miércoles, 15 de marzo de 2017

Quinto inning: Lecciones de unas elecciones


El 22 de noviembre de 2015, los gobiernos del socialismo del siglo 21 en Latinoamérica empezaron a vivir una muy desagradable cuenta atrás. Ese día, en segunda vuelta, Argentina eligió a Mauricio Macri Blanco, a la cabeza de la coalición CAMBIEMOS, como presidente del país y puso fin al docenio Kirchner en la marea de sus errores y el descontento que provocaron las gestiones de CFK mientras que a su marido Kirchner Ostoić no le alcanzó el tiempo para la alternancia —faltaba ver si la esposa lo hubiera aceptado cumplir—, además de que lo que parecía la «Dinastía Perfecta»: Néstor-Cristina-Néstor-Máximo se truncó en el camino.

Los innings dentro de un campeonato que va cuesta abajo

El argentino fue el primer inning del ocaso del socialismo del siglo 21. El segundo inning fue en diciembre, en Venezuela: el 6, los electores le dijeron NO al chavismo madurista y le dieron los dos tercios de la Asamblea Nacional a la oposición. Desde entonces y hasta ahora, todos los Poderes cooptados —Judicial y Electoral— se han alineado con el Ejecutivo para bloquearlo y para desconocer cualquier reclamo popular.

El tercero saltó Los Andes y fue en Bolivia. El 21 de febrero del siguiente año, el oficialismo perdió el referéndum constitucional que le hubiera permitido a Evo Morales Ayma una cuarta postulación: 2005, 2009, 2014 —que ya necesitó “interpretación” del Tribunal Constitucional, con miembros propuestos por el legislativo oficialista y “elegidos” en 2011 con 58% de votos blancos o pifiados—… 2019 y con ello se le cerró, al menos por la vía constitucional, el camino a la relección —la llamada re re re. Desde entonces y a pesar de sus esfuerzos y los denodados de sus colaboradores —enrevesadas justificaciones contradictorias—, Morales Ayma no ha logrado zafarse de los escándalos de su supuesto hijo y su amante proveedora de contratos a empresarios chinos ni ha avanzado en poder volver a postularse.

El 31 de agosto, 61 votos a favor de la destitución de Dilma Rousseff  por 20 en contra y sin abstenciones en un juicio por maquillar cuentas públicas decidieron el final de 13 años de gobernar el petismo al país, un trecenio que sacó a muchos brasileños de la pobreza para luego volverlos a poner a sus puertas, creo una falsa imagen exitosa del país, imprevisoramente abrió las puertas a la crisis —contracción de 3,8% en 2015 y 3,5% en 2016— e institucionalizó la corrupción a niveles superlativos. Ése fue el cuarto inning.

La que ya, en los hechos, es una quinta derrota se celebró el 19 de febrero pasado cuando los 12.826.928 ciudadanos de Ecuador fueron a elegir a su presidente y vicepresidente, 137 asambleístas nacionales, cinco parlamentarios andinos y responder una consulta popular sobre la propuesta de un pacto ético para que los representantes electos retornen sus cuentas en el exterior. De ellos, asistieron 10.470.174 —81,63% del padrón porque 2.356.754 (18,37%) no concurrieron a ejercer su voto— y, de éstos, 1.022.812 votaron en blanco o nulo (9,77%), por lo que los votos válidos corresponden a 9.426.122 electores: 90,23% de los que votaron y 71.86% del padrón electoral, de los que el candidato oficialista Lenín Moreno Garcés obtuvo 3.716.343, correspondiente a 39,36% de los que votaron válido y 28,97% del electorado total. (Todos son datos oficiales del Consejo Nacional Electoral al 100% del escrutinio.)

El 02 de abril los ecuatorianos decidirán si las elecciones ecuatorianas fueron el quinto inning del progresivo final de los gobiernos del socialismo del siglo 21.

¿Qué le pasó al correísmo?

Comparando los resultados de las elecciones anteriores y ésta, en 2006 Rafael Correa Delgado obtuvo en primera vuelta 22,84% de votos válidos (fue segundo pero ganó en ballotage con 56,67%); en 2009 alcanzó 51,99% y en 2013 (ambas ganó en primera) logró 57,17%. Exceptuando 2006, Moreno Garcés logró 12,63% votos válidos menos que Correa Delgado en 2009 y 17,81% menos que en 2013. ¿Por qué esa caída tan marcada? ¿Porque el candidato supletorio —eso es Moreno Garcés, que en béisbol sería un bateador emergente porque el actual presidente pidió no presentarse a esta relección (más adelante veremos esto)— tiene menos carisma? ¿Porque la oposición se presentó unida? ¿O porque hay desgaste político de Alianza PAIS?

Aunque la personalidad extrovertida de Correa Delgado es mucho más carismática —y prepotente—que la de Moreno Garcés, el permanente apoyo que el actual presidente le diera a su heredero designado durante toda la campaña supuestamente compensaría en gran medida la diferencia de carisma entre ambos, por lo que ésa no sería la razón de la pérdida de votos. Ni tampoco por unidad opositora, pues en estos comicios la oposición fue muy dividida en 7 candidaturas: 4 entre la centroizquierda y la izquierda y 3 entre la centroderecha y la derecha ideológicas, todos en contra del oficialismo: de Alianza PAÍS y sus socios.

Fue el desgaste. Correa Delgado triunfó en 2006 con el propósito de frenar la inestabilidad política ocho gobiernos sucesivos entre 1996 y 2006, trabajar por la justicia y la inclusión social y acabar con la corrupción. Sin embargo, Ecuador llegó a sus elecciones presidenciales de 2017 con un decrecimiento de su Producto Interno Bruto de 1,7% en 2016 —y sin visos de mejora en 2017—, amplio gasto público y social —24.000 millones de dólares en 2016, mientras sus ingresos no llegaron a 17.000 millones—, ambos no sostenibles —tratados de compensar parcialmente con altos impuestos—, crecimiento desmesurado de la burocracia —entre 2006, año de la victoria de Correa Delgado, y 2005, el país pasó de 18 ministerios y 398.077 empleados a 22 ministerios, seis ministerios “de coordinación” más cinco secretarías nacionales y otras cuatro secretarías (a secas) y los funcionarios ascendieron a 487.885; este último año de gobierno, los ministerios se mantienen en 22 y los de coordinación en seis, las secretarías nacionales se habían reducido a cuatro y las secretarías (a secas) habían subido a siete—, elevado endeudamiento —hasta enero 2017 era de 39.382,7 millones de dólares, equivalente a 39,1% del PIB (a la llegada del correísmo al poder, a fines de 2006, la deuda total era de 13.492,5 millones, equivalente a 28,8%, y a su última ascensión en marzo de 2013 era de 20.197,0 millones: 21,2%, lo que da una idea del endeudamiento progresivo y acelerado), y entonces se colocaron en mercado mil millones de dólares en bonos a 10 años con tasa de 9,1%, superior al idéntico bono de Grecia (7,22%) y de México (7,37%) y lejísimo del suizo (0,05%) o el japonés (0,09%) [Datos ecuatorianos tomados de su Ministerio de Finanzas]— y alto riesgo país —615 en enero, cercano también a Grecia (675) y México (690), con calificación desfavorable de Moody’s (B3, "de alto riesgo crediticio"), S&P (B, “situación financiera notablemente variable”) y Fitch (también B, “situación financiera notablemente variable”)—; los escándalos de Petroecuador y la Refinería Esmeraldas —con un denunciado sobreprecio de 2.020 millones de dólares sobre los 180 originalmente cotizados por la empresa que la había construido décadas atrás y que no fue contratada (el sobreprecio fue sin cumplir todas las expectativas)— y otros muchos de malversación y peculado por ministros y otros altos funcionarios condenados o escapados, además del reciente develado de 33,5 millones en coimas hechas por la Organização Odebrecht durante la década correísta, entre otros.

A la par de luchar por la reducción de la pobreza (su éxito más destacado, además de obras públicas, éstas muchas  veces fuente de corruptelas), el gobierno dilapidó los ingresos extraordinarios sin inversión sostenible, fomentó la división de la población por motivos partidarios, combatió la libertad de expresión y cambió la meritocracia por la afinidad ideológica.

Precisiones para entender mejor el momento

Agradezco las observaciones que a la columna que escribí sobre el tema (“Lección del medio del mundo”, La Razón, 28/02) me hiciera una muy querida amiga en Quito y que me han permitido ampliar mi visión.

La primera fue sobre la capacidad de comunicar y convocar el gobierno. De acuerdo con la información pública de la Secretaría Nacional de Comunicación, el gobierno dispone de casi una veintena de medios, algunos oficiales (Ecuador TV, Radio Nacional del Ecuador, los periódicos El Telégrafo, El Ciudadano y PP El Verdadero y la Agencia Andes) y (según la Unidad de Gestión de Medios de esa Secretaría en 2016) otros once incautados e indebidamente retenidos: editorial Unimasa (imprime varias revistas, Radio Difusora del Pacífico S.A. (Super K-800 en Quito), Radio Bolívar S.A. (Super K-800 en Guayaquil), Organización Radial C.A. (Radio Carrusel), Cablevisión S.A. (canales CNPlus y Cabledeportes), América Visión S.A., Radio La Prensa TV S.A., Editores e Impresores S.A. (diario Hoy), Movidad C.A., además de Gama TV y TC Televisión, sumándosele a éstos otros creados como los comunitarios (proficialistas). Con ello queda claro que, a diferencia de la manida propaganda al uso —reforzada por medios como Telesur—, quien tiene la preponderancia del manejo comunicacional es el oficialismo, eso sin contar lo que pueda influenciar con la discrecionalidad en la distribución de la publicidad estatal en medios privados. 

La segunda observación que me hizo era referida a que Correa Delgado fue quien pidió explícitamente a sus asambleístas que incluyeran la imposibilidad de relección inmediata por esta vez —el pedido señalaba que la entrada en vigor sería luego de las recientes elecciones— en la enmienda constitucional que aprobaron en diciembre de 2015 para permitir las reelecciones indefinidas e inmediatas. Luego, el Colectivo “Rafael Contigo Siempre” recogió más un millón de firmas para que él sí se presentara pero Correa Delgado se mantuvo en su decisión. Me es totalmente obvio que Correa Delgado prefirió dejar la solución de todos los problemas —o la insolución— a otro y así poder regresar de su autoexilio europeo sobre las mieses o la crisis como salvador —y así se libraría del shutout político que se avecina, una “buena” blanqueada beisbolera.

Otros resultados de la elección

Junto con los comicios presidenciales, los electores estaban convocados para elegir a los miembros de la Asamblea Nacional y a sus representantes al Parlamento Andino, ambos para el mismo período 2017-2021, además de votar en una consulta popular que buscaba conocer la decisión de los ecuatorianos sobre la inhabilitación para funcionarios públicos de quienes tuvieran cuentas y empresas en paraísos fiscales.

Los resultados de asambleístas electos —al margen de la propaganda gubernamental de que mantenían mayoría, ahora simple— fueron también reflejo del desgaste del correísmo cuando redujeron su representación en 26 asambleístas de los 100 que tuvieron en la anterior legislatura (más de un cuarto menos) y que funcionaban como un rodillo parlamentario —junto con sus 5 aliados tácitos de AVANZA, que no alcanzó asambleísta en estas elecciones y sólo obtuvo 2,15% de los votos válidos— frente a los restantes 32 asambleístas opositores. El nuevo apoyo de Alianza PAÍS —Fuerza Compromiso Social— no obtuvo representación en la Asamblea.

Por la oposición, la coalición CREO-SUMA obtuvo 34 asambleístas (23 en la anterior legislatura) —32 del Movimiento Creando Oportunidades (CREO)  y 2 del Movimiento Sociedad Unida Más Acción (SUMA)—, el Partido Social Cristiano 15 (de 9), el Acuerdo Nacional por el Cambio 8 (antes 3) —4 del Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik  y 4 de Izquierda Democrática, aunque no necesariamente todos los miembros de esa coalición voten como oposición—, Fuerza Ecuador mantuvo su único parlamentario y el Partido Sociedad Patriótica obtuvo dos (perdió uno), un aumento de 22 asambleístas y una bancada opositora de 60 —en ambos conjuntos, incluyendo todos los del Acuerdo Nacional por el Cambio—, a los que tácitamente se le podrían unir —o no— los tres asambleístas electos por movimientos regionales.

En los parlamentarios andinos, la coalición Alianza PAÍS-Partido Socialista obtuvo tres —perdió uno— mientras la oposición alcanzó dos —CREO/SUMA mantuvo uno y el Partido Social Cristiano obtuvo su primero.

La consulta ciudadana —un pedido del presidente Correa Delgado— fue aprobada por 55,12% de los votantes. Lo que algunos medios y el gobierno han atribuido como un “triunfo oficialista”, a mi entender tiene dos lecturas muy diferentes: la primera, es que la consulta fue provocada por los graves escándalos ya mencionados que surgieron dentro del mismo gobierno y que su convocatoria no fue un gesto magnánimo o eticista del presidente sino una necesidad imperiosa de limpiar la deteriorada imagen de probidad del gobierno y, a la vez, de impulsar la candidatura oficialista; la segunda, que 44,88% —equivalente a 4.699.969 ciudadanos ecuatorianos— de los que respondieron dijeron no estar de acuerdo con esa condicionante, lo que representa un alto número de no conformes.

Realineación para el ballotage

La más importante lección que dejan estas elecciones para los opositores ecuatorianos —ya fueran los que buscan cambiar el modelo o para los que, encontrando elementos positivos dentro de él, están contra el continuismo de la división, el despilfarro y la corrupción— es la misma que para todos los opositores a los diferentes gobiernos del socialismo del siglo 21 —exceptuando Cuba, por lógicas razones de ser una “democracia de un único partido”—: cómo la incapacidad de coaligarse provoca la dispersión del voto que en Ecuador, a pesar que 60% votó contra la continuidad, el oficialismo estuvo a punto de ganar en primera vuelta.

Para la segunda, el opositor Guillermo Lasso Mendoza contará con los votos de su alianza (CREO y SUMA: 28,09%) y los apoyos anunciados de los partidos Social Cristiano (16,32%) y Sociedad Patriótica (0,77%), Fuerza Ecuador (4,82%) y la Unión Ecuatoriana (0,75%) y el Acuerdo Nacional por el Cambio (6,71%) —aunque no es absoluto que todos sus votantes el 02 de abril lo hagan por Lasso Mendoza—, entre otros, junto con movimientos indígenas y movimientos de izquierda: todo —o, al menos, la mayoría— del espectro anticontinuista. Por el correísmo —además de su permanente aliado de lista, el Partido Socialista— se adelantan Fuerza Compromiso Social (3,18%) —su candidato, Ivan Espinel Molina, había sido señalado como progubernamental por haber ejercido cargos en el actual gobierno y su familiares seguían en funciones, pero en la campaña intentó desligarse del oficialismo, criticándolo, aunque ahora regresó al redil— y Centro Democrático —que para la primera vuelta se presentó junto con el Acuerdo Nacional por el Cambio, por lo que no tiene una votación definida—, mientras otras agrupaciones manifiestan su rechazo al oficialismo pero siguen sin pronunciar adhesiones.

Fue interesante que el 22 de febrero —tres días de lento escrutinio después de los comicios que despertaron muchas susceptibilidades— a 88% de actas escrutadas, Moreno Garcés y su contrincante estaban, en números redondos, con los mismos porcentajes del final. Una tendencia que debe dar de pensar a los estrategas de ambas campañas.

Pero, al margen de los pactos, la gran apuesta de ambas campañas es alcanzar los votos del ausentismo (18,21% del padrón: 2.346.524 electores) y de la votación en blanco y pifiada (7,98%: 1.022.812) suman 3.369.336 votos, 26,19% del padrón y que son el 32,17% respecto a los 10.472.302 electores que fueron a votar: un hipotético segundo lugar en votación.

Una reciente encuesta de CEDATOS —que en sus cinco encuestas previas a primera vuelta auguraron ballotage— da a 52,1% de votos válidos a Lasso Mendoza y 47,9% a Moreno Garcés con indecisión de 19% —similar al reciente ausentismo—, con margen de error de 3,4%; otra no nacional de Diagnóstico —no hay registro de encuestas para la primera— le daba al oficialismo casi 13% de ventaja en cuatro provincias y tres ciudades principales, aunque proyecta como nacional.

El inning final

El 2 de abril será la verdadera encuesta. En primera vuelta, el recién depuesto comandante del Ejército Luis Castro Ayala señaló supuestos fallos —no observación de los protocolos de aseguramiento, lo cual fue descartado por la Corte Electoral pero queda en entredicho para la segunda vuelta— en la custodia militar del material de votación, lo que ha provocado que para el ballotage el candidato opositor advirtiera a la Unión de Naciones Suramericanas y a la Organización de Estados Americanos de presuntos "intentos de fraude".

Pero, con independencia de lo que ese día suceda en las urnas, ya en Ecuador se vive un clima de final de ciclo. Sea Moreno o Lasso el triunfador, como en Argentina, en Brasil o el que vaya a gobernar en Venezuela luego de la desaparición del chavismo madurista, tendrá que gobernar pensando en las clases medias urbanas —que en los primeros años del correísmo se beneficiaron del crecimiento de la economía inducido por los factores exógenos del Big Push y que ahora están afectados por la contracción económica y los altos impuestos— y en todos lo que en esta década salieron de la pobreza —o estuvieron a punto de ello—  y que ahora vuelven a estarlo; también tendrá que gobernar pensando en los jóvenes y en sus perspectivas. Por ello —aunque según sea, será a diferentes intensidades— el ganador necesitará reducir en medida significativa —y seguro traumáticamente, al inicio al menos— el gasto público y hacer importantes ajustes a la estructura del Estado, a la vez de fomentar el trabajo productivo.

¿De quién será home run?


Información consultada


http://www.datosmacro.com/deuda           

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