El 7 de mayo, las cábalas sobre la
real fuerza de Emmanuel Macron —recién elegido presidente— eran muy inciertas
de cara a las legislativas del domingo pasado y auguraban, las optimistas, un
triunfo moderado. Cinco semanas después, su partido —aliado con los centristas—
obtenía la mayoría de los votos y la posibilidad de mayoría absoluta, superándose
en 8,24% a mayo y superando nuevamente a la derecha tradicional —10,69% más— y
la extrema derecha de Le Pen —18,81% más. La caída del Froint Nationale es más
significativa porque tuvo 7,86% menos que en mayo —y 0,2% menos de votos que en
2012 cuando logró 2 diputados— y queda en mala posición para la segunda vuelta
el próximo sábado, sin mucha posibilidad de lograr 15 diputados —de 577— para
formar grupo parlamentario.
¿Cómo lo logró, con menos de un año
el partido y su líder un casi perfecto desconocido hasta entonces? Porque ha
logrado reposicionar a Francia con sus actitudes de igual frente a Putin —en
Versalles, escenario del esplendor monárquico, recibiéndolo con alfombra roja y
criticando injerencias rusas—, con la Merkel —como colíderes de la Unión
Europea— y frente a Trump —en Bruselas con la pulseta y, después, con su "Make the planet great again".
Hacia adentro, ubicándose en un centro abierto hacia izquierda y derecha
moderadas.
Como dijo su primer ministro, «La France est de retour!» con un
imparable y efectista Macron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario