Cuando cualesquiera de nosotros oye hablar “primarias” lo asocia
con elecciones primarias: el paso previo a una elección definitiva —generalmente
generales, ya sea presidenciales, legislativas o para gobernadores, aunque depende
del país— donde dos o más precandidatos de cada organización política dirimen, con
el voto de sus militantes —si son cerradas— o de todos los ciudadanos habilitados
—si son abiertas— quién será el candidato de esa organización.
Me voy a remitir a dos muy conocidas: las argentinas PASO (Primarias
Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), vigentes desde 2009 —cuando la entonces presidente
Cristina E. Fernández Wilhelm de Kirchner promulgó la Ley Nº 26.571 ("Ley
de Democratización de la Representación Política, la Transparencia y la Equidad
Electoral") que modificó los requerimientos de los partidos políticos para
poder presentarse en las elecciones nacionales, caducó la personería 149 partidos
e implementó el sistema de primarias—, y las primarias y caucus —asambleas, mucha
veces mediante brazo levantado— en EEUU, con una gran variedad de posibilidades:
cerrada (sólo los militantes inscritos
en el partido pueden votar, no así los independientes; es la más usual); semicerrada (los miembros registrados en
un partido político y los votantes "no afiliados" o independientes); abierta (cualquier votante registrado puede
votar en cualquier primaria de cualquier partido); semiabierta (cada votante puede votar en cada primaria, pero deben de
decir públicamente por cual primaria votarán); global (los votantes votar por candidatos por cargo, sin importar la
afiliación de partido); eliminatoria
(el voto no está limitado a un partido y los dos candidatos con más votos avanzan
a las elecciones generales sin importar la afiliación partidaria). Las PASO son
dos meses antes de las elecciones y las primarias estadounidense, por ser por
cada estado (50) consecutivamente, durante más de un año antes de la
proclamación del candidato. Otros países que efectúan elecciones primarias son Armenia,
Belice, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, España, Francia, Honduras, Italia,
Jamaica, Uruguay, Venezuela y… Bolivia.
Bolivia, con la nueva Ley 1096 de Organizaciones Políticas
(NLOP) de septiembre de 2018 —modificada a conveniencia del oficialismo en la
Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) a partir de un proyecto preparado por
cinco “notables” (utilizo el término empleado), la mayoría definidamente
independientes y acelerados vertiginosamente sus diferentes tiempos— convocó
unas urgentes “primarias” para poder inscribir y, por ende, oficializar la
habilitación del binomio oficialista —después se supo que dos miembros del
Tribunal Electoral votaron en contra de habilitarlos. ¿Por qué esa urgencia?
Pues porque en 2016, el referéndum constitucional promovido por el oficialismo —convencido
de su “segura” victoria— para modificar la Constitución de 2009 —elaborada por
el actual oficialismo, entonces a su medida— y permitir la cuarta repostulación
del presidente Morales Ayma y de su vice terminó en derrota de esa pretensión
al obtener sólo 48,7% de votos favorables versus 51,3% del NO (con
participación de 84,45% de habilitados). No contento, lógicamente, con este
resultado y constado que ningún otro posible pretendiente masista iba a obtener
la victoria —ni Morales Ayma lo hubiera permitido— que era imprescindible, no
tanto para asegurar un pretendido “legado” sino para evitar que se castigara la
francachela de corrupción que ha sido el trecenio masista, a fines de ese año
el saliente Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) —elegido en 2011 en “elecciones
judiciales” donde ganó el voto censura (entre 56% y 63%) como expliqué en “Un
round electoral con final inesperado” [E-lecciones.net, 11/10/ 2011], y que en
las siguientes de 2017 alcanzó 66,75% (“De lo que acaba y de lo que aún no
empieza”, E.lecciones.net 05/01/2018)— emitió su Sentencia
Constitucional Plurinacional 0084/2017 “interpretando” la Convención Americana
sobre Derechos Humanos que, según la Sentencia, reconocía como “derecho humano”…
la postulación indefinida; por eso, la inscripción para las primarias del
binomio prorroguista era un supuesto “seguro candado” contra los que se oponían. Huelga
decir que desde el mismo 2016 cuando el oficialismo empezó su intento de
violentar la decisión soberana de los ciudadanos, la población se ha
manifestado contundentemente en contra.
Volviendo a las “primarias” bolivianas, se habilitaron nueve
partidos, incluyendo el Movimiento Al
Socialismo (MAS) y ocho de un amplio, desunido y variopinto arco
opositor: el Frente de Unidad
Nacional (UN) —registrado dentro de la Alianza “Bolivia Dice No” (BDN), de
la que separó a última hora y, por ende, quedó inhabilitado para los comicios
de octubre de 2019—, el Frente para la
Victoria (FPV), el Frente Revolucionario de Izquierda (FRI) —aliado ex
post su candidato con otras organizaciones y convertido en Comunidad Ciudadana
sin registro de ese nombre—, el
Movimiento Demócrata Social (Demócratas) —en la Alianza “Bolivia Dice
No”—, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), el Partido de la
Acción Nacional Boliviano (PAN-BOL), el Partido Demócrata Cristiano (PDC) y la Unidad
Cívica Solidaridad (UCS).
Fuera de
registro y, por ende, participación, quedaron: Bolivia Somos Todos (BST), Calidad País (PCP), Compromiso Ciudadano (CC), Comunidad Política (NAYRA),
Dignidad Boliviana (DIBOL), Frente Bolivia Unidad
(FBU), Fuerza Alternativa Boliviana (FAB), Fuerza de Innovación Nacional
(POR FIN), Gran Alianza Nacional por Bolivia (GANA), Movimiento Cristiano Bolivia (MCB), Movimiento Cristiano Patria
Grande (MCP-G), Movimiento Tercer Sistema (MTS), Partido Liberal (L), Patria Soberana (PS),
Patriotas para la Transformación (PPT), Pueblo Unido (PUN), Revolución Cristiana de Bolivia
(RCB) y Soberanía y Libertad
(SOL.BO).
Teniendo en cuenta
que el universo de electores en Bolivia es menos de siete millones, la
dispersión de “opciones” minúsculas toma ribetes de sainete bufo.
Terminado el registro y depuración de los libros de
militantes, se publicaron virtualmente las militancias y ¡horror! muchas
personas empezaron a reclamar que aparecían en organizaciones que nunca se
habían inscrito (en mi caso, extranjero residente, aparecí como militante de un
partido). La depuración (trámite a solicitud personal) arrojó 55.468 personas
con sus registros plagiados de un poco más de 1.700.000 militantes presentados
originalmente por los nueve partidos, un total en el que sólo el MAS (casi un
millón) y BDN superaron los 300 mil registros, repartiéndose el resto entre
los otros seis partidos.
Pero lo “mejor” vino a continuación: en las “primarias”
bolivianas del 27 de enero de 2019 compitieron… un único binomio en cada partido. Es decir: los Bs 27 millones
invertidos (cerca de USD 4 millones) sólo sirvieron para la habilitación del
binomio prorroguista, violando nuevamente el referéndum constitucional de 2016.
Lo otro, ya es para el anecdotario burlesco de los gafes
políticos: Morales Ayma anunció una “victoria aplastante” en las primarias —a pesar de
su pirrismo— y su vicepresidente proclamó que «Con que votaran entre un 50 y un 70% [de su militancia] yo estaría feliz, si vota el 100% [estaré] ultra feliz, si vota menos del 50% me voy a preocupar porque es un
llamado de atención de que la estructura orgánica requiere un conjunto de
ajustes». Los demás partidos, por lo común, pidieron sólo voto simbólico —el Órgano
Electoral aclaró que un único voto bastaba para habilitar al partido— pero el
MAS sólo llegó a 45,5% (en realidad, a 94% de conteo rápido del Tribunal Electoral,
estaban a 36,5%; huelga explicación). Además, cerca de 45 mil “militantes
habilitados” del MAS que fueron a votar lo hicieron nulo o blanco; es decir,
realmente sólo votó por el binomio el 41,0%, verdadero «motivo de preocupación».
Y aún faltan nueve largos meses más hasta las elecciones de octubre.
Información consultada
http://www.e-lecciones.net/sec/opinion/id/1274/
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