El primero de febrero,
ganaba el caucus republicano de
Iowa el conservador bautista y senador de Texas Edward “Ted” Cruz con
poco más del 3% de las adhesiones sobre su más cercano competidor, el magnate
de bienes raíces Donald John Trump, seguido éste a 1% por el cubanoamericano Marco
Rubio, senador por Florida. Ése fue el momento en que las diatribas del
histriónico Trump empezaron tener carta
de posición dentro de los aspirantes republicanos y lo que en junio del año
anterior, cuando lanzó su candidatura, parecía una bravuconada sin sustento de
un millonario excéntrico y muy mediático —un sondeo de la Universidad de
Quinnipiac, contemporáneo al lanzamiento, sólo le daba 5% de intenciones
republicanas y 51% de rechazo general de los electores— la de querer construir
un muro a lo largo de los más de 3.000 km de frontera entre EEUU y México para
impedir la entrada de los inmigrantes mexicanos, a los que calificó de
"traficantes de droga, criminales y violadores" y prometió deportarlos.
Estas elecciones han sido atípicas: Primero, saltó al
asombro la cantidad de precandidatos republicanos: 19, aunque sólo 7 llegaron a
participar en alguna primaria (en el lado demócrata 7). Segundo, la virulencia
de los ataques (por parte de Trump, por supuesto) y la escasez de ideas
sustituidas por esos denuestos. Tercero, la participación mediática, que hasta
las convenciones repetían todas a Trump (cálculos de The New York Times con
mediaQuant y SMG Delta, dos empresas especializadas en medición de medios,
dan una cobertura gratuita para Trump de ¡2.400 millones de dólares!) y luego
enfrentándolo. Cuarto, la desembozada admiración de Trump por un líder extranjero,
habitualmente enfrentado con EEUU (Putin), algo que el America First Committee no
le permitió a su líder Charles Lindbergh con Hitler. Quinto, el desatino de la
Administración Peña Nieto de invitar a México a ambos candidatos (totalmente
inusual, lo que Clinton declinó), visita que Trump aprovechó para repetir sus
posiciones respecto a la inmigración y dejar muy mal posicionado al presidente
mexicano. Sexto, el afloramiento desmesurado del populismo que remeció las
campañas: Bernard "Bernie" Sanders desde la izquierda del partido del
asno (demócrata) con consignas socialistas utópicas, Trump con xenófobas y
chauvinistas desde el conservadurismo extremo dentro en el del elefante (republicano,
el Grand Old Party). Séptimo, Trump ha cuestionado los fundamentos del
sistema democrático norteamericano, no sólo la separación de poderes sino su
base conceptual: la independencia y transparencia de sus elecciones. Octavo y
último, porque Trump ha logrado fracturar su partido al combatir los valores
que éste representa, logrando la oposición de su dirigencia.
Cuando ya son dos escasas semanas para las elecciones y el
triunfo de Hillary Diane Rodham Clinton parece totalmente seguro (según el
tracking hecho ayer lunes por The Huffington Post de las últimas 340 encuestas
de 43 encuestadoras distintas, la Clinton ganaría por 48.01% de los votos ciudadanos
contra 40.8 de Trump) con 334 votos electorales de 538, la gran apuesta de los
republicanos ahora es frenar la caída legislativa a la que Trump los está
arrastrando porque podrían perder el control de ambas cámaras con una
presidente demócrata, la peor pesadilla para el bipartidismo norteamericano.
El próximo martes 8 se sabrán los resultados. In God I Trust!
Información consultada
http://www.la-razon.com/index.php?_url=/opinion/columnistas/politicamente-correcto_0_2521547821.html
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