Cuando el lunes pasado llegó a tierra cubana el Papa Benedicto XVI, junto con él en toda su visita lo acompañó –y lo opacó muchas veces– Juan Pablo II.
Y lo hizo porque aún hoy el carismático Papa Wojtyla es un referente político para Cuba –como para muchos países– frente al actual Papa, con mucho menos carisma. Y esto –que no desmerece al actual Pontífice sino lo ubica en su diferencia– se manifestó en los objetivos de la visita de Benedicto XVI a Cuba: consolidar el poder temporal y espiritual de la Iglesia en Cuba a través de fomentar la apertura religiosa, incluida la educación.
Los mensajes también fueron distintos en forma: En el trayecto aéreo hacia México, el Papa Ratzinger criticó frontalmente el comunismo –lo cual fue respondido por el canciller cubano, diplomáticamente y como señal de lo que se diría durante la estadía, de que “respetamos todas las opiniones”– mientras que, ya en Cuba, pidió respetar al individuo frente a los dogmas y –sin mencionar a EE.UU.– criticó el embargo económico. Quizás el mensaje más fuerte fue el que resonó en la Plaza habanera de la Revolución frente a alrededor de 300.000 asistentes a la misa masiva cuando, por coincidencia del calendario litúrgico, en la lectura del Evangelio se repitieran las palabras que Jesús dijera hace más de 2.000 años y que el Apóstol Juan rescató: "La verdad los hará libres."
Los encuentros del Papa con el Presidente Castro –Raúl, poco carismático y pragmático como su visitante– y con su hermano Fidel –quien, curiosamente, llevó su familia– fueron cordiales y con la misma politesse de todas las declaraciones papales y de las gubernamentales cubanas en estos días.
Si para la oposición dentro de Cuba la visita papal tuvo algún resultado fue el de convencerla que la Iglesia está trabajando por la conciliación y sin inclinación, reafirmada como el único interlocutor ante el Gobierno. La negativa papal de recibir a los disidentes y la solicitud del Arzobispado habanero para que la policía desalojara (días previos a la llegada) a huelguistas alojados en un templo, clarificaron esta posición.
Coincidiendo con el 400 aniversario de la aparición de la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba –país constitucionalmente ateo hasta 1991 y hoy laico–, la visita fue muy importante para la Iglesia cubana –reafirmando su creciente poder– y, también, para el Gobierno, dándole espacios de apertura internacional.
Juan Pablo II fue un Pontífice que se encargó de guiar al mundo; tras él, Benedicto XVI se ha encargado de ordenar la casa: la Iglesia. Eso mismo fue lo que sucedió en las dos visitas papales, a 14 años de distancia.
Referencias:
No hay comentarios:
Publicar un comentario