martes, 30 de agosto de 2016

Réquiem por el Mercosur hoy


El 19 de julio, en mi artículo “Mercosur vs. Alianza del Pacífico” analizaba las diferencias, resultados y posibilidades actuales entre ambos bloques de integración. Mi conclusión era que, por muchas razones (entre otras, simetría en los PIB de los miembros de  la Alianza y manifiesta asimetría en los del Mercosur; crecimiento promedio positivo de las economías en el primero y variable en el segundo —con tasas positivas en Bolivia, la mayor, Uruguay y Paraguay; pero negativas en Argentina, Brasil y Venezuela—; avance del Mercosur en la formalización estructural, pero incumpliendo a la hora de levantar las barreras arancelarias, e incluso la creación de nuevas paraarancelarias; mientras la Alianza eliminó la mayoría de éstas, no creó estructuras formales y avanzó en abrir embajadas conjuntas o unir misiones comerciales) el modelo exógeno y aperturista de la Alianza era efectivo, mientras el endógeno y proteccionista del Mercosur era eminentemente autofágico. También concluía que la causa principal actual (porque antes primaban las diferencias y “celos” entre los socios mayores) era que en el Mercosur primaba lo político, basado en el socialismo del siglo 21 (incluido en 2012 el ingreso de Venezuela ex oficio de sus entonces socios ideológicos Brasil, Argentina y Uruguay) mientras que la Alianza no actuaba como organismo político, y que esa ideologización del Mercosur le traía dificultades para su progreso.

Mucho más pronto que tarde, todos estos factores eclosionaron, cuando el 30 de julio pasado, Uruguay finalizó su presidencia rotatoria semestral del bloque comercial y, aunque el Gobierno uruguayo desestimó razones legales para no traspasar la presidencia pro témpore a Venezuela, no lo hizo ante la oposición de sus otros socios fundadores (Argentina, Brasil y Paraguay), que rechazan las acciones de la administración Maduro, tanto en el ejercicio de la democracia como en su ordenamiento normativo, por ir en contra del espíritu fundador del bloque de integración, tanto en el aspecto de respeto democrático como en el cumplimiento de los requisitos establecidos en sus estatutos. Esta decisión ambigua del gobierno de Tabaré Vázquez Rosas (aunque menos afín a la Alianza Bolivariana, Alba, que el de su predecesor, José Mujica Cordano, se muestra pusilánime al no enfrentarse ni con su socio ideológico, Venezuela, ni con sus principales socios comerciales, Brasil y Argentina) ha traído graves turbulencias no solo al Mercosur, sino también en el gobierno charrúa.  
A partir de entonces, Venezuela asumió de facto la presidencia y empezó a actuar como tal; mientras Brasil, Argentina y Paraguay (denominados por la canciller venezolana, Delcy Rodríguez Gómez, como la “Triple Alianza proimperialista”, olvidando, o desconociendo, que Paraguay, uno de sus “acusados”, fue dos veces víctima de triples alianzas de vecinos) la han desconocido.

La pasada semana, reuniones antagónicas en Montevideo han desnudado la profunda grieta que separa a sus miembros y constatan que el Mercosur ha devenido en dos bloques: en uno Argentina, Brasil y Paraguay y en el otro Venezuela y Bolivia (aún no es miembro), a la vez que, de seguir la ambigüedad uruguaya pro Venezuela, le perjudicará.

Quizás en esta situación, a Uruguay hoy le cuadre bien cantarle a Nicolás Maduro Moros el clamor del vallenato “Primavera Azul”: “no sé si tú me quieras tanto tanto / lo que sí es cierto es / que me estás matando / ay ten piedad de mí…”

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