Analistas y
políticos bolivianos cuestionan la estrategia confrontacional y el lenguaje
belicista del gobierno de Evo Morales y especialmente del canciller David
Choquehuanca, a quien acusan de buscar un posicionamiento interno con miras a
una sucesión presidencial.
Por Carlos
Morales Peña, desde Santa Cruz, Bolivia Agosto 5, 2016
Por momentos
pareciera que la sangre amenaza con llegar al río. No al río Lauca ni a los
“manantiales” del Silala en la frontera que comparten Bolivia y Chile, sino a
las turbulentas relaciones entre los gobiernos de los socialistas Evo Morales
Ayma y Michelle Bachelet Jeria. De fondo: la demanda marítima boliviana por un
acceso soberano al océano Pacífico. Dos juicios internacionales están en marcha
en la Corte Internacional de La Haya. Uno presentado el 24 de abril de 2013 por
La Paz para obligar a Chile a negociar una salida soberana para Bolivia; y, el
otro, elevado por Santiago contra Bolivia para que el Tribunal Internacional
defina si el Silala es o no un río de cauce internacional.
“Si bien puede
ser beneficioso políticamente hacia adentro y coadyuvar al posicionamiento de
David Choquehuanca como presunto candidato en reemplazo electoral del actual
presidente, en el exterior es potencialmente contraproducente y le resta
credibilidad a la posición boliviana”, dice José Rafael Vilar.
Lo anterior,
condimentado por la decisión del canciller David Choquehuanca de encabezar una
comisión nacional para inspeccionar los puertos de Arica y Antofagasta para
denunciar el presunto incumplimiento del Tratado de Paz de 1904. Esto fue
considerado en La Paz como un hito en esta política “más allá de los
tribunales”. Todo, en el contexto de una realidad política compleja en ambos
países. Especialmente para el gobierno de Evo Morales, cuya popularidad se ha
puesto en riesgo después de sonados escándalos que estallaron a comienzos de
este año y que golpearon en los resultados del referéndum constitucional del 21
de febrero, que le cerró la puerta —por ahora— a una nueva reelección en 2019.
La cuestión marítima tiene un efecto inmediato, enciende los fervores
nacionalistas y los sondeos se modifican al compás de las afrentas, y la
retórica belicista ya entró en escena.
“Cuando un
boliviano ve el Lauca le hierve la sangre. Y uno dice: estoy dispuesto a
derramar sangre, a pelear para recuperar lo que es nuestro, para reclamar nuestro
derecho”, dijo Choquehuanca al diario Página Siete. El vicepresidente
Álvaro García Linera tampoco se contuvo y arengó ante efectivos militares que
las FF.AA. de Bolivia estaban preparadas para defender su integridad
territorial y acusó al gobierno chileno de convertir a Chile en un “Estado
pirata” que “utiliza la diplomacia del matonaje de los siglos XVII, XVIII y
XIX”. García Linera dijo ante jóvenes soldados premilitares que él mismo estaba
dispuesto a derramar su sangre para defender los intereses bolivianos frente a
Chile.
Evo Morales
cerró la olla de acusaciones de ida y vuelta esta semana asegurando que “Chile
actúa con rencor” por el restablecimiento de visas para funcionarios públicos
bolivianos en represalia por la comisión que estuvo en Arica y Antofagasta.
CON LA SANGRE EN LAS VENAS
“Hay una
constante en el accionar externo del gobierno de Evo Morales en los últimos
diez años: su política exterior está destinada más a conseguir réditos internos
que a obtener propósitos que coadyuven los altos intereses del país más allá de
nuestras fronteras”, dice Fernando Salazar Paredes, ex ministro de Estado y ex
representante de Bolivia ante la OEA a principio de los 80. De hecho, le
correspondió negociar la resolución de ese organismo en 1983, una de las
pruebas usadas por Bolivia para demandar a Chile en La Haya.
Según el ex
ministro, las declaraciones realizadas por personeros del gobierno de Bolivia
son más para consumo interno, pues hay una necesidad apremiante de convencer a
las grandes mayorías del patriotismo del que están imbuidos sus actuales
dirigentes: “En lo externo, a más de aumentar el distanciamiento con un país
con el que supuestamente queremos dialogar, no tiene ninguna significación real
ni trascendencia en términos de conseguir algo que nos reporte un beneficio a
nuestros intereses”.
Las críticas
también son compartidas por otro ex representante boliviano ante la OEA. Se
trata de Marcelo Ostria-Trigo, ex viceministro de Relaciones Exteriores y ex
secretario general de la Presidencia de Hugo Banzer. De hecho, estuvo en la
comitiva boliviana en el Acuerdo de Charaña celebrado entre los gobiernos de
Banzer y Pinochet. “Es un lenguaje lastimero, alejado del que es usual entre
dignatarios de Estado. Tiene, además, una elevada dosis de confrontación. Estas
autoridades sugieren la posibilidad de un conflicto armado boliviano-chileno
con víctimas, seguramente convencidos de que, por lo menos en esta etapa de la
historia de América, no se va a producir una guerra”, dice Ostria-Trigo, quien
agrega: “Es parte de una pose que no convence a nadie. Hay otras formas
—civilizadas, por cierto— de reclamar derechos de un país a otro; son formas
respetuosas, claras en la demanda y con objetivos precisos apoyados en
afirmaciones creíbles. Esto está consagrado en el trato diplomático cuando se
negocia, reclama o denuncia. Los golpes de efecto, si no son en este contexto,
resultan contrarios a lo que se pretende conseguir”.
El político
sostiene que la demanda presentada por el país ante La Haya apunta a establecer
la obligatoriedad de Chile a negociar una salida al mar con Bolivia. En ese
contexto y, ante un eventual fallo positivo para su país, las declaraciones
confrontacionales y los agravios no contribuyen en nada a crear un clima
proclive a la negociación.
Los analistas
políticos de La Paz tampoco ven con buenos ojos la arremetida del Palacio
Quemado. José Rafael Vilar, analista político, experto en política
internacional y procesos globales apunta, incluso, a que la estrategia esté
enfocada en una eventual candidatura presidencial de Choquehuanca. “Si bien
puede ser beneficioso políticamente hacia adentro y coadyuvar al
posicionamiento de David Choquehuanca como presunto candidato en reemplazo
electoral del actual presidente, a lo exterior —más en un contexto regional
cada vez menos proclive a la política del país— potencialmente es
contraproducente y le resta credibilidad a la posición boliviana”, explica
a Qué Pasa.
Quien pone otro
foco es Iván Finot, analista internacional, ex asesor de la Comisión Económica
para América Latina (Cepal) y miembro de las Maestrías para el Desarrollo de la
Universidad Católica Boliviana (UCB), quien sostiene que el lenguaje belicista
es aceptado porque, de alguna forma u otra, interpreta el sentir de la mayoría
de los bolivianos. Apunta, eso sí, a que el problema estuvo en la comitiva que
encabezó David Choquehuanca a los puertos del norte de Chile.
“Las palabras del canciller no me parecen
confrontacionales, sino que nacen de un sentimiento que compartimos todos los
bolivianos”, argumenta, pero de ahí se lanza con la crítica: “En cambio, la
visita no concertada de una delegación de altísimo nivel ocasionada porque
nuestros choferes se habían quedado sin garajes y alojamiento en Arica sí me
parece inadecuada: la humanidad fue desarrollando protocolos diplomáticos
universales para entendernos entre culturas diferentes, en relaciones
internacionales para dialogar hay que seguir obligatoriamente esos caminos para
evitar la confrontación”.
José Vilar
apunta a que la visita de Choquehuanca a Chile fue, a la postre, negativa para
los intereses marítimos bolivianos. “Circunstancialmente, en lo que refiere a
dificultades para el transporte boliviano en los puertos asignados, cumplió el
cometido de constatar falencias y dificultades y denunciarlas. En lo
diplomático y de relaciones internacionales, fue muy mal diseñada y realizada,
aprovechando Chile para denunciarla con ribetes de ‘intromisión extranjera’”.
PASIÓN AUTODESTRUCTIVA
Fernando
Salazar Paredes ensaya, incluso, una crítica más profunda y generalizada a la
política exterior del gobierno de Evo Morales. “En una evaluación serena y
objetiva de la política exterior del actual gobierno desde sus inicios,
necesariamente tendremos que concluir que hay una pasión autodestructiva que
emerge de la belicosidad con la que se maneja la relación con ciertos países y
la dócil sumisión para con otros”, sostiene el ex ministro.
En este sentido, explica que su país muestra una
preocupante tendencia “impulsivamente pendenciera”: “En política internacional,
hay reglas de juego objetivadas en tratados, convenciones y convenios. No
podemos pretender estar por encima de ellos, debemos respetarlos. No somos
todopoderosos, ergo toda acción que se toma, basados en esa ilusoria noción de
que somos el ombligo del mundo, tendrá una reacción, a la corta o a la larga”.
“Si algo se
puede recomendar a los que manejan —chapuceramente, por decir lo menos— nuestra
política exterior, es que tengan más prudencia”, indica.
SIN DIÁLOGO
Pese a todo, el
gobierno boliviano demandó abrir una instancia de diálogo entre Evo Morales y
Michelle Bachelet. ¿Es razonable el pedido en este contexto? ¿Es viable un
diálogo en estas condiciones? La visión de los expertos consultados es bastante
pesimista.
“Quienes
manejan la política exterior boliviana ¿recién ahora se dan cuenta que Muñoz es
un obstáculo para el diálogo? Siempre lo fue, y si lo cambian o no es
irrelevante puesto que vendrá otro con la misma posición”, dice el ex ministro
Fernando Salazar.
“La guerra verbal que se ha desencadenando con Chile ha llegado a extremos
que no se pueden solucionar con un postrer pedido de buscar el diáslogo a nivel
presidencial”, dice Fernando Salazar.
El punto es que, según los expertos, el gobierno boliviano necesita tomar
conciencia de que el retorno al diálogo será, en adelante, cuesta arriba y
cuando, inevitablemente se llegue a él, habrá que iniciar un largo camino para
recuperar la confianza, requisito indispensable para sentarse en una mesa de
negociación. En política internacional, dicen, no hay borrón y cuenta nueva.
Todo queda registrado e incide en futuras negociaciones.
Marcelo
Ostria-Trigo advierte: “Parece que ya está resuelto. Chile no acepta un diálogo
en este contexto. Habrá que esperar que cambie el ambiente, con una baja de
tensiones que produjeron la torpeza compartida. Habrá que explicar que estos
excesos se producen porque se trata de un tema muy sensible en la opinión
pública, y los personeros oficiales de los dos países se embarcan en una absurda
competencia de quién es el más patriota”.
Una opinión
similar la tiene José Vilar, quien apunta a que las declaraciones
confrontacionales a ambos lados de la mesa hacen del diálogo un elemento
inviable. “En el actual momento en que hay una escalada de declaraciones
confrontacionales de ida y vuelta y sin la necesaria distensión, para la
opinión pública chilena el diálogo en medio de ello puede percibirse como una
claudicación, y para la boliviana como una victoria estratégica. Debe primar
una distensión que anteceda al diálogo, posiblemente mediada por un organismo
creíble; descarto Unasur”, explica.
EL FACTOR MUÑOZ
En Bolivia
también llaman la atención las respuestas de parlamentarios chilenos,
especialmente de quienes han sido más activos en esta miniguerrilla de
declaraciones, como el senador Jorge Tarud, quien disparó hace pocos días en el
diario El Deber de Santa Cruz de la Sierra. “Es mejor que Evo
Morales guarde el celular y no llame a la presidenta Bachelet”, advirtió a raíz
del llamado de Morales para abrir un canal de diálogo directo con Bachelet.
El analista Marcelo Ostria-Trigo responde:
“Lamentablemente eso es parte de la escalada de agravios. Me parece que esos
senadores y diputados han caído en lo que debían evitar: la confrontación estridente
que muestra a funcionarios de ambos países como protagonistas de una discusión
de muy bajo nivel”.
Pero el
político chileno más cuestionado en Bolivia es, quizás, el canciller Heraldo
Muñoz, quien, según Evo Morales, es el mayor obstáculo para un diálogo con
Michelle Bachelet.
Al respecto,
Fernando Salazar Paredes califica la historia de la relación entre Morales y
Muñoz como incoherente. “La incoherencia es una característica de la política
exterior de este gobierno. Recuerdo cómo el presidente Evo Morales recibió a
este personaje (Muñoz) en el 2012 en palacio con bombos y platillos. Era un
funcionario de tercer nivel del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD), pero se dio el lujo de ser recibido por el presidente, el canciller y
otras autoridades y creo que hasta jugó fútbol con el primer mandatario. Nadie
revisó su pasado, nadie deparó en sus antecedentes”, sostiene y agrega: “Muñoz
es uno de los pocos cancilleres chilenos que han conocido la Bolivia profunda,
pues en los años 80 recorrió gran parte del territorio nacional, especialmente
el área fronteriza con Chile y Perú”.
El ex ministro
Salazar señala que la supuesta posición “antiboliviana” de Heraldo Muñoz era
conocida por las autoridades bolivianas: “Fue crítico de la negociación de
Charaña y también fue fustigador del acompañamiento chileno a la resolución de
la OEA de 1983 y, apenas posisionado como canciller admonitoriamente dijo: ‘La
puerta está cerrada para siempre, hoy y por mucho tiempo’. Quienes manejan la
política exterior boliviana ¿acaso recién ahora se dan cuenta que Muñoz es un
obstáculo para el diálogo? Siempre lo fue y si lo cambian o no es irrelevante
puesto que vendrá otro, tal vez con otro estilo, pero con la misma posición”.
José Rafael
Vilar tiene una opinión algo diferente. “Aunque Muñoz haya sido el más activo
en las confrontaciones hasta el momento desde el lado gubernamental —del lado
político sin dudas el protagonismo lo ha tenido el diputado Tarud—, no lo
considero como obstáculo para el diálogo”. Lo que teme, dice, es que de ser
reemplazado sea sucedido por alguien más confontacional, como José Miguel
Insulza o el mismo Jorge Tarud. Y así, en su opinión, el remedio podría ser
peor que la enfermedad.
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