Terminé mi anterior columna [“País ‘sui géneris’ con
síndrome de Munchausen”] mencionando que, como país, éramos ‘sui géneris’ y, a
la vez, afectados (incluso: afectos) de victimizarnos y culpar a otro de los
que hicimos o no hicimos. Leyendo después, me encontré el término clínico
"parafrenia" que describe una ruptura con la realidad que lleva a
creer formas de entender las cosas muy estrambóticas y poco razonables. De
ambos, ejemplos nos huelgan.
Estas elecciones son muy buenas para entender que
cohabitamos con parafrenias y Munchausen. Secuenciando, la primera es que vamos
a realizarlas con un binomio presidenciable cuyo prorroguismo fue rechazado
constitucionalmente por una mayoría de ciudadanos: el 51,3% por el NO versus el 48,7% por el SÍ, una
diferencia en rechazo que superó el 2,6% de los ciudadanos que emitieron su
decisión, aunque algún “malabarismo non-matemático” intentó equipararlos: sin
dudas, un suceso delirante para quien lo creyera a pie juntillas (o hiciera
creerlo). La continuidad en mantener el Poder (prorroguismo “obligado” por “la
necesidad”, pragmática y no filosófica) luego se “justificó” con fórceps en la
sentencia 0084/2017 y se “habilitó” en unas elecciones primarias que, segundo
suceso, no eran “elecciones” porque no elegían a alguien frente a otro posible,
sólo servía para habilitar con ese voto al prorroguista (“elección” cerrada circunscrita
a militantes, pensada también para loarlo con “su éxito”, aunque sus huestes le
dieron fiasco: una delusión).
El tercero es, por decirlo “en bonito”, una justificación
rocambolesca. Me refiero a la ahora urgida, socorrida y entendida como panacea:
la unidad opositora. Hoy, cuando quedan poco más de dos meses para las
elecciones, los ayes van por lo que no se hizo antes del 28 de noviembre de
2018, “fecha límite para la inscripción de candidaturas para la elección de
binomios presidenciales por cada partido político, agrupación ciudadana de
alcance nacional o alianza” [“Calendario Electoral - Elecciones Primarias de
Candidaturas de los Binomios Presidenciales para las Elecciones Generales
2019”, OEP, 19/10/2018] y se reclama hacer ahora. Sin entrar en señalar
culpables ni culpas de la desunión, la razón del reclamo está, ahora, en que
las intenciones de votos percibidas de la oposición dispersa (al menos en
encuestas aceptadas mayoritariamente como presuntamente confiables como la
primera de CIES MORI) no da ningún ganador; la imposibilidad es que los
contendores que se “bajen” de la contienda, “bajan” a sus candidatos y eso hoy,
que para partidos con resultados residuales nacionales y departamentales puede
ser beneficioso para no perder personería, para aquellas candidaturas que (al
menos, en algún departamento) tengan “asegurados” espacios en la ALP es, por
decirlo así, una coña burlesca. Ése es un Muchhuasen, acentuado porque en la
mencionada de CIES MORI ninguno (oficialista u opositor) gana en primera vuelta
y, de muy hipotéticamente unirse todo el arco opositor, tampoco ganaría en
primera tanda porque todos los opositores (o que como tal se presentan) unidos
“alcanzan” (recuerde que la encuesta es una fotografía más o menos precisa de
un momento) el 43% mientras el MAS “tiene” el 37%: la oposición “pasaría” la
barrera del 40% pero no alcanzaría la diferencia del 10% con el siguiente, el
MAS.
Lo que toca hacer con urgencia a todos, tirios y troyanos
(léase el MAS y los ocho opositores), es mejorar sus captaciones y convencer de
sus verdades (cualesquiera que éstas sean) al amplio porcentaje de indecisos. La
hora de los ayes pasó y a los plañideros si fueran culpables, la historia no
los absolverá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario