Desde febrero ha encontrado artículos de opinión que me han sido muy interesantes lecturas, ya sea por coincidencia o por discrepancia. No me queda duda que la resiliencia de quienes expresamos nuestras opiniones es tan poderosa como el amor por la libertad de expresarse e informarse del boliviano común, aquél que no le gusta quedarse frenado en un mensaje “purgado” o en una narrativa construida, similar empeño éste del boliviano con el de los medios silenciados —de tantas formas, que pretextos siempre hay— que se renacen en el ciberespacio.
Primero que todo delimitaré, porque “quien mucho abarca, poco aprieta” y ya
se sabe que los todólogos pecan, y mucho. Comentaré de un país que, muchísimas
veces, sentimos que se nos deshace y para el que necesitamos supere su propio
Bicentenario.
Empezaré desde ya por un escrito con el
cual reencuentro un visión maniquea lamentablemente construida y repetida, con
la que tengo serias discrepancias; me refiero a “¿Dónde está Santa Cruz hoy?”
de Diego Ayo. La primera discrepancia está con lo que él define como «el alineamiento de los cruceños, al menos
los que pertenecen a élites empresariales» entre 1985 a 2005 como «parte del bloque en el poder. […] Las diferentes instituciones del
departamento pertenecían al primer alineamiento: a aquellos que dominan»:
una suposición que en nada se aparta de la que postulaba García Linera —en su
pose autorrogada de teórico del masismo— sobre el cruceño “conservador y
oligarca”, no sólo falsa sino profundamente (esa sí) oligárquica (minera) y
centralista —no importa donde estuviera en ese momento el centro, si en Sucre
(y Potosí) antes de la Revolución Federal o en La Paz (y Oruro) después de ella—
que Bolivia ha arrastrado desde que se independizó, expresada en el olvido, y
hasta desprecio, por lo que serían “las periferias” sin riqueza minera: los
departamentos de Santa Cruz, Beni —creado años después (1841) como
fraccionamiento de Santa Cruz pero (como su matriz) siempre siguió olvidado—,
los que después conformarían el Territorio Nacional de Colonias (Acre
incluido) y hoy es Pando y, también, Tarija, regiones a las que ha unido la
ausencia de vocación y calidad minera.
Después una aclaración confusa: «Los empresarios del departamento
[incluye el “su respectivo Comité Cívico” pero a éste me referiré luego] no pertenecían a esta primera franja»,
con lo que colijo que esos «empresarios
del departamento» no eran parte de
las «diferentes instituciones del
departamento», lo que es decir
que los «que dominan» no eran
empresarios (pero, ¿acaso no mencionó que las «élites empresariales […] pertenecían
[…] a aquellos que dominan»?;
entonces debo entender que el corporativismo gremial del empresariado cruceño,
base institucional de su Modelo de Desarrollo, ¿no era formado por
empresarios?). Así mismo si el Comité Cívico estaba en una «segunda franja [de
Poder]», entonces ¿quién lideró todas
las luchas cruceñas y bolivianas por las autonomías esos años?
Luego menciona que «a finales de 2005, una vez que Evo Morales obtuvo la presidencia, se
inició un segundo momento: aquel del enfrentamiento entre los nuevos
detentadores del poder, los masistas, y los cruceños como los actores
contrahegemónicos» (palabra cara a la “progresía”) y entonces el señor Ayo
se pregunta: «¿Qué sucedió? Los viejos se
pelearon con los nuevos». Y aclara más: «El
ring estaba armado, sólo había que pelear. La pelea duró hasta el inventado [sic]
caso del terrorismo del hotel Las Américas. Se aplastó a esa oposición y se la
acalló» (claro que “el aplaste” partió de la masacre de ese día pero
también incluyó el estrangulamiento —físico y, a la vez, económico— del
departamento).
No hace falta que reseñe lo que postula del
período 2009-2019 cuando —según el autor— «un
globo grande —el nuevo bloque en el poder [léase el MAS]— llevando de la mano a un globito chiquito
—el viejo bloque en el poder o lo que sobraba de él— conviviendo en relativa
armonía. ¿Cómo lo lograron? Con un trueque: “ustedes ganan plata haciendo sus
negocios de exportación de soya (y demás), pero pierden la posibilidad de bregar
por su autonomía”». Y concluye: «Plata
si, política, no […] Nunca se exportó tanta soya». Huelga
decir que el “globo chiquito” fueron seis departamentos —asombraría unas élites tan abundantes—, que los ingresos
al Tesoro de “el gas que se hizo gas” se han suplido en buena medida con las
exportaciones agropecuarias, que la soya —«a
pesar de los candados jurídicos que puso el Gobierno», una realidad que se
mantiene hoy— contribuye con el 4,42% del PIB nacional, con más de USD 1.800
millones de exportación y con más de 120 mil empleos directos —no de élites ni de oligarcas—, datos todos del
2023.
Mucho ha aportado Bolivia en general y
Santa Cruz en particular en 2016, en 2017-2018, en 2019 a la defensa de la
democracia —la representativa, la del «modelo
ya conocido» que ofrecía «el viejo
bloque en el poder, aun con respiración: economía de mercado […] y multiculturalismo»…
Esa combinación de «economía de mercado, democracia representativa y multiculturalismo» es
la que aspiramos muchos —los más— tras 19 años de fracaso mayúsculo de «economía estatal, democracia
étnica-comunitaria/directa [y racismo indianista, agrego] y plurinacionalidad», aunque, en fiel
pluralidad democrática, respeto que el señor Ayo no se identifique con esa
aspiración tan popular.
Información consultada
https://es.wikipedia.org/wiki/Territorio_Nacional_de_Colonias
https://es.wikipedia.org/wiki/Departamento_de_Pando
https://es.wikipedia.org/wiki/Departamento_del_Beni
https://es.wikipedia.org/wiki/Departamento_de_Tarija
https://www.brujuladigital.net/opinion/una-disputa-entre-originarios-y-clasemedieros
https://www.brujuladigital.net/opinion/bolivia-es-una-sola
https://www.brujuladigital.net/opinion/donde-esta-santa-cruz-hoy
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