«Es mejor la paz para todos que un acuerdo débil para la
mitad.» [Uribe Vélez tras su encuentro con Santos Calderón.]
El 24 de agosto, Juan Manuel Santos Calderón y Rodrigo Londoño
Echeverri firmaron en La Habana
unos acuerdos de paz tras cuatro años de negociaciones. El 26 de septiembre,
Santos Calderón y Rodrigo Londoño Echeverri suscribieron
en Cartagena de Indias esos acuerdos de paz. El 2 de octubre, Colombia dijo NO a esos acuerdos. El 5, Santos Calderón se reunió con sus
predecesores Álvaro Uribe Vélez y Andrés Pastrana Arango, críticos de los
acuerdos y abanderados por el NO. El 7, en Oslo se anunció que Santos Calderón
recibía —excluyendo al jefe de las FARC— el premio Nobel por la Paz —dado por
el Parlamento noruego, país mediador de los acuerdos.
Cinco momentos importantes
para una paz duradera para Colombia. Para entender lo que pasó responderé
varias preguntas.
¿Los acuerdos de La
Habana satisficieron a todos los colombianos? No, porque una mayoría —50,21%—
de los que votaron en el plebiscito no los refrendaron. ¿Los que votaron NO
quieren la guerra? Indiscutiblemente no, porque su voto fue contra una paz
incompleta. ¿El voto por el NO reinicia la guerra? Definitivamente no, aunque
así lo repitiera la propaganda del gobierno dirigida por el expresidente César
Gaviria Trujillo, porque los líderes de la guerrilla ya habían advertido que,
si fracasaba el plebiscito, seguirían el esfuerzo por llegar a acuerdos. ¿La
baja participación ciudadana el 2 —37,44% del padrón— desvirtuaba el plebiscito?
Ciertamente no, porque el gobierno había reducido el umbral necesario para
aprobarlo en 13% de los habilitados —4.536.992—; además, en Colombia el voto no
es obligatorio. ¿Se equivocaron las encuestadoras? Sí, porque cinco días antes todas
daban victoria abrumadora al SI: ¡incluso 66%! (Ipsos Napoleón Franco).
¿Por qué muchos
votaron por el NO a pesar de querer la paz? Porque los acuerdos —297
páginas con sólo un mes para conocer— despertaron muchas susceptibilidades por
las concesiones extremadamente ventajosas —precedente para las próximas con el
ELN—: los crímenes contra el derecho
humanitario no tendrían prisión; otros delitos serían juzgados por una
“justicia transicional” superior a la justicia nacional; las FARC —terrorista y
narcotraficante para la mayoría de los países—aseguraban diez curules durante
dos periodos legislativos, además de disputar 16 escaños especiales de las
zonas más afectadas por el conflicto —donde dominan—; recibirían los mismos
recursos estatales que todos los demás partidos, además de 31 emisoras y un
canal de TV —beneficio exclusivo sobre el resto—; asimismo, las FARC no
reconocerían su vinculación con el narcotráfico ni devolver lo percibido por la
droga, los secuestros, las extorsiones y la minería ilegal, que podría usarlo
en política sin contribuir a reparar a las víctimas. Entre muchos otros
beneficios.
¿La guerrilla necesita la paz? Sí, porque hoy sólo tiene 6.700
hombres armados, a diferencia de 2002 —inicio del gobierno de Uribe Vélez—
cuando tenía 20.700.
Ahora, un diálogo nacional deberá lograr un acuerdo
consensuado. Como pidieron familiares de diputados del Cauca secuestrados y
asesinados por las FARC en 2002: "Hoy, debemos unirnos los del Sí y los
del No, con un solo propósito: la construcción de una paz estable y duradera en
Colombia […] para dejarle un mejor país a nuestras próximas
generaciones."
Información consultada
http://www.nytimes.com/es/2016/10/06/miles-de-colombianos-salieron-a-marchar-en-el-nombre-de-la-paz/
http://www.publimetro.co/colombia/encuesta-de-votacion-al-plebiscito-por-la-paz/lmkpha!KIhLDFyj7nQE/
https://es.wikipedia.org/wiki/Íngrid_Betancourt
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