Pocas veces la
democracia que dejaron los padres fundadores de la Unión Americana ha estado
tan en entredicho como en estas elecciones. La verborrea más agresiva, la falta
casi general de propuestas, los populismos de la más diversa orientación —Trump
y Sanders—, la proliferación de precandidatos —iniciaron
19 republicanos y 7 demócratas—, los candidatos más rechazados —a
fines de agosto (Washington
Post/ABC News), Clinton tenía 59% de rechazo en votantes registrados y Trump 60%—, un candidato del que su propio
partido se aparta —Trump— a la vez que admira un
gobernante poco amigo —Putin— y amenaza desconocer
resultados, además del aparente intento del director del FBI —James
Comey, republicano— para favorecer a Trump son parte de un álgido escenario que mantendrá en vilo a
todo el mundo hasta los resultados del próximo martes.
Hoy las encuestas daban
a Clinton ventaja entre 2 y 3% sobre Trump, una caída tras el anuncio del FBI
sobre nuevos correos investigados. Y aunque los días que faltan pueden traernos
cualquier escándalo —ya debíamos estar acostumbrados—,
la batalla se reduce a unos cuántos estados indecisos, sobre todo Florida que
con sus 29 votos para el Colegio Electoral puede mover la decisión —o enturbiarla como en 2000.
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