Barcelona se ha unido a las ciudades que han sido víctimas
del terrorismo low cost: Nice, Berlín, Estocolmo, Paris, Londres… pero, aunque también
algunos fueron locales —españoles de nacimiento—, a diferencia de éstas no fue
un “lobo solitario”, un fanático casi siempre sin vínculos directos con el
yihadismo pero fanatizado por predicadores extremistas —clérigos en mezquitas
salafistas financiadas por petrodólares saudíes y qataríes que han proliferado
bajo la tolerancia interesada en el petróleo de los países que las alojan,
pocos quizás pero activísimos y con muchos recursos para captar adherentes— y
reforzado su fanatismo por Redes sociales cómplices de esos extremismo; esta
vez fue una célula amplia, con acciones coordinadas, pero las masacres de Las
Ramblas en Barcelona y después en Cambrils, más al sur, pudo ser la solución
desesperada de ese grupo de terroristas novatos cuando una presunta gran
operación fracasó el día anterior cuando estallaron explosivos almacenados en
Alcanar, más al sur.
Fanatismo e intolerancia concitan
absoluto repudio contra los terroristas pero también lo es cuando, entre
nosotros, condenamos como yihadista a todo musulmán. Combatir frontalmente cualquier
terrorismo es la tarea urgente, sin
“buenismos políticamente correctos” —como hoy la alcaldesa de
Madrid pidiendo “entender, no disculpar”— pero tampoco con racismo y
discriminación generalizada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario