Mientras Ud. lee esta columna —que desde ahora es suya
aunque no coincidamos— el pueblo de EEUU estará votando —aunque muchos ya lo
han hecho por las distintas opciones adelantadas— en las que quizás sean las
elecciones más atípicas en la historia estadounidense. Aunque en mi anterior
columna (“Trump, victimario victimado”, 25.10) las mencioné, vale recapitular
algunas atipicidades a la fecha: la virulencia de los ataques de Donald Trump a
contrincantes —primero a sus correligionarios precandidatos, luego a su
contrincante demócrata, siempre xenófobos, chauvinistas y machistas, entre
otros— y la manifiesta “sequía” de ideas y propuestas; la participación
mediática, principalmente el boom de
redes sociales; la admiración de Trump por Vladímir Putin — “el tercer
candidato”— a quien pidió se inmiscuyera —hackeando— en las elecciones; las
desmesuradas propuestas populistas, tanto de Bernard Sanders como de Trump; el
cuestionamiento de Trump al sistema democrático norteamericano: la separación
de poderes y la solvencia y transparencia de sus elecciones; también el daño
hecho a los valores de su partido y enfrentado a su dirigencia.
Pero, como para
Cuāuhtēmoc, el último tlahtoāni
mexica, este período para los demócratas tampoco ha sido “un lecho de rosas”:
lo que al inicio para Hillary Diane Rodham Clinton parecía una segura elección como
candidata presidencial —pocos contrincantes (6), apoyo del establishment y la
maquinaria del partido— se convirtió en una angustiosa batalla voto a voto en
las primarias contra Sanders, de quien tuvo que incluir muchas de sus
propuestas en su plataforma; la impopularidad de Clinton —una encuesta nacional
(ABC/WPost) publicada este 2 le daba 60% de opinión desfavorable— y el
escándalo de los emails —su gran imprudencia cuando era Secretaria de Estado—,
agravado por el tardío anuncio de nuevos
correos por James Comey, director del FBI y exrepublicano, aunque a dos días de las elecciones nuevamente la exoneró.
Hoy, además del Presidente y Vicepresidente —por el sistema
de votos de los compromisarios electos—, los estadounidenses seleccionarán 34
de los 100 senadores, los 434 representantes y 13 gobernadores, además de
muchas elecciones locales. Además de Clinton y Trump y sin ningún chance hay
otros candidatos: Gary Johnson (Libertarian Party), Jill Stein (Green Party),
David McMullin (Better for America, parte de Stop Trump Movement), Gloria La
Riva (Party for Socialism and Liberation y Peace and Freedom Party), Laurence
Kotlikoff (independiente con apoyo de Americans Elect), Roque De La Fuente (Reform
Party y American Delta Party) y Darrel Castle (Constitution Party).
Entre 1831 y 1833, Alexis-Henri-Charles de
Clérel, vizconde de Tocqueville, analizó la democracia estadounidense
—Francia recién empezaba su experiencia de monarquía constitucional con Luis
Felipe I— en su libro De la démocratie en
Amérique donde señaló: «Las
sociedades políticas son, no lo que les hacen las leyes, sino lo que les
preparan a ser de antemano los sentimientos, las creencias, las ideas, los
hábitos de corazón y de mente de los hombres que las componen, lo que el
temperamento y la educación han hecho de ellos.»
Hoy se enfrentan la representante del establishment político
estadounidense —las encuestas del fin de semana le ampliaban su margen
favorable— con el del mundo del entretenimiento. Yo no votaría por el showbiz.
In God I Trust!
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