Rosario Baptista Canedo llegó en diciembre de 2019 al nuevo Tribunal
Supremo Electoral elegido tras la huida de Evo Morales como parte de los acuerdos entre los sectores
políticos del país —incluido el MAS— para viabilizar nuevas elecciones en mayo
del año siguiente.
Pero tras las elecciones generales de 2020,
Baptista pidió a la OEA una auditoría de éstas denunciando la posible
existencia de una "data alterna"; luego retrocedió y convalidó esas
elecciones. Un año después, Baptista renunció a su vocalía denunciando un
sistema montado para favorecer al MAS: «No
estoy dispuesta a ser cómplice de todo este sistema, ni legitimarlo con mi
presencia», repitiendo que en 2020 se ignoraron los verdaderos resultados y
que bajo «las condiciones actuales [el
MAS] nunca perderá una elección»
porque el TSE «está secuestrado por
intereses ajenos a la justicia, a la democracia y a los derechos políticos».
Luego se declaró “perseguida y amenazada” por el MAS y se autoexilió; desde
Colombia dio una entrevista donde reiteró que el MAS se benefició de un padrón
electoral no transparente y, entre otras denuncias, pidió que la lista de
votantes sea saneada.
Las denuncias de Baptista daban soporte a las
dudas con la fiabilidad del padrón electoral desde la base de origen del
Registro Biométrico de 2009 —presuntamente manipulado por la empresa encargada
de su capacitación y soporte, la venezolana Smartmatic, vinculada estrechamente
con el chavismo. El paso siguiente a las denuncias eran las pruebas que
Baptista aportaría de la manipulación
dolosa del padrón.
Pero Baptista nunca las dio ni hizo nuevas
declaraciones o justificado por qué no las aportó. Si para muchos pareció otra
Luisa Ortega Díaz —la Fiscal General de Venezuela que se enfrentó a Maduro y
desde el exilio siguió presentando pruebas contra el régimen—, Baptista con sus
denuncias apócrifas benefició al MAS que porque quedó en meras suposiciones sin
demostrar sustento. Como Iwazaru, el mono sabio japonés, Baptista “no dijo
nada”.
Gabriela Zapata Montaño, novia/amante del presidente Morales
—¿cocotte?— desde los 20 años, con su
vínculo horizontal, su ambición muy desarrollada y su falta de escrúpulos aprovechó
de las mieses del Poder negriazul para engancharse en las danzas de la
corrupción. ¿Dónde mejor que de gerente-vitrina-contacto de la china CAMC
Engenering Co. Ltda., incumplidora de contratos pero favorecida con la
munificencia cómplice del Estado?
Pero
en 2016, en la barahúnda del referéndum prorroguista, pasó de nueva rica
negriazul en las páginas de sociales a las de los escándalos de corrupción. Sin
entrar en entuertos (¿hijo?, ¿no hijo?, caracoles y santeros), fue condenada
como chiva expiatoria (CAMC, “salvada”, emigró raudamente dejando un hueco de
medio billón de verdes dólares); eximida de tráfico de influencias
—“sanificado” el Poder—, fue condenada a 10 años pero media sentencia cumplida
(2021) le “robó el show” a la marcha del Evo a La Paz cuando, mientras se
realizaba el evento de llegada —apoteosis hiperinflada—, un juez le concedió
libertad condicional y ese suceso mediático opacó el evento en San Francisco:
los discursos —el de Arce con lágrimas incluidas, siempre ninguneado, incluso
en la ALBA— no tuvieron prensa.
La
Zapata fue Mizaru, el mono sabio que “no ve nada” —ni devuelve tampoco lo
peculado.
Alicia Bárcena, mexicana que dirigía la CEPAL —y ahora pareciera que la
CELAC—, es Kikazaru: ella “no oye”. Adorada por el demagogo populista que
gobierna México y ella su adoradora, Bárcena es campeona del “progresismo” y adalid de la
sustitución de importaciones, la política “desarrollista” que entre los 50 y 70
cautivó a nacionalistas de izquierdas y derechas, fracasó en todos lados y
ahora resurge con peores reveses en el socialismo 21. El espectro de Raúl
Prébisch, padre del engendro, estará feliz que los políticos no aprendan.
Llega
Navidad y, a pesar de pandemia y crisis, nos vuelve la esperanza. Para todos:
¡Felices Fiestas!
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