lunes, 5 de septiembre de 2016

Mercosur: Crónica de una muerte acelerada o del arte de la autofagia


Mercosur versus Alianza del Pacífico
Cada día reciente hay más información y más opciones autodestructivas. Pareciera como si Venezuela, al borde de su total abismo y del fin autoprovocado del chavismo, quisiera hundir al resto de sus —antiguos y presentes— aliados.
Este artículo suma y actualiza los últimos que sobre el MERCOSUR he escrito.

Desde el 28 de abril de 2011 que la Alianza del Pacífico nace con la Declaración de Lima, uno de los más debatidos temas entre medios y políticos —entre éstos aun más— ha sido la comparación de principios y resultados entre este nuevo bloque y el veterano Mercado Común del Sur, el Mercosur. Y como muchos de los argumentos a favor o en contra no sustentan sus fundamentos (incluso un líder de la ALBA denominó “proceso de disolución latinoamericana” [sic] a la Alianza), aprovecharé este espacio de reflexión para dar información, cuya ausencia mediática muchas veces es preocupante.

La Alianza desde su inicio la integran Chile, Colombia, México y Perú (a los que hoy buscan sumarse Costa Rica y Panamá) así como 49 Observadores (entre ellos Paraguay, Uruguay y Argentina, miembros del Mercosur), con objetivos centrados en la libre circulación de bienes, servicios, capitales, personas y economía, el impulso del crecimiento y desarrollo económicos y la competitividad de las economías, además de ser una plataforma de articulación política e integración económica y comercial, con énfasis hacia la región Asia-Pacífico. Por su parte, el Mercosur integró desde 1991 a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, a los que se adicionaron Venezuela (2012) y Bolivia (en proceso de ratificación su adhesión por los congresos de los países miembros o “partes”), con Asociados como Ecuador (que es Observador en la Alianza, a pesar de ser miembro de la ALBA), Perú, Chile, Colombia (los tres miembros de la Alianza), Guyana y Surinam; sus objetivos constitutivos fueron “la libre circulación de bienes, servicios y factores productivos” (muy similar a lo que 20 años después decidieron los miembros constitutivos de la Alianza), el “[…] establecimiento de un arancel externo común y la adopción de una política comercial común con relación a terceros” y “la adopción de políticas macroeconómicas y sectoriales entre los Estados Partes […] a fin de asegurar condiciones adecuadas de competencia”. En principio, muy similares objetivos, muy diferentes resultados.

Varias diferencias se pueden considerar desde varios puntos de vista: uno de ellos es la simetría en sus PIBs dentro de los socios de la Alianza: en 2014, según el Banco Mundial para sus PIBs a precios actuales, sus miembros ocupaban entre el segundo y sétimo lugares regionales, detentando México el segundo PIB regional (USD 1.144MM), Colombia el cuarto (292MM), Chile el sexto (240.215MM) y Perú el sétimo (192.083MM), lo que los ubicaba en un espacio muy cercano, aunque los aspirantes estaban ese año un poco más alejados: Panamá en el décimosegundo lugar (USD 52.1MM) y Costa Rica en el décimo tercero (USD 51.1MM); por el contrario, es manifiesta —y no se ha revertido ni se podrá— la asimetría dentro del Mercosur: ese mismo año y fuente, Brasil y Argentina ocupaban el primer y tercer lugares de la Región (USD 1,775MM y 548.1MM, respectivamente), mientras Uruguay y Paraguay ocupan el décimo cuarto y décimo sexto lugares (USD 53.44MM y 27,62MM, respectivamente), manteniéndose en las adhesiones pues Venezuela ocupaba el quinto lugar (USD 371.3MM) y Bolivia el décimo quinto lugar (USD 33,2 MM), lo que daba dos bloques muy diferentes.

Otro punto de vista de análisis comparativo es el diferente crecimiento del PIB ((según datos del FMI a octubre 2015): en la Alianza, promedio positivo de 2.4% en 2015 y 2.9% pronosticado para 2016 (México 2.3% y 2.8%, respectivamente; Colombia 2.5% y 2.8%; Chile 2.3% y 2.5%; Perú 2.4% y 3.3%), pero menor para Mercosur (0.7% en 2015 y 1.1% en 2016) por los decrecimientos de algunos miembros (Argentina 0.4% y -0.75% respectivamente, Brasil -3.0% y -1.0%) mientras los “chicos” crecieron (Paraguay 3.0% y 3,8%, Uruguay 2.5% y 2.2%); también otro diferenciador es la baja productividad mencionada dentro del Mercado.

Un cuarto punto de vista es el cumplimiento de objetivos: mientras en el Mercosur se avanzó en la formalización estructural y formal (creación del Parlasur, conformación de la secretaría permanente, sedes) pero se incumplió en lo sustancial al no levantarse las barreras arancelarias e, incluso, crearse nuevas pararancelarias para el flujo interno mientras los dos mayores socios estaban continuamente divergiendo (además de las diferencias entre Uruguay y Argentina), en sus dos primeros años la Alianza eliminó la mayoría de los aranceles para el comercio intersocios y, sin necesidad de crear estructuras formales (no tiene sede permanente ni burocracia propia), se avanzó a establecer esfuerzos comunes, ya sea abriendo embajadas conjuntas o uniendo misiones comerciales.

Pero las principales diferencias son más profundas: en lo comercial, mientras la visión de la Alianza es exógena (abierta) con múltiples tratados de libre comercio con gran parte del mundo, por el contrario el Mercosur es endógeno (cerrado hacia afuera y solo moderadamente abierto hacia adentro) por su proteccionismo y su aversión a esos mismo tratados el Mercosur es endógeno y proteccionista. Pero lo es también en lo político porque durante los años de auge del socialismo del siglo 21 —cuando en los países del Mercado del Sur gobernaban miembros o afines a esa corriente—,  en el Mercosur se tomaban decisiones de clara tendencionalidad ideológica afines al socialismo del siglo 21 (como la exclusión de Paraguay aduciendo presunta “inconstitucionalidad” en la deposición congresal del presidente Lugo Méndez pero con el verdadero objetivo de incorporar a Venezuela, ingreso frenado hasta entonces por el congreso paraguayo, algo que impedía el nuevo ingreso según los Estatutos de la organización subregional, pero tras la sanción facilitado ex oficio por Brasil, Argentina y Uruguay los entonces socios ideológicos). En contraparte, excepto declaraciones de principios democráticos, la Alianza no ha actuado como organismo político.

El reto hoy para el Mercosur va en saltar la demagogia ideológica y desanquilosarse. O, si no, desaparecer porque la conclusión obvia de este análisis es que el modelo exógeno y aperturista de la Alianza era efectivo, mientras el endógeno y proteccionista del Mercosur era eminentemente autofágico, a lo que adicionaba que la causa principal actual de los problemas dentro del Mercosur (y resalto actual porque antes primaban las diferencias y “celos” entre los socios mayores) era que en el Mercado del Sur primaba lo político, basado en el socialismo del siglo 21 (incluido en 2012 el ingreso de Venezuela) mientras que la Alianza no actuaba como organismo político, y que esa ideologización del Mercosur le traía dificultades para su progreso.

Mucho más pronto que tarde, todos estos factores eclosionaron, cuando el 30 de julio pasado, Uruguay finalizó su presidencia rotatoria semestral del bloque comercial y, aunque el Gobierno uruguayo desestimó razones legales argüidas por sus otros socios fundadores (Argentina, Brasil y Paraguay) para que no se traspasara la presidencia pro témpore a Venezuela y, aunque no lo hizo formalmente ante la oposición de sus socios —que rechazan las acciones de la administración Maduro, tanto en el ejercicio de la democracia como en su ordenamiento normativo, por ir en contra del espíritu fundador del bloque de integración, tanto en el aspecto de respeto democrático como en el cumplimiento de los requisitos establecidos en sus estatutos—, sí anunció que cesaba en sus funciones. Esta decisión ambigua del gobierno de Tabaré Vázquez Rosas (aunque menos afín a la Alianza Bolivariana que el de su predecesor, José Mujica Cordano, se muestra pusilánime al no enfrentarse ni con su socio ideológico, Venezuela, ni con sus principales socios comerciales, Brasil y Argentina) ha traído graves turbulencias no solo al Mercosur, sino también dentro del propio gobierno charrúa.  

A partir de entonces, Venezuela asumió de facto la presidencia y empezó a actuar como tal; mientras que Brasil, Argentina y Paraguay (denominados por la canciller venezolana, Delcy Rodríguez Gómez, como la “Triple Alianza proimperialista”, olvidando, o desconociendo, que Paraguay, uno de sus “acusados”, fue dos veces víctima de triples alianzas de vecinos) la han desconocido.

La pasada semana, reuniones antagónicas en Montevideo desnudaron la profunda grieta que separa a sus miembros y constatan que el Mercosur ha devenido en dos bloques: en uno Argentina, Brasil y Paraguay y en el otro Venezuela y Bolivia (aún no es miembro), a la vez que, de seguir la ambigüedad uruguaya pro Venezuela, le perjudicará.

Quizás en esta situación, al presidente Vázquez Rosas y a Uruguay hoy le cuadren bien cantarle a Nicolás Maduro Moros el clamor del vallenato “Primavera Azul”: «no sé si tú me quieras tanto tanto / lo que sí es cierto es / que me estás matando / ay ten piedad de mí…»


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