El domingo pasado, un “resultado cantado” se confirmó: El actual Presidente
ecuatoriano Rafael Correa Delgado y su Movimiento Alianza PAIS - Patria Altiva i
Soberana ganaban ampliamente, en primera vuelta, las elecciones presidenciales y para la Asamblea Nacional y el Parlamento
Andino.
¿Por qué era tan “fácil” vaticinarlo? Porque a Correa Delgado y Alianza PAIS se enfrentaban
siete dispersas fuerzas opositoras: Ruptura 25 con Norman Wray Reyes, ex aliado
del Presidente; el Partido Roldosista del bufonesco expresidente Abdalá Bucaram Ortiz —asilado en Panamá— con
el conservador pastor evangélico Nelson Zavala Avellán; el Movimiento SUMA con Mauricio
Rodas Espinel; el expresidente Lucio Gutiérrez Borbúa por el Partido Sociedad Patriótica
21 de Enero; el Movimiento CREO del banquero Guillermo Lasso Mendoza, segundo en
resultados —mejor que en encuestas—; Álvaro Noboa Pontón —el empresario más rico
del país y quinta vez aspirante— con su PRIAN, y la Unidad Plurinacional de las
Izquierdas - Coordinadora Plurinacional de las Izquierdas con Alberto Acosta Espinosa,
ex presidente de la Asamblea Nacional
Constituyente y ex dirigente de Alianza PAIS.
Además, la Revolución Ciudadana de Correa Delgado ofrecía al
electorado sus éxitos: Crecimiento en 2011 de 7.7% y economía de casi USD 66MM,
con PIB per cápita de USD 4,496, según el Banco Mundial; inflación de 4.4% en 2011
(BM); significativas reducciones de los indicadores de pobreza entre 2002 —Correa
Delgado asumió el poder en 2007— y 2012: casi 24% en pobreza moderada —de 49.0 a
25.3%— y 10% en pobreza extrema —19.4 a 9.4% (CEPAL-INEC). También le ayudaba el
fantasma de la inestabilidad antes de su primer gobierno.
La amplia mayoría legislativa obtenida —entre 60 y 65%— le permitirá
a la Administración Correa Delgado aprobar medidas resistidas por la oposición como
la restrictiva Ley de Comunicación. También podrá sortear en la Asamblea Nacional
el rechazo de los poderosos sectores indígenas al propuesto desarrollo minero a
gran escala.
En lo interno, el Mashi Rafael —como se autoidentifica— deberá
enfrentar la creciente delincuencia y la corrupción —pública y privada— así como
profundizar la defensa del medio ambiente.
En lo externo, el Presidente Correa Delgado consolidará su liderazgo
de la ALBA-TCP —de facto desde 2010— al no poder seguir ejerciéndolo el Presidente
venezolano y al no tener los otros mandatarios ni el carisma ni el poder económico
—Ecuador es, después de Venezuela, la mayor economía de la Alianza— para liderar
una organización política que funcionó con un discurso apoyado, con mucho, en los
petrodólares venezolanos. La convocatoria propuesta para el próximo 8 de marzo en
Quito de los países firmantes de la Convención Americana de Derechos Humanos con
el propósito de concertar, a puertas cerradas, una propuesta de reformas al Sistema
Interamericano que refleje la posición de la ALBA va, también, en este sentido.
La lección para la oposición es clara: Como en Nicaragua en 2011,
la oposición dividida no tiene opciones.
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