martes, 19 de marzo de 2013

Huracanes de marzo


Los derechos humanos se violan no solo por el terrorismo, la represión, los asesinatos, sino también por la existencia de condiciones de extrema pobreza y de condiciones económicas injustas que originan las grandes desigualdades. [Papa Francisco]

UN HURACÁN QUE LLEGA. Francisco llegó con inusuales mensajes de humildad y ejemplos de austeridad pero también demostró sus convicciones cuando ordenó expulsar al cardenal Law —encubridor de muchos sacerdotes pederastas en EEUU— de su cómodo exilio en la Basílica romana Santa María La Mayor y enviarlo a clausura.

Con esa determinación, Francisco deberá enfrentar las ingentes tareas que le esperan. Conocidas son las que los Vatileaks empezaron a desnudar —Benedicto dijo que el Diablo es el que engaña con el poder, el éxito y los bienes materiales—: corrupción en esferas cercanas a la Curia romana —el gobierno vaticano— e incumplimiento de Mandamientos, así como manejos turbios en el Instituto para las Obras de Religión —el “banco” del Vaticano, recién acusado de lavado de dinero—; también profundizar la labor iniciada por Benedicto XVI para romper el silencio —y encubrimiento— sobre los casos de pedofilia cometidos por eclesiásticos. Con ello, proveerá una voz comprometida socialmente a la Iglesia en el Año de la Fe.

Pero no son sus únicos retos: Deberá mejorar las relaciones con musulmanes y hebreos, avanzar en el ecumenismo real potenciado por Juan Pablo II y recuperar el espíritu social de Vaticano II; así como frenar el drenaje de fieles hacia las denominaciones evangélicas y el ateísmo. Tampoco podrá excluir las discusiones —cada vez más urgentes— sobre celibato y ordenación femenina ni silenciar voces “disidentes”, democratizando la Iglesia como abrió Vaticano II —tareas que pudieran serle mucho más difíciles.

UN HURACÁN QUE SE VA. Con amores y odios llenos de pasión, Hugo Chávez Frías ya no está para convencer a los pobres que es su hora y para atacar —con muchos denuestos usualmente— a los que no comulgaran con él. El hombre que fue eje de los últimos 20 años de Venezuela y principal actor en Latinoamérica, telúrico y arrollador, destruyendo todo lo que le estorbara y reconstruyéndolo proclive para su propósito, recuperó su país para los olvidados y supo hablarles sus aspiraciones, pero no supo consensuar ni, en medio de la mayor riqueza posible —nunca el petróleo valió tanto—, potenciar la economía venezolana y hacerla sostenible.

Pasado el llanto del luto humilde y de los que bien lo quisieron, dentro y fuera de sus fronteras, sus seguidores deberán continuar su proceso. Pero sus herederos, sin el carisma ni la capacidad de movilizar del Caudillo, tendrán como reto inmensurable recuperar la economía y hacerla eficiente para continuar el beneficio social, tarea titánica —si no imposible— si su herramienta es sólo discurso.

Mi oración por el eterno descanso del alma inmortal del hombre que una vez dijo: “No podemos subestimar al adversario en ninguna batalla, ni en la guerra ni en la política. Al adversario hay que darle su justo peso.”


Referencias


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