“Los
derechos humanos se violan no solo por el terrorismo, la represión, los
asesinatos, sino también por la existencia de condiciones de extrema pobreza y
de condiciones económicas injustas que originan las grandes desigualdades.” [Papa Francisco]
UN HURACÁN QUE LLEGA.
Francisco llegó con inusuales mensajes de humildad y ejemplos de austeridad pero
también demostró sus convicciones cuando ordenó expulsar al cardenal Law —encubridor de muchos
sacerdotes pederastas en EEUU— de su cómodo exilio en la Basílica romana Santa María La Mayor
y enviarlo a clausura.
Con esa determinación,
Francisco deberá enfrentar las ingentes
tareas que le esperan. Conocidas
son las que los Vatileaks
empezaron a desnudar —Benedicto
dijo que el Diablo es el que engaña con el poder, el éxito y los bienes
materiales—: corrupción en esferas cercanas a la Curia
romana —el gobierno vaticano—
e incumplimiento de Mandamientos, así como manejos turbios en el Instituto
para las Obras de Religión —el
“banco” del Vaticano, recién acusado de lavado de dinero—; también profundizar la
labor iniciada por Benedicto XVI para romper el silencio —y encubrimiento— sobre los casos de pedofilia cometidos por eclesiásticos. Con ello, proveerá una voz comprometida socialmente a la Iglesia en el Año de la Fe.
Pero no son sus únicos
retos: Deberá mejorar las
relaciones con musulmanes y
hebreos, avanzar en el ecumenismo real potenciado por Juan Pablo II y recuperar el espíritu social de Vaticano II; así como
frenar el drenaje de fieles hacia
las denominaciones evangélicas y el ateísmo. Tampoco podrá excluir las
discusiones —cada vez más urgentes— sobre celibato y ordenación femenina ni
silenciar voces “disidentes”,
democratizando la Iglesia como abrió Vaticano II —tareas que pudieran serle mucho
más difíciles.
UN HURACÁN QUE SE VA.
Con amores y odios llenos de pasión, Hugo Chávez Frías ya no está para
convencer a los pobres que es su hora y para atacar —con
muchos denuestos usualmente— a los que no comulgaran con él. El hombre que
fue eje de los últimos 20 años de Venezuela y principal actor en Latinoamérica,
telúrico y arrollador, destruyendo todo lo que le estorbara y reconstruyéndolo
proclive para su propósito, recuperó su país para los olvidados y supo
hablarles sus aspiraciones, pero no supo consensuar ni, en medio de la mayor
riqueza posible —nunca el petróleo valió tanto—,
potenciar la economía venezolana y hacerla sostenible.
Pasado el llanto del
luto humilde y de los que bien lo quisieron, dentro y fuera de sus fronteras,
sus seguidores deberán continuar su proceso. Pero sus herederos, sin el carisma
ni la capacidad de movilizar del Caudillo, tendrán como reto inmensurable
recuperar la economía y hacerla eficiente para continuar el beneficio social,
tarea titánica —si no imposible— si su herramienta es sólo
discurso.
Mi oración por el eterno
descanso del alma inmortal del hombre que una vez dijo: “No podemos subestimar al adversario en ninguna
batalla, ni en la guerra ni en la política. Al adversario hay que darle su
justo peso.”
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