martes, 3 de marzo de 2015

El prisionero de Miraflores

«Resulta totalmente imposible gobernar un pueblo si éste ha perdido la confianza en sus gobernantes.» [Confucio]

¿Sabía usted que existe una figura geométrica que tiene una única cara y un único borde? Por muy increíble que parezca, existe: la banda de Möbius, una paradoja científica que tiene la propiedad matemática de ser un objeto no orientable porque es unidimensional. No hay frente ni fondo: sólo es frente. No hay el lado de arriba ni el de abajo porque todos son el mismo lado y un único borde.

Este descubrimiento en el siglo 19 del matemático  y astrónomo teórico alemán August Ferdinand Möbius (descendiente de Martin Lutero) fue un paso fundamental en el desarrollo de la teoría de números y de la topología (rama de la matemática que relativiza lo inalterable de la geometría de Euclides).

Pero también, seguro sin saberlo, ha sido muy utilizable por algunos políticos y sus justificaciones de errores. Desechando las dicotomías, el elucubrar un mundo donde lo externo siempre agrede y destruye y lo interno es idílico es una de las pasiones de la mediocridad fracasada.

La Venezuela de Maduro Moros es (en discursos y consignas) la presunta continua víctima de fuerzas centrífugas externas (incluidos presuntos agentes internos de ese poder externo) que quieren destruir la idílica sociedad bolivariana. Nada más fácil y provechoso para simplificar que la banda de Möbius: todo es unipolar; sólo algo externo me agrede porque no puede existir yerro alguno propio, sólo puede haber maldad ajena frente a la virtud propia.

Maduro Moros es el prisionero de Miraflores. Exiliado de La Casona, temeroso de sombras ajenas y certezas propias, incapaz de reproducir el carisma de su mentor y lejano del poder del Líder, consciente de su enanismo frente al gigante del que heredó (éste también, Hubris, concienciado que sólo él capeaba todos los temporales y quizás previsor de sombras a su legado), el inquilino de Miraflores sabe que es vana ilusión «pretender apagar con fuego un incendio» [Confucio] y que su Destino Manifiesto, elegido por su Líder, es ése.

Hoy Venezuela (la de los Rómulos demócratas: Gallegos Freire y Betancourt Bello) se debate en la espiral de una crisis que, fracasados los diálogos por sorderas, se encamina cada vez a la violencia sin solución. Con disminuidos soportes, prebendalistas unos e ideologizados otros, la Venezuela Bolivariana se acerca a un quiebre que sólo la oportuna presión latinoamericana puede suavizar, presión que hoy critican los mismos que la ejercieron presta y severamente en Paraguay poco antes, dando a pensar que hay dos varas para medir la misma cosecha (y eso a pesar de que en Paraguay no hubo muertos ni prisioneros de conciencia…).

Hoy, que tan intercomunicados estamos, el silencio es complicidad o es cobardía. Solidaridad es presionar para el diálogo, no de ganar tiempos y audiencias sino para soluciones reales, sin vencedores, franco y decidido. Otros pudieron, tras muchos muertos; confiemos que éstos no sean el camino.

Referencias


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