Este año, el 12 de Octubre llega con dos significantes: elecciones
generales en Bolivia y el recuerdo (conmemoración en muchos lugares) de un día que
inició un cambio fundamental de la historia para llegar a lo que somos ahora.
Pocos días median hasta las elecciones bolivianas y es incuestionable
ya que el actual presidente, Evo Morales Ayma del Movimiento al Socialismo, va a
ser reelegido. La apuesta original opositora de lograr una candidatura de unidad
fue desgastándose y hoy, cuando se menciona renuncias de candidatos presidenciales
con menos opciones y cohesiones consecuentes dentro de esa oposición, son opciones
más fracasadas e improbables que al inicio de las campañas, centrándose la expectativa
en el segundo escalón: los asambleístas, mediante el voto cruzado para reducir la
mayoría absoluta parlamentaria oficialista, pero escasean en todos los partidos
(oficialista y opositores) los carismas y liderazgos (a la vez que abundan reciclajes
y trasiegos) y, por ende, los atractivos para que el electorado decida su voto.
Este período de campañas ha enfrentado liderazgos opositores
devenidos en candidatos presidenciales débiles frente a Morales Ayma (al margen
de la mediatización) y en el que han pasado desapercibidos o disminuidos temas fundamentales:
vías de desarrollo (las metas de la Agenda del Bicentenario soslayadas y las alternativas
inexistentes), narcotráfico y narco economía, escenarios Bolivia-Chile post La Haya,
inversión (extranjera y propia) y seguridad jurídica, frontera agrícola y
seguridad alimentaria. Los debates más relevantes fueron sobre machismo y violencia
contra la mujer, lamentablemente por causas incidentales, aunque ha sido muy trascendente
que se discutiera.
Quizás lo más positivo de estas elecciones (más que en las de
2016, regionales y locales) es que, sin dudas, sacará definitivamente de futuras
contiendas a varios (muchos) candidatos y desnudará la necesidad de nuevos liderazgos
alternativos. El ejemplo de Venezuela tras muchos años para generar esos liderazgos
es buena medida de comparación.
El otro 12 de Octubre, en 1492, los navíos del Almirante de
la Mar Océana arribaron a la isla Guanahaní en Las Bahamas, iniciando un largo proceso
(“Descubrimiento”, “Mutuo Reconocimiento”, De la Raza o de Resistencia Indígena:
muchas etiquetas y conmemoraciones) cruel, despiadado y explotador muchísimas
veces por los recién llegados pero que, también en hartos casos, sustituyó otras
cruentas dominaciones (porque la mayoría de los pueblos precolombinos lo fueron
antes) y que, a gusto o disgusto, nos hizo los latinoamericanos de hoy. La
idealización del pasado precolombino fue políticamente correcta para reforzar
las nuevas identidades y revalorar la cultura mestiza surgida pero conllevó
inexactitudes. Al final, la inmensa mayoría de los latinoamericanos ya no somos
ni indígenas ni, menos, europeos o africanos o asiáticos: somos una cultura
mestiza que continuamente se recrea. Para mí, es Día del Respeto de Nuestra
Diversidad.
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