisión (“Antes no sirvieron… ¿y ahora sí?”) mencionaba elementos importantes a considerar: sus efectos, inciertos tanto sobre los people to people tours de estadounidenses —su restricción será nuevamente implantada— y las inversiones para Cuba ya realizadas de empresas norteamericanas en los últimos 18 meses —hoteleras, aéreas, cruceros— así como los puestos de trabajo que representan dentro de EEUU —el foco de Trump—, además del posible impacto que tengan sobre las exportaciones de alimentos que, desde Clinton, han sido un negocio creciente e importante para los estados agroindustriales del Midwest — bastante afectados aún por la crisis e importantes para la victoria  de Trump, hoy principales proveedores de alimentos a Cuba—, razones todas que dejan dudas de su real aplicabilidad, más allá de lo mediático y político local. Otro aspecto es el beneficio que darían para una apertura política en Cuba porque, cuando sus antecesores aplicaron medidas similares, sólo perjudicaban más a la oposición interna y justificaban el endurecimiento del régimen y su represión a la disidencia.

En su discurso, el presidente Trump basó su decisión en promover dentro de Cuba los emprendimientos privados y el respeto a los derechos humanos y políticos y la libertad de expresión. Del primero, el efecto podría ser muy contrario a lo que postuló Trump porque podría afectar a los cubanos dentro de su país que privadamente se han beneficiado del turismo norteamericano y porque ningún emprendimiento privado pasa de un nivel mínimo autorizado de desarrollo. Del loable empeño de promover los derechos del pueblo cubano y su libertad de expresión, en su reciente visita al reino saudí el presidente obvió sus violaciones.

El tiempo dirá. Como María.

Información consultada

http://reliefweb.int/sites/reliefweb.int/files/resources/2016_ITF_Human_Rights_Index_2016-01.pdf

Mann, Thomas: La Montaña mágica. Ex Libris, 2017.

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