El 19 de julio, en mi artículo “Mercosur vs. Alianza del Pacífico”
analizaba las diferencias, resultados y posibilidades actuales entre ambos
bloques de integración. Mi conclusión era que, por muchas razones (entre otras,
simetría en los PIB de los miembros de la Alianza y manifiesta asimetría
en los del Mercosur; crecimiento promedio positivo de las economías en el
primero y variable en el segundo —con tasas positivas en Bolivia, la mayor,
Uruguay y Paraguay; pero negativas en Argentina, Brasil y Venezuela—; avance
del Mercosur en la formalización estructural, pero incumpliendo a la hora de
levantar las barreras arancelarias, e incluso la creación de nuevas paraarancelarias; mientras la Alianza eliminó la mayoría de éstas, no creó estructuras formales y avanzó en abrir embajadas conjuntas o unir misiones
comerciales) el modelo exógeno y aperturista de la Alianza era efectivo,
mientras el endógeno y proteccionista del Mercosur era eminentemente
autofágico. También concluía que la causa principal actual (porque antes
primaban las diferencias y “celos” entre los socios mayores) era que en el
Mercosur primaba lo político, basado en el socialismo del siglo 21 (incluido en
2012 el ingreso de Venezuela ex oficio de sus entonces socios ideológicos
Brasil, Argentina y Uruguay) mientras que la Alianza no actuaba como organismo
político, y que esa ideologización del Mercosur le traía dificultades para su
progreso.
Mucho más pronto que
tarde, todos estos factores eclosionaron, cuando el 30 de julio pasado, Uruguay
finalizó su presidencia rotatoria semestral del bloque comercial y, aunque el
Gobierno uruguayo desestimó razones legales para no traspasar la presidencia
pro témpore a Venezuela, no lo hizo ante la oposición de sus otros socios
fundadores (Argentina, Brasil y Paraguay), que rechazan las acciones de la
administración Maduro, tanto en el ejercicio de la democracia como en su
ordenamiento normativo, por ir en contra del espíritu fundador del bloque de
integración, tanto en el aspecto de respeto democrático como en el cumplimiento
de los requisitos establecidos en sus estatutos. Esta decisión ambigua del
gobierno de Tabaré Vázquez Rosas (aunque menos afín a la Alianza Bolivariana,
Alba, que el de su predecesor, José Mujica Cordano, se muestra pusilánime al no
enfrentarse ni con su socio ideológico, Venezuela, ni con sus principales
socios comerciales, Brasil y Argentina) ha traído graves turbulencias no solo
al Mercosur, sino también en el gobierno charrúa.
A partir de entonces,
Venezuela asumió de facto la presidencia y empezó a actuar como tal; mientras
Brasil, Argentina y Paraguay (denominados por la canciller venezolana, Delcy
Rodríguez Gómez, como la “Triple Alianza proimperialista”, olvidando, o
desconociendo, que Paraguay, uno de sus “acusados”, fue dos veces víctima de
triples alianzas de vecinos) la han desconocido.
La pasada semana,
reuniones antagónicas en Montevideo han desnudado la profunda grieta que separa
a sus miembros y constatan que el Mercosur ha devenido en dos bloques: en uno
Argentina, Brasil y Paraguay y en el otro Venezuela y Bolivia (aún no es
miembro), a la vez que, de seguir la ambigüedad uruguaya pro Venezuela, le
perjudicará.
Quizás en esta situación, a
Uruguay hoy le cuadre bien cantarle a Nicolás Maduro Moros el clamor del
vallenato “Primavera Azul”: “no sé si tú
me quieras tanto tanto / lo que sí es cierto es / que me estás
matando / ay ten piedad de mí…”
No hay comentarios:
Publicar un comentario