En la mente
de los bolivianos, el 21F está marcado indeleble: para muchos fue el inicio de
una rebeldía nacional; para el Jefazo y su rosca fue, también, el final de su omnímodo
poder. El 11 de noviembre, tres años después, cuando renunció y huyó —dejando a
casi todos sus áulicos en la estampida—, se cerró el ciclo EvoMAS: Evo regresó
a fines de 2020, tratando de robarle el protagonismo a quien dejó de calienta-trono pero muy pronto se fue
dando cuenta que ni su “designado” —al estilo PRI— era Cámpora ni “su” gente le
era incuestionablemente fiel.
Desde
diciembre 2020 —tras los sillazos contra Evo—, la lucha entre Morales y Arce
fue in crescendo. Cabezas del mismo
Cervero, Arce y su entorno aplicaron dentelladas contra EvoMAS —ripostadas
desde el Chapare— parecidas agresiones que contra los que se osaran oponérsele
y la percepción popular fue pasando —a pesar de la debilidad y anomia de su
gestión— de EVO2025 a ¿Evo o Arce? con camino más cada vez a
ARCE2025 —sin Evo, claro.
Después, el
XII Censo Nacional de Población y Vivienda. Programado para el 16 de noviembre
de este año, diez después del anterior que tuvo graves deficiencias de
organización y realización (se usó la misma cartografía censal del 2001,
deficiente en tecnología ya en ese año y que conllevó cerca de un millón de
habitantes sin censar), expertos técnicos agrupados por la Universidad pública
cruceña demostró ya en febrero-marzo la imposibilidad técnica de esa fecha, a
pesar de las continuas afirmaciones-mentiras de las autoridades estatales,
incluidas la entonces ministra de Planificación y el director del Instituto
Nacional de Estadísticas; pero, en julio, tras el Consejo Nacional de
Autonomías —sin nadie de la Gobernación cruceña— el presidente Arce, de golpe,
decretó el censo para finales de 2024.
Consecuencias
graves del porrazo del atraso: en 10 años, la población de Bolivia (según
proyecciones del INE) había crecido 116% pero la del Departamento de Santa Cruz
crecería el 123% mientras los recursos transferidos del Centro no crecían; el
nuevo censo reduciría la población rural a menos del 26% (pero tiene 33% más
diputados uninominales que la población urbana); el democrático un ciudadano, un voto no funca igual para
cuando los no-indígenas eligen; súmesele un padrón electoral cuestionado desde
su origen por el registro biométrico made
by Chávez en 2009 y tendrá todo el panorama.
Por lo
tanto, estaban en juego: la distribución equitativa de recursos fiscales; la
representatividad parlamentaria; la desmitificación de “mayoría indígena” para
Bolivia (entre 2001 y 2012 pasó de alrededor del 61% al 42% y en este deberá
ser aun menor); además de poder contrastar el padrón electoral con la población
en edad electoral de los distintos municipios y justificar, como se reclama,
una auditoría al mismo.
En el
camino a hoy, el gobierno —que se cree “Estado”— falseó, desacreditó y dilató la
propuesta cruceña en pro de un “consenso nacional” —masistafilio, por supuesto.
Al final, tuvo que aceptar lo medular de ella.
Victoria y recuento del ejercicio de ciudadanía:
El paro ciudadano
duró 36 días. Su dirigencia tuvo muchos fallos estratégicos y políticos (las
bancadas opositoras tomaron protagonismo muy al final —y sin ponerse de
acuerdo en la ley que proponían— para impeler al gobierno cumplir con oficializar los resultados del
censo con tiempo suficiente antes de la convocatoria a primarias de 2025 e
incluirlos para el PGN para ese año); faltó trabajar para captar los demás
departamentos (que no se sumaron al paro y lo apoyaron tímida y
esporádicamente) y una más clara comunicación; pero la población cruceña estuvo
consciente de la impostergable necesidad de las demandas y apoyó decididamente
el paro: un triunfo de todos.
Además de
la inmarcesible victoria popular, el presidente Arce tuvo una victoria
inesperada: el 29N la bancada del MAS se dividió claramente en la Asamblea
Legislativa y Arce ganó una propia (al menos 46 asambleístas) —ajena al
liderazgo de Evo Morales— que, en urgente y primigenio consenso, se unió con
las bancadas opositoras (70) para aprobar la ley del Censo en la antevíspera de que la
CIJ de La Haya le fundiera a Evo su última fantasía de pasar a la historia al
lado de Abaroa.
¿Ganó Arce?
No: perdió Evo. Ganó Bolivia y,
claro, ganó Santa Cruz, parte tan indisoluble de Bolivia que la lamentable
cuarta pregunta de Calvo al multitudinario segundo Cabildo —que días después
repitió en una entrevista— no podía significar «en Bolivia no nos quieren» sino «qué Bolivia queremos para todos».
Gracias,
profesor Martínez Dalmau por hoy impelernos a reconfirmar que la Nueva Bolivia con
verdadera autonomía la tenemos que construir entre todos con política —sin politiqueros—,
justicia y democracia. Consciente o no, profesor, abrió nuestras consciencias:
Muchas gracias.
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