Sí, un triunfo arrollador pero que no le hizo ninguna gracia
a la Jefa y ni si quiera lo celebró —los que bien piensan rumoran que «ella
pidió que nadie de su séquito lo mencionara». Porque el único lugar que le
dio tantos votos fue las cárceles de la Provincia de Buenos Aires, quizás porque
los 2.993 votantes recluidos que la eligieron en las PASO la consideraban un ejemplo
y esperan tenerla de compañía pronto.
¿Elecciones primarias o plebiscito?
Estas Primarias
Abiertas Simultáneas y Obligatorias —las PASO, creadas en 2009 por la entonces
presidente Cristina Fernández Wilhelm de Kirchner— fueron posicionadas mediáticamente
y por la oposición actual como la medición de cuán descontento estaba el electorado
argentino con la política social y económica —en realidad un liberalismo bastante
light y poco ortodoxo más allá de lo imprescindible como corrección de la
crisis que dejó el final del kirchnerismo— del presidente centroderechista Mauricio
Macri Blanco, suponiendo que las medidas antipopulistas del gobierno habían socavado
la (aparentemente) frágil musculatura electoral que le dio la victoria el 22 de
noviembre de 2015 y que los 602.507 escasos votos que aseguraron el cambio de época
eran ya descarte del olvido.
En ese cometido
y desde esa evaluación, la multiencausada CFK —en junio pasado, tenía tres procesamientos,
incluido un juicio oral (procesada por el delito de "defraudación contra la
administración pública"), y dos pedidos de indagatoria pendientes, además de
su patrimonio bajo medidas cautelares pero su situación podría complicarse más en
la investigación de la denuncia del asesinado fiscal Alberto Nisman Garfunkel de
complicidad oficial en el encubrimiento de la trama iraní en el caso AMIA, la más
complicada de las 298 denuncias judiciales que tiene (su círculo cercano cohabitan en 745)— debía aprovechar
esa presunta oleada de descontento sumándola a la —también presunta— solidaridad
que despertaba la —como quería que fuera vista— “persecución y acoso judiciales”
del gobierno macrista contra ella, confiando —hipotéticamente— que una parte importante
de ese electorado que votó por Macri Blanco en 2015 regresara solidariamente a ella
—obviando que al gobierno le conviene una CFK fuera de la cárcel porque no sería
victimizada y en el embate judicial se seguiría desgastando políticamente, lección
aprendida tras Milagro Sala Leitón. (En ese análisis cristinista había, además del
supuesto anterior, otro presupuesto y una miopía: el primero, que los sectores del
electorado argentino que habían sido afectados por su populismo estuvieran arrepentidos
de haber sacado al kirchnerismo del poder y, segundo, que la mala memoria social
fuera un mal endémico argentino.)
También hicieron
su parte las encuestadoras —de cuya memoria querían olvidar sus proyecciones bastante
desacertadas en 2015. Sobre todo para las senadurías que iban a renovarse para la
provincia de Buenos Aires, las encuestas ayudaron al clima de expectación: con CFK
retornando a la vida política y postulándose en esa provincia como abanderada de
un nuevo movimiento Unidad Ciudadana —que incluía a su desgastado Frente para la
Victoria (FpV)— donde competía, principalmente, con Esteban Bullrich Ocampo por
la coalición gubernamental Cambiemos, el excandidato presidencial (peronista reformador
y circunstancialmente aliado del gobierno) Sergio Massa Cherti por la coalición
1País y el resto del justicialismo venido a menos encabezado por el también exministro
cristinista Florencio Randazzo Campagnon, ahora desvinculado de su anterior Jefa;
allí el arco de resultados pronosticados fue desde los empates técnicos en primer
lugar de la expresidente con el oficialista y un lejano —una vez más— Massa Cherti
—que fue lo que sucedió— hasta victorias arrolladoras de CFK (de 11% sobre
Cambiemos para la última de Analogías y 7% para Query) con Massa Cherti de segundo.
En fin, con honrosas excepciones de moderadas variaciones —Elypsis, Synopsis, Taquion,
Axonier y UAI (junto con la Universidad Abierta Interamericana), sobre todo Opinaia
y Opina Argentina, ninguna de ellas de las más tradicionales—: un carnaval de yerros.
¿Comienza la “Edad de Oro”
del macrismo?
Glosando a Carlos
Pagni en su editorial "Empezó la edad de oro del gobierno de Macri"
para La Nación, no me quedan dudas de la consolidación del proyecto de centro-centroderecha
de Cambiemos y su proyección a futuro, sobre todo el inmediato de octubre, cuando
el 22 de ese mes se elijan los 24 senadores y 127 diputados que ocuparan sus cargos
hasta 2023 y 2021, respectivamente, reconformando el poder en ambas Cámaras; de
estos cargos renovables, al oficialismo de Cambiemos corresponde renovar 4
senadores (de los 17 actuales) y 39 diputados (de 88) y al kirchnerismo 15 (de
36) y 31 (de 72), respectivamente —y sumadas todas las corrientes del peronismo
los renovados serán 20 y 53. Como comprobaremos más adelante, si las PASO
expresaron un respaldo a las políticas macristas y considerando que Cambiemos
ganó en distritos provinciales que tienen alrededor del 70% del electorado
argentino (incluido las privincias mayores aportantes de votos), es posible que
sea el bloque oficialista dé un real sorpasso en octubre.
Los
resultados electorales —algunos aún provisorios porque no termina el conteo oficial,
sobre todo el de la provincia de Buenos Aires del que volveremos a hablar—
confirman que la clase media argentina —históricamente junto con las de México
y Brasil (y otrora las cubana y venezolana) las más amplias proporcionalmente de
su población—, a pesar de que pudo sufrir las medidas de rectificación del
desastre económico heredado —y a pesar de las aparatosas manifestaciones
opositoras de sectores donde el kirchnerismo estaba enquistado— no acusó mella
del desgaste que el kirchnerismo le se suponía respecto al macrismo.
En ese
sentido, el oficialismo y sus alianzas obtuvieron importantes resultados (son
datos finales para 12 de las 22 provincias: Entre Ríos, Jujuy, Santa Cruz,
Neuquén, Catamarca, Tucumán, San Juan, Chaco, Río Negro, Chubut, Santiago del
Estero y Misiones; el resto son tomados de los datos provisionales) en la
ciudad de Buenos Aires: 49,55% para diputados (más del doble del kirchnerismo
que sólo alcanzó 20,73%); mucho más magro en Buenos Aires provincia para
senadores: 34,19% de Bullrich Ocampo contra 34,11% de CFK —0,08% de diferencia
en votos (6.915) cuya verificación final están alargando la conclusión de la
elección— mientras que para diputados la diferencia era mayor: 34,58% para
Cambiemos contra 32,37% para la kirchnerista Unidad Ciudadana —de 33.193.686 de
electores en el país, ambos distritos de Bs.As. (provincia y ciudad) representan
44,6% de todos ellos—; Córdoba: 44,51% para diputados (los kirchneristas fueron
terceros con 9,89) y el Senado no se renovaba para la provincia; Corrientes: 45,41%
para diputados (el kirchnerismo sacó 0,66), no había renovación para el Senado;
Entre Ríos: 47,69% para diputados (no compitió el kirchnerismo y tampoco se
renovaban senadores); Jujuy: 36,36% y 35,82% (el kirchnerismo sacó 2,74% y 2,72%);
La Pampa: 49,21%, sólo diputados (no postularon kirchneristas); Mendoza: 41,10%
para diputados (el kichnerismo obtuvo 1,96%) y no se renovaban senadores;
Neuquén: 24,56% para diputados (el frente kirchnerista quedó en tercer lugar
con 17,63%) y no se elegían senadores; San Luis: 57,48% para senadores y 54,82%
para diputados (seguido de la alianza kirchnerista con 38,37% y 37,25%,
respectivamente; la importancia fue arrebatarle la preeminencia a la familia
Rodríguez Saá que dominó la provincia por 32 años); Santa Cruz: en el feudo
histórico de los Kirchner, Cambiemos venció con 45,38% para senadores y 45,79%
para diputados (los kirchneristas obtuvieron 29,16% y 29,10%). Asimismo, quedó
segundo en Catamarca: 36,40% para diputados y no se elegían senadores (fueron
ganadas por el justicialismo con 46,70%; los kirchneristas sólo llegaron al
4,02%); Chaco: 37,08% para diputados y no se elegían senadores (quedó tras el
justicialismo con 43,93% y el kirchnerismo obtuvo 7,18%); Formosa: 35,60% para
senadores y 35,28% para diputados (ganó el justicialismo que venció con 56,47%
y 56,57%, respectivamente, mientras el kirchnerismo no alcanzó más que 0,86% y
0,85%); La Rioja: 36,08% para senadores y 32,41% para diputados (en esta
provincia ganó con 44,63% y 43,51% la corriente del justicialismo del expresidente
Menem, aún pendiente de habilitación por el Tribunal Supremo; el kirchnerismo
no compitió); Misiones: 28,58% para senadores y 28,75% para diputados (detrás
del justicialismo que logró 41,10% y 40,61%; el kirchnerismo llegó a 11,46% y
11,20%); Río Negro: 19,30% para diputados (segundo tras el kirchnerismo) y no
había renovación senatorial; Salta: 24,22% para diputados (no se renovaban
senadores; ganó el justicialismo con 37,96% y el kirchnerismo quedó en tercer
lugar con 17,38%); San Juan: 30,02% para senadores y 29,76% para diputados,
siguiendo al justicialismo con 48,73% y 48,27%; no se presentó el kirchnerismo);
Santa Fe: 27,13% para diputados, a 0,74% del kirchnerismo ganador aunque en
empate de distritos ganados en la provincia (no había renovación de senadores);
Santiago del Estero: 16,13% para diputados (ganó un movimiento local con 66,19%;
no compitió el kirchnerismo), no hubo renovación de senadores; Tucumán: 31,05%
para diputados (no se renovaban senadores y ganó el justicialismo con 52,16%;
el kirchnerismo no se presentó), y Tierra del Fuego: 19,46%, sólo diputados
(ganó el kirchnerismo). En Chubut quedó en tercer lugar (25,65%) sólo para
diputados.
Sin dudas,
la elección que más debió dolerle a CFK y su agrupación fue la victoria
macrista en Santa Cruz, la provincia de origen de los Kirchner, gobernada por
la hermana del difunto Néstor Kirchner Ostoić y donde la lista del Frente para
la Victoria quedó a poco más de la mitad de la ganadora. Por su parte, el
kirchnerismo sólo ganó en cuatro provincias: Tierra del Fuego (21,23%), Chubut
(32,94%), Río Negro (40,75%) y Santa Fe (27,87%), provincias de bajo electorado
—exceptuando Santa Fe, ella casi el doble del resto— que sólo aportan 14,68% de
los votos nacionales. En todas esas cuatro provincias sólo fueron primarias
para diputados.
En el resumen de los datos nacionales, el oficialismo obtuvo
35,90% de los votos, el kirchnerismo y aliados 20,34% —15,56% por detrás de Cambiemos, casi la mitad,
y 1,91% por detrás de la primera elección de Néstor en 2003—, los
sectores nucleados alrededor de Massa Chierti —circunstancial aliado del oficialismo—
lograron 7,38% y el resto del justicialismo no superó 17,09%; el restante 15,89%
fue distribuido marginalmente entre movimientos provinciales y de izquierda
—incluidos trotskistas y anarquistas. Con este resultado, como mencioné, el
kirchnerismo de CFK se queda por detrás del 22,25% obtenido por el difunto
Néstor Kirchner Ostoić en 2003.
Derrotas y victorias que hicieron historia
De ambas
hubo.
Las
derrotas más significativas fueron sorpresas que alegraron la noche de
Cambiemos: en Neuquén, el Movimiento Popular Neuquino perdió por primera vez
desde su constitución en 1962; en Santa Cruz, el feudo Kirchner se
desmoronó electoralmente tras 33 años de hegemonía, lo mismo que le sucedió a
los Rodríguez Saá —pero con un año menos de cacicazgo— en San Luis,
mientras que Córdoba le dijo que no al justicialismo por vez primera desde
1998.
Pero para
CFK también ha sido su peor elección en la provincia de Buenos Aires. Con
independencia de cuál sea el resultado final del conteo de votos —aún en
proceso, diez días después de realizadas las elecciones primarias— y sin
posibilidades de una variación significativa que aumente más de 1% a su caudal
provisorio del 34,11%, en el mejor de los casos —y eso aún en duda porque todos
los votos en revisión (alrededor de 400 mil) del tercer distrito provincial, el
mayor y más popular, deberían ser K—, aún quedaría lejos de los resultados que
antes había obtenido: la elección de diputados de 2005, donde alcanzó como
cabeza de lista el 43,04%; el 45,28% de las presidenciales de 2007 —su primer
mandato presidencial—, ganadas en primera vuelta; el 50,24% de las primeras
PASO en 2011 o, peor aún, si se comparan con los resultados que CFK obtuvo en
esa elección presidencial: 54,11%. Incluso peor que su designado y vapuleado
—por ella— binomio presidencial para 2015, cuando Daniel Scioli Méndez obtuvo
38,67% en las PASO de ese año y luego 37,08% en primera vuelta —sin contar el
oficial 48,66% del segundo lugar en el ballotage; menos aun que su abanderado
Aníbal Fernández como candidato —perdedor— para gobernador de esa
provincia en 2015: 38,6%% en las PASO y 35,28% en la elección, derrotado por la
macrista María Eugenia Vidal Cascallares (39,64%). Realmente, la noche del 13
de agosto, más allá de su algarabía a media madrugada de pretendida victoria
sin confirmar —y su antidemocrático alegato de que “el gobierno estaba
manipulando los votos”—, el mate de CFK debe haberle sabido muy amargo, con el
sabor de su ocaso definitivo.
De los
derrotados, el binomio para 1País de Massa Cherti y Margarita Stolbizer Ramos —firme
oponente siempre de CFK— sólo alcanzó un tercer lugar para senadores en Buenos
Aires provincia con 15,53% —excluyéndolos de la contienda—, a pesar de que las
encuestas le auguraban un promedio encuestal de 18,93% —con picos de 26,3% y
segundo lugar después de CFK para Aragón y tercero en empate técnico con Cambiemos
de 22,7% para MyF—, situación que para Diputados de la provincia repitió su
también candidato Felipe Solá (14,78%). También lo fueron Alicia Kirchner
Ostoić, la gobernadora de la provincia de Santa Cruz, cuyos candidatos
perdieron por más del 16% frente a Cambiemos, y los hermanos Alberto y Adolfo
Rodríguez Saá —éste presidente de la Nación en 2001 por siete días—, derrotados
por primera vez y por casi 20 puntos en su feudo político de la provincia de
San Luis luego de un poder ininterrumpido por 34 años.
Por su
parte, de los ganadores —además de Macri Blanco y Vidal Cascallares que no
competían pero fueron los motores victoriosos de Cambiemos— Elisa Carrió
Rodríguez logró para el oficialismo el 49,55% en la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires —el mayor porcentaje a nivel nacional—, revalidando su condición de
diputada y logrando reafirmar con su victoria inédita que Buenos Aires ciudad
es una plaza firmemente macrista; en número de votos, lo fue la candidata a
diputada por Cambiemos en Buenos Aires provincia Graciela Ocaña —exministra de
Salud en el primer gobierno de CFK— con 3.072.235 (34,58% de los sufragios
válidos). Otro destacado resultado fue del expresidente Carlos Menem Akil quien
ganó en su provincia La Rioja (47,10%) a pesar de sus 87 años y de la
impugnación sobre su candidatura a senador, pendiente de definición por la
Corte Suprema de Justicia.
Octubre ya no será celeste ni blanco y celeste
El celeste
del Frente para la Victoria y el celeste y blanco del reciclado kirchnerismo de
Unidad Ciudadana ya no serán los colores que ondearán ganadores en octubre: La
poca competición de los seguidores de CFK en provincias, la alta renovación
dentro de los congresistas del kirchnerismo, la baja votación obtenida —a gran
distancia de Cambiemos— y la aún menor cantidad de provincias donde fue
victoriosa (cuatro) preludian un Congreso sustancialmente menos K.
Para
Cambiemos —en la confianza de que la economía mantenga su rumbo—, octubre podrá
reforzar sustancialmente su posicionamiento electoral —incluidos ambos
distritos bonarenses, donde posiblemente votantes en las PASO para 1País migren
a Cambiemos, al menos para senadores (en Argentina, la primera fuerza votada
elige dos de los tres senadores por cada provincia y la segunda uno sólo) e
incluso entre los justicialistas de Randazzo Campagnon. Lo que acompañará el
oficialismo invirtiendo —económica y propagandísticamente— durante los meses
que median a octubre en las provincias y distritos donde no ganó en las PASO.
Desde la
victoria del radical Raúl Alfonsín Foulkes en 1983, no se daba una derrota
electoral del justicialismo de tanta magnitud territorial. Eso, unido a la
falta de un liderazgo cohesionador en el justicialismo —como sucedió a la caída
de De la Rúa Bruno en 2001 y que dio cuatro presidentes interinos en diez días:
Ramón Puerta Galarza (durante tres días), Adolfo Rodríguez Saá (siete), Eduardo
Camaño (uno sólo) y Eduardo Duhalde Maldonado (hasta 2003) y que sólo se
cerró con la llegada al poder del hasta entonces casi desconocido Kirchner
Ostoić—, auguran una cada vez mayor debilidad de las corrientes del peronismo
—incluido el kirchnerismo— y un cada vez más posible reforzamiento del macrismo.
Sopla fuerte el viento de cambio que empezó hace 2 años en la Patagonia
Hoy, el kirchnerismo —más allá de que CFK ocupe una banca en el Senado, ya sea sola como
segunda fuerza en Buenos Aires provincia o acompañada si logra superar la
diferencia con Cambiemos— va en franco declive y lo estará más en la
medida de que la economía funcione y, por ende, la clase media —macrista— se reposicione y
aumente el trabajo de calidad, disminuyendo los sectores ni ni —caudal clientelar del kirchnerismo.
Con estos resultados,
Macri Blanco asegura la continuidad de su política, acercándose a un segundo
mandato, ya sea por su relección o con otro candidato de su fiel círculo
cercano.
A nivel
regional latinoamericano, el reforzamiento del macrismo ahonda más la crisis del
socialismo del siglo 21. Junto con la revaluación —moderadamente
transformadora— de Moreno Garcés en Ecuador, la creciente crisis estructural en
Venezuela —y lo que esto significa para el castrismo cubano— y la cantada
victoria de Piñera Echenique en Chile, el socialismo del siglo 21 va yendo
rápidamente de salida sin haber cumplido su mayoría de edad.
Información consultada
http://www.lanacion.com.ar/2053234-el-editorial-de-pagni-empezo-la-edad-de-oro-del-gobierno-de-macri
https://www.clarin.com/opinion/esperan-aval-electoral-ayude-corregir-desequilibrios_0_rJsh8omdb.html
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