“La vida sólo puede ser comprendida hacia atrás, pero únicamente puede
ser vivida hacia delante.” [Søren Kierkegaard, filósofo danés]
En menos de un año,
mis columnas me han dado la satisfacción de coincidir con dos fechas significativas:
el 25 de diciembre y el 6 de agosto. La primera me permitió ofrecer mis
Bienaventuranzas y ésta, ahora, ofrecer mis votos a Bolivia en su aniversario
patrio.
Los últimos años, Bolivia
ha sido escenario de cambios diversos, algunos radicales y varios
irreversibles, a la vez que ha vivido un auge económico importante. No voy a
comentar ni las decisiones políticas ni las económicas del período porque
seguro —con laudos y denuestos—
muchos otros lo harán. Voy a hablar de educación y futuro.
En educación, Bolivia
ha experimentado dos cambios radicales en los últimos 20 años: la Ley 1565 de Reforma
Educativa —tampoco fue la primera luego de la Revolución
del 52— y la nueva reforma a partir de la Ley 070
“Avelino Siñani - Elizardo Pérez”. No es mi propósito, tampoco, analizarlas
sino hacer algunas reflexiones: la primera, que ningún proceso de cambios
educativos da resultados en una o dos décadas; segundo, que la extensión de la
educación a toda la población en edad escolar —lo que es muy importante—
y la lucha contra la deserción se mediatizan y frustran si, a su vez, no se
acompaña de un proceso intensivo que incluya superar al profesorado —no
es privativo de Bolivia un magisterio mal pagado y con pocos estímulos para
estudios de posgrado (ya es un éxito el tener pregrado)—,
mejorar los planes de estudio pensando en el rendimiento del alumno y en su
inserción a un mundo tecnológico, realizar una verdadera orientación vocacional
—para no ser un país con un amplio déficit laboral técnico y un superávit de
personas que o sólo manejan palabras o sólo operan cuentas—
y, sobre todo, pensar en una educación hacia el futuro y no hacia el pasado.
Y acá es la vuelta de
tuerca principal de mi mensaje: Toda la historia latinoamericana —tan
fragmentada, lamentablemente— está llena, repleta, de figuras históricas,
militares y políticas, también de intelectuales y creadores y, quizás mucho
menos, de hombres de ciencia, pero en la mayoría de Latinoamérica el parangón
es el prócer guerrero —loables casi siempre pero muchas veces me
pregunto si ellos quisieron eso: ser la medida del futuro desde el pasado, en
ocasiones más allá de su humanidad real que también los enaltece.
Y si el vivir mirando
sólo glorias pasadas es un error para el futuro —en Asia, con muchos más años
de historia, hace rato se han dado cuenta—, el idealizarlo por sobre la
realidad —incluso: contra ella—
puede ser un crimen contra el futuro.
Mis votos de ventura
para Bolivia en su aniversario. Mi mejor deseo: futuras generaciones —bolivianas
y de toda Latinoamérica— que compartan la mejor educación y formación,
una educación mirando al futuro.
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