El 4 de marzo pasado escribí en mi artículo “Claves para
entender el putinismo y la ‘Guerra de Putin’” (E-lecciones.net) que: «el Putinismo es la consecuencia
del fracaso de Rusia en la transición a la democracia en los años 90 más su
legado histórico imperial, ahora convertida en una suverennaya demokratiya», un remedo de democracia, una “democracia
imitativa” más que la “democracia soberana” —porque es profundamente
antidemocrática— que en 2006 anunció el ideólogo del putinismo Vladislav
Surkov.
Hoy, veinte días después de ese artículo y un mes del inicio
de la “Guerra de Putin” —la invasión a Ucrania— hay cuatro claves que son
verdaderas pesadillas para Putin. Revisémoslas.
La guerra ya se perdió
Rusia
perdió la “Guerra de Putin” en varios frentes cuando entró en Ucrania hace un
mes.
La perdió
cuando el avance triunfal hasta Kviv —Kiev para los rusos—, una “campaña
quirúrgica”, se convirtió en una agonizante incapacidad para avanzar y tuvieron
que sustituir el ganar terreno por los bombardeos indiscriminados cada vez más
contra la población civil ucraniana, la misma que no los recibió como los
“libertadores” que anunciaba Putin; la perdió cuando su tan celebrada y temida
potencia militar encontró un ejército muchísimo más pequeño —y voluntarios
decididos a defender su país— enfrentándoseles con bastantes éxitos y
haciéndoles retroceder en ocasiones; igual la perdió cuando su temida fuerza
aérea no tuvo la capacidad de dominar el espacio aéreo ucraniano, aun sin que
hubiera exclusión —¿será que la VVS rusa (la Voyenno-vozdushnye sily Rossii, su
fuerza aérea) retacea sus ultramodernos aviones “estrella” (MiG-35, Su-35,
Su-57, Su-75 o, inclusive, Tu-160), muchos ya usados en su guerra en Siria, por
miedo a perderlos y no poder reponerlos?
También la perdió cuando la logística militar rusa de guerra
—de la que hablaremos nuevamente— colapsó. Así pasó cuando los estrategas
militares rusos olvidaron la raspútitsa:
el mar de lodo —tierra y lluvia o deshielo— que en Ucrania, Bielorrusia y Rusia
empantanó los cañones y —años después— los blindados y camiones y frenó y
destruyó las invasiones de Napoleón y Hitler. Y, por más, la perdió cuando
envió al matadero un ejército de jóvenes conscriptos que no sabían que iban a
la guerra sino a unas largas maniobras.
Por eso se ha perdido la Guerra de Putin.
Thomas L. Friedman (“Putin Has No Good Way Out, and That
Really Scares Me”, New York Times)
pronosticaba el 9 de marzo que, de las opciones que tenía Putin de perder su
Guerra “pronto y poco” o “a lo grande y tarde”, la más probable es que perdería
“pronto y a lo grande”.
Ocupar Ucrania permanentemente —mix de Lebensraum y fronteras seguras que Putin ha defendido hace años para,
desde allí, “recuperar” su Russkiy Mir
(Mundo Ruso: el Lebensraum putinesco)
anterior al Tratado de 1922 de la URSS— significaría una fuerza de ocupación
mucho mayor que los 150 a 190 mil soldados rusos que ahora invadieron el país, imponiendo
un gobierno títere enfrentado a su población mayoritariamente opuesta —y estos
días ya conocemos los firmes arrestos de los ucranianos— y eso con una
imposible economía rusa en función de todo ello, sin contar que Rusia ya es el
paria del resto del mundo.
Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord, príncipe de
Benevento y uno de los políticos más importantes de Europa en su época, le dijo
a Napoleón Bonaparte tras el golpe de Estado que éste ganó el 18 de Brumario (7
de noviembre de 1799): «Sire, on peut tout faire avec une baïonnette, sauf s'asseoir dessus» («Con
las bayonetas, señor, puedes hacer cualquier cosa, excepto sentarte sobre ellas»).
Rusia es una potencia de papier mâché
Dos razones
válidas y contundentes: un ejército de pacotilla y sin economía para
sustentarlo.
A toda la
argumentación sobre la milicia rusa que entró a Ucrania, quizás sólo me falte
agregar algunos pocos más: La logística militar rusa de guerra —y no
hablo de armamento sino de alimentación (raciones escasas y vencidas años
atrás), transporte, repuestos: las orugas de los tanques rusos, de fabricación
china, no tenían stock suficiente de recambio— colapsó (¿acaso no recuerdan la
“famosa” columna de blindados rusos de 40 a 60 kilómetros de largo que no ha
avanzado en su camino a Kviv?). También la tropa improvisada: un ejército de
jóvenes conscriptos —sin experiencia y, seguro, sin moral de batalla— que no
sabían que iban a la guerra sino a unas largas maniobras y son la carne de
cañón de esta invasión, los muertos de la Guerra de Putin; ¿Qué pensarán las
madres o las esposas de estos muertos?
Seis generales muertos hasta el 22 acompañan a los soldados
fallecidos: cerca de 10 mil muertos y más de 16 mil heridos según el tabloide
ruso proKremlin Komsomolskaya Pravda
citando fuentes oficiales del Ministerio de Defensa, rápidamente borrado
(el Kremlin sólo publicó 498 desde la primera semana), mientras el periódico en
línea ucraniano The Kyiv Independent publicó
que serían unos 15.000 rusos fallecidos y prisioneros, sin contar heridos; por
su parte, la inteligencia estadounidense calculaba hasta entonces 7 mil
soldados rusos fallecidos y cerca del triple de heridos (si la invasión fue con
150 a 190 mil soldados rusos, más del 10% estaría de baja, sin contar
prisioneros ni desertores); por último, el 23 la OTAN calculaba 15 muertos y
otros 25 mil entre heridos, prisioneros, desertores y desaparecidos. Tomando 7
mil como moderado cálculo, esa cifra de un mes es el 50% de las pérdidas del
Ejército soviético primero y ruso después (15 mil fallecidos) en su invasión a
Afganistán, diez años entre 1979 y 1989, incluso entonces menos generales
murieron, pero si tomamos los 40 mil bajados totales que da la OTAN, sería más
del 20% de la fuerza invasora (y, conste, que todos los invasores no son
combatientes). A los generales muertos se suman altos mandos purgados por
errores, entre ellos del Servicio Federal de Seguridad de la Federación de
Rusia (FSB) “por proporcionar inteligencia deficiente”.
¿Economía del Tercer Mundo?
La
Federación de Rusia era en 2021, antes de la guerra y las sanciones, la onceava
economía mundial, su PIB ppa (a precios de mercado) en 2020 fue 1.478.570 millones
de dólares americanos (el 9,3% menos que los PIBs de Países Bajos y Bélgica
unidos, dos países cuya población reunida es menos de la quinta parte de la de
Rusia), su deuda pública ese año fue de 285.707 millones de dólares americanos
(el 19,28% del PIB) y su déficit público entonces representaba el 4,02% del PIB
mientras que su PIB per cápita en 2020 fue de 10.115 dólares americanos (puesto
67 del ranking mundial respectivo).
Hoy, el
conjunto de las sanciones impuestas hasta ahora por EEUU, la Unión Europea y
sus aliados han “pateado ese tablero” y llevado a una caída pronosticada de su
PIB este año entre el 5,1% (según Fitch Ratings) y el 7% (según Goldman Sachs,
que es en realidad una caída del 9% respecto a su pronóstico anterior a la
guerra de crecimiento ruso del 2%), el rublo ha perdido entre el 30% y el 35%
de su valor luego de las sanciones y, en conjunto, han acercado al fantasma del
primer default de deuda
rusa desde la Revolución Bolchevique de 1917
Paul
Krugman, premio Nobel de Economía, auguró ante las primeras sanciones y cuando
ya se empezaba a notar que “la marcha triunfal” de Putin no tendría la
fanfarria esperada: «La economía rusa se
encamina a una caída como la Gran Depresión» (“Wonking out: Putin’s Other
Big Miscalculation”, New York Times,
4/3/2022), continuando lo que adelantó pocos días antes en el mismo periódico: «Rusia se revela ahora como una
superpotencia Potemkin, con mucha menos fuerza real de la que se ve a simple
vista» (“Russia Is a Potemkin Superpower”, 01/03/2022).
La apuesta
de sobrevivencia económica de Putin y sus estrategas políticos se asentó sobre
la gran dependencia del gas ruso por parte de Europa: el 45% del gas que
consume la Unión Europea, sobre todo Alemania, Austria e Italia. Pero aunque
Putin pudo (y no lo creo) contar con las Madres de Todas las Sanciones (las más demoledoras contra un país),
no contó con que la guerra se prolongaría sin resultados y que llegaría la
primavera, dándole margen a Europa para encontrar soluciones a la dependencia
del gas antes del próximo invierno, incluidos el uso de GNL de EEUU y el
Oriente Medio, potenciar las energías alternativas y detener el cierre de las
centrales nucleares.
Y no son,
aun, todas las Madres.
China sí pero puede que China mejor no
Ante el
bloqueo de Occidente, la Rusia de Putin volvió su mirada hacia el único posible
aliado importante que le quedaba: China. Pero ante esta orientación, las dos
preguntas importantes serían éstas: Para China, más allá de lo político —para
nada ideológico—, ¿le convendrá a China apostar al colapso de la globalización
y a la posibilidad de quedar aislado? Y para Rusia, ¿le beneficiará la relación
ampliamente asimétrica con China?
Para lo primero diré que no sobre la base de nuevo de Krugman y de Hu Wei, importante
académico y asesor del gobierno chino. Krugman (“Why China Can't Bail Out
Putin's Economy”, New York Times,
7/3/2022) señaló cuatro incordios para ese repotenciamiento de la posible
integración: China no podría suministrar muchas cosas que Rusia necesita,
sustituyendo los productos que le llegan de Occidente (bienes de capital,
bienes intermedios, materiales de alta tecnología, repuestos técnicos y
materias primas); China está muy integrada en la economía mundial y, por ayudar
a Rusia, no estaría dispuesta a ser aislada del resto del mundo; China y Rusia están
muy alejadas geográficamente porque la mayor parte de la economía rusa está al
oeste de los Urales, mientras que la mayor parte de la china está cerca de
su costa oriental, a más de 5.000 kilómetros de distancia y las conexiones de
transporte —hoy y en el mediano plazo— son absolutamente insuficientes; por
último, Krugman insiste en «la extrema
diferencia de poder económico entre Rusia y China»: la
economía de China en 2020 era de 14.866.740 millones de dólares americanos, lo
que equivale a decir que era el 1.005% de la rusa —o diez veces más grande. A
ello agregaré yo que los dos productos estrellas de Rusia: gas y petróleo,
aunque son apetecidos por China, no existen condiciones hoy para su traslado:
el nuevo gasoducto (con capacidad muy inferior al gas ruso suministrado a
Europa) empezará a funcionar en 2026; no hay ni proyecto de oleoducto entre
Rusia y China; Rusia no exporta GNL en cantidades significativas —China fue el
mayor importador mundial de gas natural licuado en 2021— y, por último, Rusia
no tiene accedo a la inmensa mayoría de los buques de transporte GNL por las
sanciones impuestas.
Por su parte, Hu Wei alude a lo que denomina entrecomillado
“'operación militar especial' de Rusia contra Ucrania” desde una visión de los
intereses de China (“Possible Outcomes of the Russo-Ukrainian War and China’s
Choice”, US-China Perception Monitor,
12/3/2022), prediciendo del conflicto que «Putin
no pueda lograr los objetivos esperados, lo que pone a Rusia en una situación
difícil [porque] la guerra relámpago
fracasó y Rusia no puede soportar una guerra prolongada y los altos costos
asociados [además de que] una guerra
nuclear pondría a Rusia en el lado opuesto del mundo entero y, por lo tanto, es
imposible de ganar» y concluye afirmando que «esta acción militar constituye un error irreversible» y que Rusia,
perdiendo la guerra o incluso ganándola, «sucumbiría
ante Occidente, o incluso sería desmembrado aún más, y el estatus de Rusia como
gran potencia llegaría a su fin». La consecuencia que predice Hu Wei para
China en su apoyo a Rusia es que quedará «más
aislada [y] se encontrará con una
mayor contención por parte de EE. UU. y Occidente [porque cuando] Putin
caiga, EE. UU. ya no se enfrentará a dos competidores estratégicos, sino que
solo tendrá que encerrar a China en una contención estratégica». Por eso
define como «la elección estratégica de China» el descargarse de «la carga de Rusia lo antes posible [dejando] de ser
neutral y elegir la posición dominante en el mundo [porque su neutralidad] no se aplica a esta guerra, donde China no
tiene nada que ganar [y puede] quedar
más aislada por Occidente». En resumen, «evitar que Estados Unidos y Occidente
impongan sanciones conjuntas a China»,
más inclusive con la potencial escalada nuclear de Putin «China no solo
no puede apoyar a Putin, sino que también debe tomar medidas concretas para
evitar las posibles aventuras de Putin».
Leyendo ambas
visiones, me queda una pregunta que Putin y su entorno deberían responderse con
urgencia: ¿Es China un aliado “envenenado” para Rusia? La gran asimetría entre
ambos países —inclusive lo militar tiene muchas de ellas— ¿no
convertiría el Russkiy Mir de Putin
en una cola de China?
En conclusión: nihil
scriptum est.
https://cincodias.elpais.com/cincodias/2022/03/03/mercados/1646329882_070140.html
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https://cnnespanol.cnn.com/2022/03/17/los-10-ejercitos-mas-poderosos-del-mundo/
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