Si no fueran tan
fundamentales para el futuro de Venezuela los próximos comicios ni quien
lo dijera es la cabeza del Estado, la anécdota de que el difunto Presidente encarnó
en un "pajarito chiquitico" y se le apareció al actual encargado y
candidato oficialista Nicolás Maduro Moros y que, en silbidos, ambos “hablaron”
y HChF le dio su bendición en su primer día de campaña cuando estaba orando,
solo, en la casa natal de HChF, quizás sería motivo de chacota en algún
corrillo. Pero no lo es porque el domingo 14 de abril lo que vota Venezuela es
el legado político de la Revolución Bolivariana.
Dos cortas semanas de campaña —aunque los dos candidatos
(hay otros cinco, irrelevantes) empezaron el proselitismo desde su misma inscripción
en marzo— han obligado a centrar los mensajes en un tema central: la seguridad
ciudadana. Con 16.072 muertes violentas en 2012 —56 homicidios por 100 mil
habitantes, sólo detrás de Honduras, “líder” mundial— informadas por el propio
Gobierno —el Observatorio Venezolano de Violencia supone que fueron 21.692 personas para una tasa de 73—, el tema de la
creciente y desbordada inseguridad ha centrado los discursos de ambos
candidatos, descartando los continuos insultos y la falta de propuestas
relevantes y diferenciadoras en lo económico y político —más allá de seguir o
abandonar el chavismo—, incluso a pesar del riesgo para Maduro Moros de
criticar la ineficiencia de su antecesor en solucionar esta violencia.
La misma inseguridad que, unida con el desabastecimiento y
la inflación y sumada al desatinado y falaz manejo informativo oficial sobre la
enfermedad de HChF, está reduciendo la amplia ventaja con que el oficialismo
arrancó su campaña, arropado en el duelo por HChF.
Lo que menos necesita Venezuela es una victoria pírrica.
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