martes, 3 de septiembre de 2013

La Primavera que no fue

Cuando publiqué “Primavera, árabe y nuestra” [La Razón, 06/09/2011], los reclamos de democracia remecían las corruptas pseudodemocracias y dictaduras árabes. En Túnez, Egipto, Yemen y Libia sus gobernantes fueron derrocados, mientras en Siria empezaba un baño de sangre y en Bahrein fracasaba por el apoyo de las monarquías absolutas vecinas; en los demás, medidas de apertura (y represión) contenían el desborde.

Dos años después, en Túnez y Egipto resurgen violentas protestas, Yemen se deshace sin poder central y Libia no se democratizó. La Revolución egipcia de 2011 que (con el apoyo del ejército) finalizó con 30 años del gobierno de Hosni Mubarak (alta corrupción estatal, crisis económica y un sistema político sin derechos democráticos); elecciones libres al año siguiente le dieron la victoria a Mohamed Mursi del musulmán Partido Libertad y Justicia de los Hermanos Musulmanes. Un escaso año de gobierno Mursi trajo empeoramiento de la economía e islamización acelerada del Estado egipcio; la Plaza Tahrir de El Cairo volvió a recibir a millones de manifestantes y el Gobierno terminó derrocado por el ejército, iniciándose nueva inestabilidad. Ahora sólo dos fuerzas existen en el país: el ejército y los Hermanos Musulmanes, en cruenta pulseada.

Y Siria. Sonando los tambores de guerra “limitada” y luego de más de cien mil muertos, vale la pena analizar algunas claves del conflicto. La primera es que la Administración Obama estableció “líneas rojas” en su política para Oriente Medio y el ataque con armas químicas (atribuido mayormente al Gobierno pero no descartado que lo causara la extremadamente diversa insurgencia) era una de ellas; el cruzarla debía conllevar una respuesta de EEUU, ahora en el dilema entre una población que no lo apoya (Irak está fresco) y un Congreso que no le ha dado su aprobación (peor con la negativa británica); tampoco esa respuesta estaría incluida en una estrategia global y sí significaría un retroceso en tres aspectos: las resucitadas conversaciones de paz Israel-Palestina; el tímido acercamiento con el nuevo gobierno iraní y, global, los acuerdos de reducción nuclear con Rusia. En lo regional, donde lo confesional es importante, el gobierno sirio de tendencia chiíta (los Al-Asad son alauitas, una vertiente del chiísmo) se vincula con Irán y su mutuo apoyo a Hezbolá; enfrentándosele está la “colación suní”: los mayoritarios suníes sirios, Arabia Saudta y Qatar, además de Turquía. También importantes son: el equilibrio de fuerzas extrarregionales (EEUU versus Rusia y China, principales aliados de Siria), la importancia que Al-Qaeda y el salafismo están tomando en la región (Yemen, Iraq, Libia, Egipto con los Hermanos Musulmanes, Siria, reforzado en la insurgencia) y el  peligro para la estabilidad política de Rusia de la penetración del fundamentalismo islámico en sus repúblicas con mayoría musulmana, sobre todo las del Cáucaso del Norte, además la influencia de los precios del petróleo en la recuperación de la Unión Europea.



Referencias

http://www.webislam.com/articulos/90510-salafismo_imperialismo_terrorismo_historia_de_una_relacion_segunda_parte.html

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