No me referiré al
preciado artículo que llevó a Marco, Niccolò y Maffeo Polo a
“descubrir” China para Occidente ni el famoso filme de Anselmo Duarte. Sí al impacto de la reducción de importaciones primarias chinas y el
cumplimiento de las promesas populistas.
El boom de esas
importaciones —minerales, petróleo— en
Latinoamérica sirvió para evitar la crisis mundial, crecer con justicia social
pero, también, para encandilar promesas. La ALBA, el MERCOSUR y la Alianza del
Pacífico crecieron con el aliento chino —menor el hindú—
y hoy varios dependen de los empréstitos generosos —e
interesados— que otorgó el país del dragón: Venezuela y
Argentina son grandes deudores, otros van en ello. La contracción ha afectado
los exportadores más grandes para ese mercado, como Chile que reducirá más su
crecimiento del 3,2% ya antes recortado.
A esto se suman las
reformas estructurales prometidas por Bachelet Jeria en su campaña, sobre todo
la tributaria, imprescindible —en el modelo propuesto—
para financiar las otras y que algunos —dentro y fuera de la Nueva
Mayoría— advirtieron como potencialmente conflictiva.
Ahora, con menos ingresos externos y más obligaciones fiscales, cumplir las
promesas puede tener consecuencias tan negativas como los populismos venezolano
y argentino —o brasilero…
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