Preparaba este comentario sobre el mayor escándalo de
corrupción política en Brasil, el mensalão durante el primer gobierno de Lula,
cuando una gran contradicción de opiniones me hizo rehacer lo que iba a
escribir.
Me refiero a las opiniones, casi simultáneas, de Oscar Arias
—Premio Nobel de la Paz, dos veces presidentes de su país y uno de los mayores
referentes democráticos en Latinoamérica— y la de los cancilleres del MERCOSUR
sobre Paraguay y su democracia.
Para Arias, encabezando una misión de la OEA, la democracia
paraguaya actual asegura una elección presidencial idónea en abril de 2013.
Para los cancilleres del MERCOSUR —ampliado sin el voto paraguayo, a pesar que
se violan sus Estatutos—, Paraguay estará “en examen” hasta agosto, al menos,
cuando asuma el nuevo Presidente.
Opiniones encontradas y que merecen análisis. En 2008, la Alianza
Patriótica para el Cambio —una decena de partidos y movimientos de centro e
izquierda, cuya principal fuerza electoral era el Partido
Liberal Radical Auténtico del hoy Presidente Federico Franco Gómez— con
el ex obispo católico Fernando Lugo Méndez ganó en Paraguay con 41% de los
votos; el aporte electoral del Frente Guasú —a su vez, entonces una veintena
larga de organizaciones, la agrupación que dirige Lugo— a la Alianza estuvo
alrededor de 4%, comparando los votos que habían recibido los demás partidos en
2004, sin el Frente.
Lugo Méndez tuvo una gestión ambivalente caracterizada por
aciertos —avances en el sistema de salud,
en la educación pública y en mayores tarifas de Brasil por la energía de Itaipú—, escándalos —los
reclamos por su paternidad—, alineamientos ideológicos —con los países
bolivarianos— y graves incumplimientos —sobre todo en la prometida Reforma
Agraria. Hoy, al Frente Guasú le quedan: pocas organizaciones —varios
desgajamientos por lo que la expectativa de escasísimos votos hacen que, a
pesar de participar en las elecciones, las denuncie—; una gran sede, muy lejos
de su vocación por los pobres, y el decidido y efectivo apoyo de sus aliados
bolivarianos. Y el de Brasil.
Un Brasil que trabaja para recuperar su liderazgo
subregional frente a Venezuela y superar el lulismo para que la Presidente
Rousseff afiance su propio liderazgo personal.
Y retomo un elemento muy importante en este último objetivo:
El juicio sobre el mensalão —la gran mesada— ha barrido ejemplarmente, entre
otros castigados, con un gran grupo de
líderes políticos, la mayoría de los cuales conformaban el núcleo de más poder
del Partido dos Trabalhadores alrededor de Lula (quien, hasta ahora, no ha sido
acusado directamente).
Cuando hoy en Bolivia se descubre un escándalo de corrupción
que penetró estructuras del Gobierno y la Justicia, la comparación con Brasil
es necesaria: Dentro de una democracia, si la corrupción no puede ser evitada —lo
que sería una obligación—, sí debe ser decididamente sancionada.
Cierro con una cristiana oración de sanación por el
Presidente Chávez Frías y uno mis votos a los de él por una democrática
transición, si fuera necesaria.
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