El 15 de agosto,
Horacio Cartes Jara asumirá la Presidencia de la República del Paraguay.
Elegido democráticamente —impecabilidad vigilada por sus “socios” del
MERCOSUR— por 45,83% de votos, su asunción constitucional
marcará hitos: el primero, el rápido regreso de los colorados al poder —a
escasos cuatro años de su desalojo, dos presidentes por medio—;
el segundo, el fin del aislamiento —político, no económico, por
sus “socios”—; el tercero, la constatación de que la
izquierda paraguaya, nuevamente dividida en dos sectores de muchísimos grupos
minúsculos, no supera en conjunto un escaso 9,2% de votos —que
es su mejor resultado porque 2008, cuando el izquierdista Lugo Méndez llegó al
gobierno, los votos para la coalición APC fueron catapultados por el aporte de
sus aliados, pero los propios de esa izquierda fueron menores que ahora.
Con el mayor
pronóstico de crecimiento regional para 2013 —revaluado por la CEPAL en
12,5% frente a promedio latinoamericano de 3%— a pesar del aislamiento,
algo de lo que Paraguay conoce desde su independencia, la próxima
Administración debe decidir volver o no al Mercosur, algo que está en el debate
nacional y que ya Cartes Jara denegó si no se respetaban los requerimientos
paraguayos —imposibles de cumplir: retirarle a Venezuela la
Presidencia pro témpore y dejar en suspenso su ingreso.
Dentro o fuera del
Mercosur —a pesar de lo que diga Mujica Cordano—
Paraguay crece frente a actuales “socios” que no lo hacen, en un bloque
proteccionista con alta inflación que con los próximos nuevos miembros —Bolivia
y Ecuador— será sucursal de la ALBA.
A Uruguay le
interesa su regreso, para no quedar en desventaja ni ahora ni luego de sus
elecciones, con el probable regreso del moderado Vázquez Rosas.
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