Michelle Bachelet Jeria será el 11 de marzo el sexto
Presidente de Chile luego del regreso a la democracia, el primer mandatario que
es reelegido para un segundo período —no consecutivo—, el primero que superó la
cota de 60% de votos efectivos —62,16% en segunda vuelta— y la única mujer que
ha ocupado el cargo. Pero también es el primer gobierno de la democracia sin
mayoría en ambas Cámaras —sólo relativa en una—, el primero elegido con menos
sufragios totales —26,08% del padrón, menos que en primera vuelta— y el primero
con una coalición —Nueva Mayoría— que no satisface totalmente a uno de sus
socios —la Democracia Cristiana, mayoritario dentro de ella.
Todas estas consideraciones deben de ser muy importantes al
analizar el futuro de su mandato. En lo interno, la representante de Nueva
Mayoría —la agrupación creada a partir de la Concertación para dar cabida a
militantes comunistas, lo que no cayó muy bien en la Democracia Cristiana, su
partido mayoritario— debe cumplir sus promesas: reforma educativa (con gratuidad universal de la educación), reforma
tributaria (para financiarla) y una nueva Constitución, pero sólo cuenta en el
Congreso con los votos necesarios para la segunda —incluidos los no muy conformes
de la DC—; el camino es cuesta arriba.
Si en lo interno le será difícil, en lo externo también se le
complicará el panorama: dos reclamos contra Chile en la Corte Internacional de
La Haya —de Perú y de Bolivia, ambos por temas marítimos aunque diferentes, el
primero al salir—, la calidad de la participación del país en el Acuerdo del
Pacífico —observado por ella por considerarlo “reduccionista”—, su pretendida
apertura al Este —Argentina y, sobre todo, Brasil— y, poco mencionada, el
mantener una creciente participación en la ASEAN –entidad que, junto con EEUU,
son fundamentales para la IED en Chile.
La disyuntiva es delicada: mantener el desarrollo y la
apertura de Chile mejorando la inclusión y el beneficio sociales o romper el
equilibrio entre esos factores.
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