La CIX Asamblea de Obispos de Bolivia eligió la semana pasada
la nueva directiva que guiará la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB) para el
período 2021-2024, seleccionando a Monseñor Aurelio Pesoa Ribera,
O.F.M.,, Obispo del Vicariato Apostólico del
Beni, como su Presidente —hasta ahora, Secretario General de la CEB—, a Monseñor Ricardo Centellas Guzmán, Arzobispo
de la Arquidiócesis de Sucre y Primado de
Bolivia, como su Vicepresidente —recién finalizó como
Presidente de la CEB— y como secretario general a Monseñor Giovani Edgar Arana, Obispo de la Diócesis de El Alto.
La elección de la
nueva directiva tiene dos significados profundos: El primero, que reafirma la
continuidad de la Misión de la Iglesia Católica en Bolivia, encarnada
firmemente tanto con su Misión Pastoral como su Misión Social de paz y justicia
en defensa de los necesitados; el segundo, dando —una vez más— representatividad
y presencia a todo el país un chiquitano
(Mons. Pesoa, originario de Concepción), un chuquisaqueño (Mons. Centellas,
nacido en Suquistaca) y un paceño (Mons. Arana).
La experiencia de
Pesoa y Centellas —acompañados entonces por el Obispo de El Alto, Mons. Eugenio Scarpellini(+)—
en la mediación facilitación
del diálogo entre partes antagónicas para la solución de
conflictos tuvo su mayor prueba en la crisis de noviembre de 2019, facilitando —a
pedido de representantes del entonces gobierno del MAS en desbandada y de
sectores de la oposición— junto con representantes internacionales hasta lograr
una solución constitucional y evitar una guerra civil. Y aunque algunos —en pro
de un discurso revanchista y tergiversador— lo quieran negar, esa mediación facilitación de
la CEB —junto con Naciones Unidas, Unión Europea y representantes diplomáticos
de países amigos— posibilitó que en octubre de 2020 hubiera una nueva
transición constitucional —luego de la surgida en medio de los días críticos
tras el fraude electoral— y retornaran sectores del MAS al Poder, los mismos
que —en la “necesidad” de su libreto para justificar aquel fraude con el machacado
mantra de “golpe de Estado”— acusen hoy falazmente a la Iglesia Católica, junto
con los demás mediadores facilitadores y
la OEA, de haber propiciado el quiebre institucional. Pero esa es narración muy
conocida y sólo creída por quienes les convenga “creerla”.
Aprovecho para una reflexión que, además, es un homenaje a
un medio de comunicación social que fue escuela de ética y cualificación
periodísticas: Presencia, vocero de
la Iglesia católica boliviana fundado en 1952 —pocos días antes de la
Revolución del 9 de abril— como semanario primero y luego como periódico diario
bajo la dirección de Huáscar Cajías Kauffmann, una de las figuras más
influyentes en el periodismo nacional. Cajías Kauffmann, junto con Ana María
Romero Pringle de Campero y Mario Frías Infante —por sólo citar dos destacados
continuadores en la dirección—, posicionaron Presencia como un medio impreso apartidario con verdadero alcance
nacional —la presencia territorial de parroquias, Obras y misiones de la
Iglesia coadyuvaba a ello— y como un referente de la verdad y de la ética como
política, entendida ésta no partidariamente —tergiversación que los detractores
le achacan malintencionadamente a la Iglesia—, compartiendo conceptos morales
como la justicia y la dignidad humana firmemente insertados en la Doctrina
Social de la Iglesia.
Presencia dejó de
circular en 2001 por graves dificultades económicas. Quizás ahora, cuando el
soporte impreso deja cada vez más su espacio principal al multimedia, sea el
momento de “resucitar” el Vocero de la Iglesia Católica, dándole nuevamente su
voz —en otros formatos— y armonizándola con los distintos medios de las sedes,
Obras y Congregaciones.
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