La muerte la semana pasada de Oswaldo Payá Sardiñas dejó a la
oposición moderada cubana sin un liderazgo. Católico ferviente, su oposición al
Gobierno del Partido Comunista siempre se basó en promover cambios políticos no
violentos dentro de los marcos legales del país, presentando a la Asamblea
Nacional del Poder Popular en 2002 el Proyecto Varela –para elecciones plurales
y libertad de expresión, con miles de firmas de ciudadanos– y en 2010 el
Proyecto Heredia para el Reencuentro Nacional. Aunque ambos Proyectos no fueron
considerados, lo posicionó en su mensaje no violento.
Firme crítico de las sanciones económicas a su país y de la
política republicana para Cuba –discrepando con sectores radicales del exilio–,
sus posiciones fueron criticadas tanto por el gobierno cubano como por sectores
menos moderados de la oposición cubana, principalmente en el exilio. Vicepresidente
de Honor de la Internacional Demócrata de Centro y Premio Andrei
Sajarov a los Derechos Humanos del Parlamento Europeo, Payá Sardiñas logró
convertirse en un moderador de esa misma oposición en el país y –junto con
Laura Pollán Toledo, líder de las Damas de Blanco y recientemente fallecida–
tener la preminencia moral no violenta dentro de la oposición cubana.
Su muerte, en un accidente automovilístico cuyas causas
están en proceso de investigación, deja en la orfandad a la oposición cubana
interna –la que, a pesar de su dispersión y diferentes tendencias, le reconocía
su liderazgo moral– y elimina un importante interlocutor moderado –indirecto a
través de la jerarquía de la Iglesia Católica cubana, pero efectivo– entre la
oposición –interna y externa– y el gobierno cubano, necesitado de afianzar su
difícil apertura económica para evitar la crisis.
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