La reciente propuesta del canciller ruso Serguéi Lavrov para
poner las armas químicas sirias bajo control internacional y desmantelarlas —oportunidad
enseguida aceptada por Damasco— parece que será la solución al empantanamiento
de una respuesta militar al presunto empleo de armas químicas contra civiles
por el gobierno de Bashar Al Assad.
La hábil “jugada” rusa llegó en el momento oportuno… para
EEUU. La política exterior de la era Obama basada en que el “cruce” de sus
“líneas rojas” —empleo de armas químicas por Siria, uso no pacífico de la
energía nuclear por Irán, etc.— conllevaba una necesaria y pronta respuesta
internacional estaba “haciendo aguas”. Con angustia de John Forbes Kerry —las
siglas JFK son su único parecido con el asesinado presidente Kennedy— y su
presidente el Consejo de Seguridad no aprobó —con votos de China, Rusia y los
BRICS, entre otros— una acción militar hasta el informe de su comisión de
expertos; luego la Cámara de Comunes prohibió al gobierno Cameron apoyarla y la
Asamblea Nacional francesa detuvo al presidente Hollande hasta una respuesta de
NNUU. Obama y Kerry decidieron ir en solitario —la Unión Europa y el G20 se
distanciaron— a una acción militar pero la falta de apoyo dentro de EEUU les
obligó a pedir autorización al Congreso.
Múltiples acciones proselitistas de Obama y Kerry y varias
reducciones de la acción militar, sólo consiguieron apoyos internacionales sin
participación y sigue en duda la aprobación del Congreso.
Si funciona el plan ruso, Obama podrá retirar su pedido al
Congreso y no tendrá que sufrir una (más) humillante derrota.
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