Un exobispo ambivalente
El ex Presidente paraguayo Fernando Lugo Méndez fue
destituido por el Congreso de su país el 22 en un Juicio Político al que aceptó
someterse —también su abogado Adolfo Ferreiro reconoció su
legalidad—, a pesar que la premura afectaba su derecho a defensa. Destituido,
lo aceptó pero a los 2 días denunció un “golpe de estado congresal”. ¿Por qué la
inconsistencia? Porque recibió apoyos externos a pesar de la escasa solidaridad
local (el país está en calma, no hay detenidos, las protestas no reúnen más de
mil personas, la inmensa mayoría de los partidos con representación
parlamentaria lo destituyó).
Lugo se retiró a su casa, tiene libre circulación, se reúne
con sus diputados y exministros —los escasos fieles— y anunció que estaría en
las próximas Cumbres de Mercosur y Unasur (la advertencia oficial paraguaya de
que sería delito hablar como Presidente lo amilanó —otra ambivalencia— y no
asistirá, a pesar del apoyo firme de la Presidente Kirchner y sus homólogos
Correa y Chávez).
¿Qué fue, entonces, lo que pasó?
Difícil para los líderes
latinoamericanos consensuar si la Cláusula Democrática se aplica a Paraguay o
no. Por lo pronto, sólo Venezuela, Ecuador, Cuba y Argentina han retirado
embajadores —otros, como Brasil, han llamado a consultas, para
informarse— y la OEA reconoció el impeachment como constitucional, aunque se obviaron
derechos al debido proceso.
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